Percepciones

Viernes, 13 Abril 2018 19:32

Plasmar aquí, en este medio, opiniones que no sean originales, lógicas o democráticas, aunque se den a menudo, no me parece lo más adecuado. Sin embargo, muchas veces, determinadas opiniones sólo tienen dos caminos: uno largo y sinuoso y otro corto y recto, y eso es lo único que calibramos para pensar si debemos o no leerlo, con independencia de su dignidad, su mérito o su respeto.

No es fácil llegar al corazón de alguien con nuestras palabras, porque a menudo nos enredamos en disquisiciones que en un determinado momento nos inspiran algo, creyendo que pueden ser de una magnitud sublime, pero que, en realidad, no pasan de ser eufemismos pobres, que con cierta ironía, ambigüedad, disimulo o disfraz, plasmamos; aunque otras veces es todo lo contrario, y lo que moldeamos es directo, abierto, tenaz o fanático.

Se implican muchos elementos en ello: nuestra sensibilidad, nuestros sentimientos, nuestra ideología, nuestro carácter, nuestro temperamento, nuestra disposición en ese momento, nuestra juventud, irreflexiva siempre, o nuestra madurez, serena a menudo; tantos elementos, que es muy difícil saber si nuestra percepción sobre el tema del que estamos hablando es correcta o equivocada, aunque para nosotros, por supuesto, y en ese momento, nos parezca la más racional o la más viable.

Muchas veces nos dejamos llevar por la visceralidad de la noticia del momento, y eso nunca es bueno, pues no nos permite discernir sobre la posibilidad de que nuestra opinión permanezca en un futuro, y no seamos nosotros mismos los que reneguemos de ella enseguida.

Sin embargo, todo esto no nos lo planteamos. Nos dedicamos a plasmar nuestras ideas, sin importarnos si son las más correctas, sin importarnos si pueden herir sentimientos o sensibilidades ajenas, sin importarnos si nos vamos a arrepentir de ellas en breve; sin importarnos nada, por muy convencidos que estemos de esas opiniones.

Habrá alguien que piense «y a mí qué me importa lo que crean los demás, o qué sentimientos o ideología puedan tener. Yo no tengo por qué ser el guardián de las emociones ni de la sensibilidad de nadie. Debo expresar lo que siento, le parezca bien o mal a los posibles lectores», y eso tiene su lógica y su honestidad; pero también hemos de buscar —y es sólo una opinión— la integridad, la ética y la escrupulosidad.

No está reñido con nada, ni con nadie, el decir lo que uno piensa y decirlo de una forma elegante, de una forma distinguida, sin caer en la zafiedad, en la ordinariez o en la grosería, y, lamentablemente, esto ocurre en muchos medios (televisión, prensa, radio), y ocurre además, algunas veces —lo cual es mucho más lamentable—, de la mano de plumas o voces con un gran prestigio literario o periodístico a nivel nacional; y lo hacen con el convencimiento de que así se puede llegar mejor al pueblo llano.

En fin, todos somos ya mayores de edad, todos tenemos la libertad y la independencia necesarias para expresar nuestras ideas de la forma que nos parezca más adecuada, y yo no soy quién para decirle a nadie cómo debe actuar.


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Más en esta categoría: « La sabiduría El Máster »

 

 

SUCESOS

SALUD