Liberalismo económico

Viernes, 16 Febrero 2018 16:42

Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de EE UU, la Economía estadounidense disfruta de un periodo de bonanza importante. El crecimiento ha aumentado hasta el 2,3 %, se ha reducido el paro en el país más poderoso del Planeta y las Bolsas han experimentado una evolución significativa. Pero son los efectos de la rebaja de impuestos a las empresas y la renta de las familias lo que Trump exhibe como uno de sus logros mayores en este primer año de su mandato, lo que le hace aumentar aún más su ya alta autoestima o su desmesurado ego.

¿Qué ocurrió con las políticas sociales de Barack Obama, que cuando dejó la presidencia el crecimiento del PIB llegaba sólo a 1,5 %? ¿Eran incompatibles estas políticas con la Economía del país?

El profesor de Economía en Harvard, Kenneth Rogoff, subraya que «el recorte fiscal va a impulsar el crecimiento a corto plazo y que la Economía va a jugar a su favor, lo que nos puede hacer pensar que Trump no va a ser presidente de un solo mandato, porque puede repetir como candidato en el año 2020».

No podemos saber si a corto o medio plazo se van a cumplir las «profecías» del profesor Rogoff, pero, de ser así, es lamentable que la Economía sea un ciencia que beneficie siempre a las grandes empresas, a la Bolsa de Valores y a los Mercados de Divisas, y no exista una Economía y unos economistas que «trabajen», como indicaba el profesor José Luis Sampedro, para los más desfavorecidos.

El sistema capitalista es el mejor fertilizante para que la Economía de un país se desarrolle, progrese y crezca, pero ¿debe hacerlo siempre a costa de ahogar unos sistemas intermedios que propaguen políticas sociales?

Está bien que exista el mercado libre, que exista la competencia y que sea la ley de la oferta y la demanda la que marque unos precios que beneficien a los ciudadanos, pero no hasta el extremo de asfixiar las economías más precarias, sin que el Estado no marque unos límites para que los más necesitados puedan disfrutar de una serie de derechos que por ley les corresponden, aunque, en nuestro caso, sabemos que es el gobierno el que aprueba los sueldos mezquinos que tenemos y las subidas sórdidas que amparan a pensionistas y asalariados.

El afamado profesor de Harvard, señor Rogoff, fue recientemente —y cito textualmente la noticia— «foco de atención pública en Estados Unidos, cuando se descubrió que una influyente publicación de la que él era co-autor, Crecimiento en Tiempos de Deuda, resultó tener varios errores matemáticos». Esperemos que sus predicciones vuelvan a ser erróneas, no en perjuicio de la sociedad americana, a la que no le deseamos ningún mal, sino por la posible influencia de EE UU sobre la Economía europea y, sobre todo, para que esa influencia no sea un indicativo de que el liberalismo más audaz puede menoscabar los bolsillos de los más damnificados, haciendo que los ricos sigan siendo los que controlen los ahorros, las conciencias y las voluntades de los que siempre sufren los avatares de la Economía, de la mala gestión empresarial y de la inadecuada política de los gobiernos.


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