Aguinaldo y posada

Viernes, 22 Diciembre 2017 17:17

Llegados estos días previos a la Navidad, recuerdo mi niñez cuando en Nochebuena era costumbre que los niños saliésemos a pedir el aguinaldo, unos sólo a la familia y otros recorriendo el pueblo.  Eso sí era condición indispensable el cantar unos villancicos. “Si queréis agüinado tenéis que cantar” –nos decían-. Había quien lo tomábamos en serio y un día antes ensayábamos los clásicos: “Campana sobre campana”, “Hacia Belén va una burra”, “Los peces en el río”, “25 de diciembre”, etc. Al llegar a las casas cantábamos sin interrupción y tanto más fuerte cuanto más tardaban en abrir la puerta. Había casas en que la dueña era generosa y en otras más bien tacaña, pero raro era el sitio en que no ofrecieran dulces, frutos secos, caramelos, chocolate e incluso algunas perrillas. Luego nos reuníamos y ¡a repartir!. Esta costumbre se extendió hasta muy avanzada la década de los 70, así como la de pedir aguinaldo los carteros, basureros, barrenderos, repartidores, electricistas, serenos, etc., quienes entregaban a cambio una tarjeta postal con algún verso a modo de felicitación. En la mayor parte de las tarjetas destacaba la figura del trabajador con uniforme de gala, o con atuendo de trabajo; en un segundo plano aparecen escenas de la Natividad, alimentos y bebidas típicos de estas fiestas: turrón, pavo, uvas, champán, etc. Hoy los aguinaldos se conservan a modo de cesta que reparten algunas empresas a sus empleados o firmas comerciales a sus clientes.

Sin embargo la costumbre de “pedir posada” muy extendida en México, prácticamente no se conoce en España aunque la llevaron a tierras americanas nuestros antepasados. Se trata de unas representaciones callejeras basadas en la recreación de José y María tratando de conseguir alojamiento en numerosas posadas y ser rechazados. “Las posadas” –como así se llaman- comienzan en México el 16 de diciembre y duran hasta la Navidad. Hoy en día, durante ese tiempo, los niños desfilan por sus pueblos con los adultos siguiéndolos con velas. La procesión va de casa en casa (de "posada” en “posada”).

Y a mí esta costumbre, que no sé si aún se conserva en algún lugar de España, me ha hecho pensar mucho en nuestras felicitaciones navideñas, porque, cuando  decimos “Feliz Navidad” lo que estamos deseando es que el Niño Dios nazca en nuestros corazones, que impregnados de su AMOR nos impulse a darnos a los demás, a compartir ese amor  que nos debe llenar. Así pues, nuestro deseo de felicidad en Navidad no es otra cosa que una petición de “posada” para que en nuestros corazones se abran los pesebres que puedan albergar a Jesús. Él quiere nuestra posada ¿se la vamos a negar? ¡Seguro que no!, así que ¡Feliz Navidad!


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