Gatos y perros (II)

Viernes, 09 Febrero 2018 16:39

Hay un anuncio en la televisión, en la que aparece un gato precioso devorando con sumo placer unas delicias de gambas, pescado y no sé cuántas cosas más en un plato refinado. Cada vez que lo veo, pienso en los niños desnutridos de África. Quizá alguien pueda decirme: «Pero yo no puedo hacer nada por ellos y sí por mi gato». No es cierto. Hay muchas oenegés con verdaderas necesidades que admiten cualquier donativo, pero, además, muy cerca de nosotros está el Centro Solidario de Alimentos de Sagunto, que da de comer todos los días a más de 400 familias sin ningún tipo de recursos. Creo que siempre son más importantes las personas.

En cualquier caso, una cosa no está reñida con la otra, y, sin embargo, he oído decir a alguien, que se declara amante de los animales: «Si esos niños de África pasen hambre es porque sus padres los han tenido, que pongan medios y no los tengan», algo, desde mi punto de vista, totalmente disparatado e indignante.

Y es que la mayor parte de las veces, vemos las cosas desde nuestra óptica occidental, y no somos capaces de ponernos en la piel de esas personas que no han tenido acceso a ningún tipo de educación o conocimientos como los que hemos podido tener nosotros, simplemente porque la vida no le da a todos las mismas oportunidades, y según el lugar y la familia en la que nacemos esa vida nos es más grata o más injusta.

Sé que este artículo puede herir ciertas sensibilidades, pero no más de las que hieren las molestias de gatos y perros a todo esos que no le gustan los animales, a los que no quieren tenerlos en sus casas o a los que les incomoda que anden sueltos, se acerquen a ellos, les pongan las patas encima o, en el caso de los gatos, irrumpan en sus viviendas sin control.

Este mundo parece que anda un poco revuelto, un poco trastornado. Todos queremos que se respeten nuestros derechos pero no asumimos nuestras obligaciones, no aceptamos nuestras responsabilidades y no vemos los derechos que asisten a los demás cuando se confrontan con los nuestros.

Podemos pensar que el amor que les tenemos a los animales está por encima del de esos «descastados» que los desprecian, pero es posible que detrás de ese amor hacia los perros o hacia los gatos se esconda una carencia hacia las personas; porque creo que a los que no les gusta tener animales en casa, lo único que les incomoda son las molestias que les pueden ocasionar, pero no existe odio hacia ningún animal en concreto sino animadversión hacia la poca empatía de sus dueños.

Quizá, algún «animalista» que pueda leer este artículo, me pueda tildar de sentir zoofobia. Respecto a esto, puedo decir que mi casa siempre ha sido «casi» como un pequeño zoo. He tenido perros, gatos, canarios, periquitos, jilgueros, ratones, hámsters, jerbos, erizos, loros, agapornis, peces tropicales, tritones y tortugas. Como se puede ver, casi un elenco de especies, lo que me puede otorgar el derecho a ver con imparcialidad las dos caras de la moneda. En cualquier caso, tendríamos que tener clara una cosa: «Nunca deberíamos separarnos de nuestra pareja porque a ella no le guste que tengamos un perro, un gato, o cualquier otro animal en casa. Tenemos que tener claras nuestras prioridades».


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