El atentado de Barcelona

Viernes, 08 Septiembre 2017 17:16

La semana pasada tenía intención de hablar del atentado yihadista de Las Ramblas de Barcelona perpetrado el pasado mes de agosto, pero como tenía ya escrito el artículo que iba a enviar, pensé que mejor lo dejaba para la semana siguiente —es decir, para ésta—, ya que después de haber oído en los programas de máxima audiencia, de las diferentes cadenas de televisión, y de haber leído en algunos periódicos nacionales de grandes tiradas, lo que se decía sobre el mencionado atentado, no me parecía del todo adecuado lo dicho, y creía que yo podía aportar algo nuevo, y, sobre todo, algo acorde a lo que realmente pensaba, que no coincidía con todo lo que se había publicado. Porque sí, todo lo que se había dicho estaba muy bien, todo era muy correcto, pero nadie había explotado una línea diferente, una línea que a mí me parecía interesante y, más que nada, importante.
 
Sin embargo, al leer El Económico de la semana pasada —el primero después de las vacaciones—, me encontré con el artículo que sobre el atentado había escrito Ramón García Ortín, con el título de «Yo sí tengo miedo», y pensé que ya no era necesario que escribiera nada, porque todo lo que yo podía decir, punto por punto, ya lo había dicho Ramón, y seguramente mucho mejor y más claro de lo que yo lo podría haber expuesto.
 
Siempre he pensado que el atentado de Madrid, como el de Londres, como tantos otros, incluido éste de ahora de Barcelona, fueron la consecuencia indirecta —o quizá directa— del apoyo de España y otros países a la guerra de Irak. Mejor dicho, no del apoyo de España, sino del apoyo de José María Aznar, al que habría que juzgar por crimenes de guerra o como terrorista de estado. Porque los españoles no apoyamos aquella guerra, no. Más del noventa por ciento de la población estaba en contra, las numerosas manifestaciones que hubo en su día lo constataron. Incluso muchos diputados y senadores del Partido Popular estaban en contra de la medida propuesta por Aznar, pero se vieron obligados a votar a favor por la «disciplina de voto» que obliga a todos los miembros de un determinado partido a votar una medida como «borreguitos», aunque no estén a favor ella.
 
Aquella guerra no se planteó por motivos políticos, ni religiosos, ni de seguridad, sino por motivos económicos, como tantas guerras a lo largo de la historia; y si todos los presidentes, con mayor o menor reserva, con mayor o menor acierto y de una forma más o menos justificada, pidieron disculpas, el señor Aznar, no sólo no las ha pedido, sino que se mantiene en sus trece, diciendo que volvería a apoyar la guerra todas las veces que fuese necesario. Quizá piense que pedir perdón, o admitir el error, sería rebajarse, y él no está dispuesto a rebajarse ante nadie, ni hacer ningún tipo de autocrítica, quizá para mantener así el aura de ser el «mejor presidente de la España democrática», aura que, por otra parte, sólo él ha fomentado, él y posiblemente algunos «palmeros» de su partido, que siempre los hay.
 
Pero no voy a hablar más de Aznar, ni de su apoyo nefasto a la guerra de Irak, ni del atentado de Las Ramblas de Barcelona. No voy a expresar mi opinión al respecto, porque lo que yo pueda opinar, como he dicho, ya lo hizo la semana pasada en su artículo Ramón García; por lo tanto, a todos los que quieran conocer una opinión distinta de las proclamadas, y una opinión, a mi juicio, mucho más loable, o mucho más estimable que todas las que se han expuesto, les remito a leer, o a releer, el artículo «Yo sí tengo miedo», que Ramón, con tanto acierto, escribió la semana pasada en este mismo medio, lo que demuestra que para leer cosas inteligentes y sensatas no tenemos que acudir a los periodistas, o a los articulistas, de los grandes periódicos nacionales. Los tenemos aquí, muy cerca de nosotros, en nuestro pueblo, aunque algunas veces, quizá por la cercanía, no les prestemos la debida atención.
 
José Manuel Pedrós García

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Modificado por última vez en Viernes, 22 Septiembre 2017 10:33
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