El hambre

Viernes, 09 Noviembre 2018 11:05

Naciones Unidas publicó en el mes de septiembre del pasado 2017 el número de personas que sufren hambre en la actualidad: Unos 815 millones, 17 veces la población de España. Toda esa gente acaba el día sin haber tomado las calorías mínimas que se requieren para una actividad normal. Esta es la primera vez que aumenta el hambre en los últimos 15 años, ya que el censo de subalimentados del año 2015 era de 777 millones de personas. Sin embargo, esto, que podía ser una noticia alarmante, no lo es, pues había señales de sobra para pensar que ya se veía venir.

El hambre ha reaparecido en Sudán del Sur; y en Yemen, Somalia y el norte de Nigeria, países que ya habían superado este drama, está volviendo también a reaparecer.

Seis de los diez países que sufren esta lacra son países que viven en guerra; y la sequía, las inundaciones y otras catástrofes naturales, han hecho que los países cuya economía depende casi exclusivamente de la agricultura sufran hambre.

El informe de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), además de esto, indica que si hace un año un 10,6 % de la población del planeta pasaba hambre, en la actualidad es el 11%, lo que subraya este aumento de personas «subalimentadas» o que no consumen a diario el número de calorías mínimas exigibles para sus necesidades vitales.

La población actual de la Tierra es de unos 7.500 millones de personas, y se producen alimentos de sobra para alimentar a esta población, por lo que la FAO insiste en que acabar con el hambre es una cuestión de voluntad política. El problema está en que los canales de distribución no son los adecuados, y hay personas, o comunidades enteras a las que no les llega comida para poder comprarla.

Detrás de esta realidad están los problemas de pobreza, indigencia, escasez y vulnerabilidad. Una sequía en un país desarrollado puede provocar grandes pérdidas económicas; pero si las lluvias faltan en países como, por ejemplo, Etiopía, miles de pastores que sobreviven gracias a sus animales los perderán, y con ellos se terminará la base de su alimentación.

Las invasiones militares en muchos países hacen que los agricultores abandonen la zona, con lo cual la fuente de recursos que tenían desaparece, y se quedan sin la única forma de encontrar alimentos. Por otra parte, la bajada de precios en determinados cereales puede arruinar a pequeños agricultores, como también lo puede hacer la subida del precio de la sementera.

La FAO propone que se atiendan con urgencia las situaciones de emergencia alimentaria que provocan las guerras o las desviaciones climáticas, junto con el fomento de la paz; pero, además, dicen que es necesario apoyar el desarrollo y la capacidad que tienen los más vulnerables para poder hacer frente a todos estos contratiempos, invirtiendo en el desarrollo sostenible para intentar acabar en el año 2030 con el hambre y la malnutrición.

Sin embargo, además de todas las medidas que plantea e impulsa la FAO, ha de haber una concienciación colectiva, hemos de pensar que es urgente que exista a nivel mundial una distribución equitativa de la riqueza, y que, aunque las empresas y los poderosos ganen un poco menos, es indispensable que los más sensibles a estas carencias puedan tener acceso a lo mínimo exigible para que la malnutrición y el hambre desaparezca del planeta. Pero si no existe una sensibilización generalizada, si no somos capaces de cambiar nuestra mentalidad individualista, el problema del hambre seguirá existiendo, lamentablemente, en el 2030 y en los años siguientes.


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