Este artículo está un poco desfasado, pero la semana pasada hablé de Macron y no podía al mismo tiempo hablar de el ex presidente popular. Cuestión de no mezclar churras con merinas.
Parece que Rajoy tenía ganas de incorporarse a su vida normal y privada, después de todos los ajetreos y sinsabores sufridos últimamente en el seno del PP, y, renunciando a su escaño en el Congreso el día 15 de junio, entró en su plaza de registrador de la propiedad en Santa Pola.
A las preguntas de los periodistas, señaló de una forma breve: «Me retiro de la política. Vuelvo a donde estaba». Y sobre el proceso interno abierto tras su marcha del PP, indicó: «No tengo favoritos, yo he convocado el congreso y ahora me voy. No tengo que decirles nada a los candidatos». De esta forma, si el Rajoy político, como presidente del partido Popular y del Gobierno de España, nos producía cierta desazón, el Rajoy hombre, o ciudadano, nos produce ahora cierta ternura, incluso cierta compasión.
Podría estar en el Consejo de Estado, con todos los beneficios que eso conlleva; podría seguir con su escaño en el Congreso, que lleva aparejado el consabido aforamiento y los privilegios propios de su condición; y podría seguir cobrando el sueldo vitalicio que le corresponde a todo ex presidente del gobierno; y sin embargo ha renunciado a todo eso; y esa actitud le honra como persona, de la misma forma que, en su sucesión, ha demostrado un talante democrático, lejos de aquellas formas de los presidentes anteriores de su partido que señalaban con el dedo a su sucesor.
Lo único que se le podría achacar es que su sueldo de registrador de la propiedad va a ser de unos 15.000 euros mensuales, algo sensiblemente superior al que ostentaba como presidente del Gobierno y que le correspondería de una forma vitalicia como ex presidente (90.000 euros anuales) sin tener que trabajar.
Todo esto, en efecto, creo que le honra como persona; y si podíamos criticar sus formas, o sus métodos políticos, como podemos seguir haciéndolo de todos los que ha dejado detrás en su partido, escindido ahora en diferentes ramas, poco tenemos que objetar de su talante como ciudadano fuera de la política. Al menos en apariencia.