Diana Quer

Viernes, 19 Enero 2018 12:08

Estas últimas semanas se está hablando mucho en los medios de comunicación del caso de Diana Quer, la joven madrileña desaparecida el 23 de agosto de 2016 en la localidad coruñesa de A Pobla Do Caramiñal y cuyo cadáver fue hallado recientemente en una fábrica abandonada de Rianxo (A Coruña). José Enrique Abuín, apodado «El Chicle», ha sido detenido por el asesinato de la joven, al contar en su segunda declaración a los investigadores, que la estranguló colocándole una brida en el cuello.

«El Chicle» confesó a la Guardia Civil que asaltó a Diana Quer cuando la vio caminando sola por la calle y que intentó violarla, pero que, como la joven se resistió fuertemente, la estranguló; aunque en su primera declaración, tras derrumbarse y confesar el crimen, el detenido aseguró que la atropelló accidentalmente y lanzó su cadáver al mar.

Esta es de una forma sintética la noticia, y creo que es lo único —y ya es demasiado— que deberíamos saber de un caso así, pues no creo que a la familia de la joven asesinada le haga mucha gracia obtener una publicidad gratuita a costa de los detalles morbosos que envolvieron su muerte, o los detalles de la situación en la que ha aparecido; aunque la prensa amarilla y la televisión, hayan tenido y tengan material suficiente para llenar páginas y ocupar telediarios. Los telespectadores ávidos de «carnaza» parece ser que disfrutan, como en los mejores tiempos de «El Caso», con todas estas tragedias, que, cuanto más impregnadas están de amarillismo, más audiencia ofrecen; y estamos saturados ya de detalles abruptos y escabrosos que sólo sirven para alimentar el morbo de aquellos que, más allá de la noticia llana, buscan nutrir un espíritu decaído y degenerado.

En este caso, la investigación está bastante definida, por lo que no es demasiado correcto hablar de «amarillismo», pero sí lo es en el sentido de la exageración buscando aumentar la audiencia.

Pero, por encima de todo esto, creo que lo importante aquí es denunciar las agresiones sexuales que, lejos de mitigarse, se producen cada vez con mayor frecuencia.

Que la Guardia Civil hable de «El Chicle» como un individuo inteligente y de mente ágil, sólo hace que confirmar que no hay que estar tarado para agredir a una joven, o a quien sea, como se podría pensar. Asesinos los ha habido, los hay y los habrá de todas las clases, inteligentes y estúpidos, tarados y sagaces.

Quizá la mente humana, que sólo explota un 20 % de su capacidad, debería profundizar en que si queremos prosperar como especie, deberíamos erradicar el mal y todo lo que lo rodea para conseguir unos objetivos que chocan con la dignidad, la integridad, la vida y los derechos de los demás. Y esto no es filosofía, ni demagogia pura. Se habla mucho últimamente de la violencia de género y de las agresiones sexuales a mujeres jóvenes, pero lo importante no es hablar de ello. Lo importante es actuar, aplicar las medidas adecuadas para frenar esta lacra, concienciar a la población, sobre todo a la masculina, de lo nefasto de estos actos perversos, indignos y criminales, que marcan a las víctimas de por vida (en el supuesto de no arrebatársela), y que provocan que a la especie humana se la pueda considerar como a la peor de las especies invasoras y depredadoras que han ocupado la Tierra.


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