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Viernes, 27 Julio 2018 11:53

La última proeza del doctor Pedro Cavadas ha sido devolverle la alegría y la movilidad a un joven tetrapléjico, condenado de por vida a estar postrado en una cama con fuertes dolores. El milagro ha consistido en reconstruir la columna vertebral de un chico guatemalteco, que ha dejado de sufrir y puede moverse con total libertad en una silla de ruedas, tras veinte años completamente inmovilizado, desde que una bala, cuando tenía nueve años de edad, lo dejó en tal estado. Sin embargo, ese prodigio no ha trascendido a las redes sociales y a los medios de comunicación como trascienden otros hechos de menor importancia, o al menos no se ha difundido con la profusión que se debería haber hecho.

A menudo vemos noticias que se vuelven virales y que nos hablan de corrupción, de desfalcos, de infracciones de alguien del PP, contado por alguien del PSOE, o viceversa, o de algún miembro destacado de uno de los partidos políticos emergentes, que entre ellos también están constantemente a la gresca, y que en lugar de contar las bondades, o las mejoras que pretenden incluir en sus programas de gobierno, subrayan las maldades de los programas de los adversarios, o sus «vilezas» particulares, como si eso fuese lo realmente importante, o como si los demás no tuvieran algo de qué avergonzarse.

Sin embargo, noticias como la del último trasplante del doctor Cavadas pasan casi desapercibidas, y si trascienden es más por el morbo que despiertan que por el alcance del hecho, como se resaltan las heroicidades deportivas, los cotilleos de la prensa del corazón o los desajustes impúdicos o deshonestos de personajes públicos, de la aristocracia o de la nobleza, que deberían dar ejemplo de virtud y a menudo es todo lo contrario.

Vivimos en un mundo en el que las hazañas o las gestas heróicas, esas que de verdad importan, no tienen el reconocimiento que se merecen, suelen pasar desapercibidas, y a diario podemos encontrarnos con personajes anónimos que son dignos de elogio, porque de una forma altruista se desviven por sus congéneres en cualquier parte del mundo, pero todo esto, como digo, no es algo noticiable, ni algo que importe a una mayoría ávida de morbo, sangre y putrefacción. Lamentablemente, así es.


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