Adiós, Paco

Viernes, 15 Diciembre 2017 17:04

Francisco Albuixech, uno de los últimos curas obreros de Puerto de Sagunto, falleció la semana pasada a los 82 años de edad, envuelto, según sus más allegados, en la misma serenidad que siempre demostró a lo largo de su vida, una vida incomprendida en ciertos momentos, tanto por parte de las autoridades eclesiásticas como por parte de sus propios feligreses.

Conocí a Paco cuando aterrizó como vicario en la parroquia de Begoña en el año 1972, nada más ser ordenado sacerdote. Yo formaba parte de un grupo de jóvenes de entre 18 y 20 años, con inquietudes sociales y cristianas; y todos empatizamos enseguida con él, casi 20 años mayor que nosotros, pero con el mismo espíritu jovial, y con un carácter, una filosofía y unos sentimientos que, más o menos, coincidían con los nuestros, al final de una época de represiones, revueltas estudiantiles y luchas por una democracia que se resistía a llegar.

Dos años después, cuando fue trasladado a la parroquia de San Pedro, perdí un poco el contacto con él, pero nos veíamos de vez en cuando y siempre me recordaba con cariño su llegada a la iglesia de Begoña y la acogida y el apoyo que nuestro grupo le había prodigado, además de preguntarme por mi familia, mi trabajo y mi situación personal.

Su valentía le llevó a denunciar desde el púlpito los atropellos y las injusticias que sufría la población, en aquellos años difíciles, en los que el gobierno se negaba a abrirse al pluralismo político y seguía prohibiendo los derechos naturales de los trabajadores; pero la capacidad de resistencia de Paco siempre fue muy grande, sobre todo tras aquellas sanciones gubernativas, en un franquismo agonizante, que le impusieron a él y a otros dos sacerdotes del Puerto, acusados todos ellos de expresar en sus homilías ideas «reprobables».

Paco consiguió que la iglesia de San Pedro, durante cuatro décadas, fuese una parroquia viva, abierta al compromiso social, a la solidaridad, a la lucha contra las desigualdades y las injusticias; una iglesia que apoyaba siempre a los trabajadores y a los más necesitados, como entendíamos muchos que debía ser el compromiso cristiano.

Todos vimos siempre en él, con independencia de las creencias religiosas de cada uno, a un hombre que, por encima de su fe, valoraba ese compromiso con los más humildes, e incidía en que la esperanza fuese la virtud que nunca perdiéramos, como creo que todos, desde nuestro puesto de trabajo, desde nuestro entorno familiar, desde el ámbito de nuestras amistades o de nuestras iniciativas socio-culturales, deberíamos fomentar.

Queda todavía mucha labor por hacer, en el mundo, en el Camp de Morvedre y en el Puerto, pero el próximo párroco que llegue a la iglesia de San Pedro tiene abierto un camino que debería seguir con la misma alegría, con la misma serenidad y con ese ímpetu social que Paco siempre mostró.

Desde el silencio, con el que se apoyan las grandes causas, recordaremos siempre a Paco Albuixech, ese cura obrero de Bolbaite, que hizo del Puerto y de su parroquia la casa de todos los que necesitaban apoyo y calor.


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