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José Manuel Pedrós García

The keepers. Los guardianes (I)

Jueves, 02 Agosto 2018 17:46

En el año 1969, Cathy Cesnik, una joven monja estadounidense, que impartía clases de literatura en un colegio femenino de Baltimore, fue vejada y asesinada cuando tenía sólo veintiséis años. Sus antiguas alumnas —hoy sexagenarias— la recuerdan con mucho cariño, y la describen como una mujer entusiasta y jovial, a la que siempre podían acudir en busca de ayuda y consuelo.

La «hermana Cathy» desapareció una noche en circunstancias misteriosas, cuando volvía de comprar un regalo para su hermana. Su automóvil estaba mal aparcado frente a su casa, pero no había ni rastro de ella. Dos meses después, su cadáver apareció junto a un vertedero próximo. El crimen, oficialmente, quedó sin resolver. Como la hermana Cathy era joven y guapa, y como otra chica había desaparecido en la zona, la policía manejó la hipótesis de que ambas habrían muerto a manos de algún asesino solitario, algún psicópata sexual que estaba de paso por la zona.

Cathy Cesnik era profesora en una distinguida escuela católica, el Instituto «Arzobispo Keough», a la que acudían chicas adolescentes de buena familia. Por aquellas fechas, las salidas profesionales de las alumnas eran mucho más limitadas que las de hoy, pero los padres de clase media que tenían solvencia para costear la matrícula sabían que, en aquella institución, sus hijas recibirían una formación exquisita y tendrían una buena plataforma hacia el futuro. En Baltimore abunda la población católica, y la Iglesia católica tiene un importante peso, mayor que en otras comunidades protestantes. De puertas afuera, el «Arzobispo Keough» era un colegio ejemplar. Pero unas cuantas alumnas fueron víctimas de abusos sexuales por parte del «padre» Joseph Maskell, un sacerdote del instituto. El asunto, al parecer, era un secreto a voces entre parte del profesorado, pero nadie hacía nada al respecto. Fue Cathy Cesnik quien, al descubrir lo que estaba sucediendo, pareció dispuesta a tomar cartas en el asunto. Su brutal asesinato se produjo justo cuando la joven monja amenazó con romper «la ley del silencio» que reinaba.

El crimen debería haber sido resuelto con facilidad por las autoridades. Sin embargo, permaneció sin resolver porque había toda una red que se encargó de encubrir la verdad del suceso; primero, porque el padre Maskell tenía un hermano policía, además de ser capellán del cuerpo y amigo de las autoridades locales.

Y segundo, porque no era el único implicado en los abusos; otros individuos, entre ellos algún cura y algún otro policía, acudían a su despacho en el «Arzobispo Keough» para participar en la violación de las alumnas. Ha sido ahora, gracias al empeño de dos de aquellas alumnas de la hermana Cathy —ya sexagenarias, como hemos apuntado— cuando todo ha salido a la luz.

Todo esto es lo que relata The Keepers, una de las series que más han apasionado a los críticos durante esta temporada, recibiendo mejores valoraciones que muchas de las series de ficción. Es un documental de siete episodios que ha generado una respuesta comparable, entre quienes comentan la producción televisiva, a la «The Wire del crimen verdadero».


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