Saber escuchar

Viernes, 18 Enero 2019 14:27

Que es muy importante saber escuchar creo que no es discutible, porque todos —me imagino— que lo admitimos y lo comprendemos. Creo que escuchando a los demás, no sólo nos enriquecemos personalmente, o aprendemos algo que nos puede ser útil, sino que, al mismo tiempo, podemos calibrar si nuestras ideas o nuestros pensamientos coinciden con una mayoría o no; y no precisamente porque sea importante la opinión de esa mayoría.

A veces, las mayorías no tienen razón, o se equivocan, o se dejan embaucar y aplauden o favorecen a alguien que no va con buena intención, o que, aunque en principio tenga buenos propósitos, con el tiempo, éstos se deterioran, se diluyen, siendo el egoísmo la cualidad que domina en su carácter o en su forma de verlo todo; y si esa persona que recibe nuestro apoyo está designada a dirigir los destinos de un país o de una colectividad, puede ser muy peligroso que cuente con un apoyo masivo. ¿Tuvieron razón, por ejemplo, todos los que votaron en su día a Hitler? ¿Tuvieron razón los que encumbraron a Stalin al poder, los que admiraban los discursos de Fidel Castro o los que aplaudían a Trump? Quizá muchos se identificarán —o se identifiquen aún— con sus propuestas, pero estoy seguro de que también muchos, una vez visto lo conseguido por esos líderes, renegaran de su voto.

El equilibrio perfecto no sólo es muy difícil de conseguir, sino que, la mayoría de las veces, poder llegar a él se convierte en una cuestión, por una parte imposible y por la otra innecesaria. No hace falta el equilibrio, como no hace falta la comprensión de determinadas doctrinas o anhelos, simplemente con respetarlas ya es suficiente. Pero es necesario saber escuchar con atención y humildad a los demás, no escuchar para después rebatir sus argumentos, sus ideas o sus intenciones, ni para intentar imponer nuestros conceptos, nuestros pensamientos, nuestros criterios o nuestras impresiones. No se trata de imponer nada, sino de ver hasta dónde estamos nosotros en lo cierto o hasta dónde estamos confundidos; qué ideas nos parecen más adecuadas o cuáles más nocivas. El diálogo siempre es enriquecedor, y la mayor parte de las veces nos ennoblece o nos dignifica como personas, pero ha de ser compartido, con humildad, sencillez y, sobre todo, con respeto, estando siempre predispuestos a valorar las bondades de la parte adversa.

Sin embargo, y desgraciadamente, hay gente que sólo sabe escucharse a sí mismo, como hay muchos que lo único que pretenden es imponer sus ideas.


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