El bus de las ocho

Viernes, 16 Febrero 2018 16:38

El pasado miércoles, después de una tarde de bastante agobio en el Politécnico, un joven estudiante porteño (al que llamaré Javier), se dirigió a toda prisa a la parada de autobús situada en la Avenida de Cataluña en Valencia. Allí esperaban ansiosos otros compañeros de universidad, pues el autobús, afortunadamente para él, llegaba con cierto retraso.

Es lo normal en ese horario, pues tal y como desgraciadamente es habitual también, el autobús alcanzaba esa parada lleno a rebosar. Javier, a duras penas pudo acceder al pasillo que divide las zonas de asientos, incluso alguno por detrás de él, por muy poco logró entrar en ese espacio reducido donde muchísimos viajeros estaban apilados de manera asfixiante.

Se notaba cierto nerviosismo, al conductor le corría alguna que otra gota de sudor por su frente, suponía Javier que un tanto asustado por la responsabilidad que podría acarrear un accidente. De hecho la marcha fue muy lenta, eterna casi. Una señora exclamó: ¡que vergüenza! ¡Nos tratan como a borregos!

Pensaba: “como a borregos nos tratan, pero nos cobran el billete bien caro”, claro en este aspecto he de recordar que el billete ordinario, le cuesta 55 céntimos más a un porteño, que a un saguntino, cuando la distancia del Bus directo a uno u otro pueblo, es prácticamente la misma. Inexplicable.

A la que protestó en voz alta, le siguió un murmullo que iba en aumento… ¿y el tren de cercanías? ¿Para cuando? A mí me vendría genial en lugar del autobús, .-comentaba un señor con bigote.- ,adelantaría un mundo con el tren, bajando la cabeza mientras se esforzaba para acabar de decir estas últimas palabras... otros simplemente miraban asintiendo de manera sumisa ante tales afirmaciones; es como si por el hecho de vivir en El Puerto tuviéramos que aceptar estas injusticias.

Javier, cogido como podía a la barra, mientras percibía el olor de otros pasajeros que después de una dura jornada no podían controlar su transpiración. Se llegó a oler a si mismo, en un gesto instintivo, mientras pensaba: “por favor que esto acabe pronto”… Miró al conductor, que la verdad no tenía buena cara, pues el pobre hombre estaba deseando llegar a casa tanto como el que más, aguantando los comentarios sobre la organización del servicio, del cual evidentemente era un engranaje más.

Por fin encararon la carretera de la cuarta planta. “¡Qué largo el viaje!”, pensó Javier, mientras respiraba con cierto alivio por la cercanía del destino y embriaguez por lo cargado del ambiente. Parada en el San Carlos, nuevo problema, hay personas de las que estaban sentadas que no pueden salir, mochilas por el suelo, algún que otro joven contorsionista y ¡fueraaa!… libertad para los primeros afortunados que salen del borreguero.

La parada de Javier fue la siguiente, también algunos problemas, pero no para él, porque en este caso iba de pié…Caminando hacia su casa, me llamó para contarme lo ocurrido. Se siente indignado, no sabe que hacer, al igual que muchos otros que simplemente aceptan el servicio porque no hay otro mejor.

Sirva su relato como un ejemplo más del pésimo transporte público que padecemos los porteños. Es evidente que esta problemática la conocemos todos y yo me pregunto cuando habrá una reacción. Nos plantean gastos en movilidad de 19 millones de euros, cuando hay cosas como esta que no se pueden permitir. Se gastan 800.000 euros en el conservatorio de música, cuando reforzar con un autobús determinados horarios costaría muchísimo menos. Está claro que cada uno marca sus prioridades, y por lo que veo, para quienes gobiernan en Sagunto no somos prioritarios. Llegará un día en el que se producirá un accidente en uno de esos trayectos; entonces habrá responsabilidades, pues no será porque no se ha advertido de la tremenda gravedad de los hechos. Allá cada uno con su conciencia…


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

 

 

SUCESOS

SALUD