Mucho se está hablando estos días del agua potable, de lo que nos cuesta, de lo rematadamente mal que se hizo la privatización, etc. Se habla de lo caro carísimo que resultaría deshacer los acuerdos y contratos con Aigües de Sagunt, del lucro cesante, de leasing, del beneficio industrial, del valor de rescate… decididamente con este tema se pone de manifiesto, una vez más, que somos un pueblo capaz de rizar el rizo: si privatizar servicios básicos es siempre y en todo caso malo, hacerlo con un contrato estúpidamente envenenado es todavía peor. Esto es lo que vienen a decir y defienden las Asociaciones de Vecinos y yo no tengo la menor duda de que tienen razón.

 

El tema, si entras en profundidad parece complicado, pero se puede explicar perfectamente para que lo entienda todo el mundo. Veamos: cuando una empresa privada, filial de otra grande y potente del sector, estudia hacerse cargo de la gestión del agua de una ciudad lo hace con un exclusivo objetivo: ganar dinero. Lógico… y también legal. Como el Ayuntamiento propone quedarse el 51% de las acciones lógicamente también habrá que entregarle el 51% de los beneficios.

 

Siendo así la cosa la empresa se ve “obligada” a imponer unos precios que hagan que el valor de su 49% produzca los beneficios apetitosos que pretende, con lo cual el precio del recibo tiene que subir hasta el punto óptimo pretendido, cosa que a la vez al equipo de gobierno no le molesta mucho porque también recauda su parte y puede considerarla, haciéndose los locos, como un nuevo impuesto caído del cielo.

 

Total que, en la práctica, el recibo del agua sube y sube, mientras la empresa busca y aplica argumentos como cambio de contadores y otras historias porque tienen que lograr el doble de beneficios para repartir con lo cual el Equipo de Gobierno, seguramente sin proponérselo en un principio, se convierte en su compinche.

 

Señores y señoras munícipes: no vale argumentar que el dinero recaudado de tan extraña manera recae en las arcas municipales y por tanto son de todos. No vale. El agua es un bien básico e imprescindible para la vida a la que nadie puede renunciar y hay mucha gente en este pueblo, gente muy necesitada, que por este procedimiento ve todavía más depauperada su precaria economía doméstica, convertidos en víctimas del injustificado sobreprecio al que ustedes han sometido este bien básico.

 

No hay nada que pueda justificar ese disparate y eso es algo que afecta a casi todos los partidos políticos, con muy pocas excepciones, unos por ser culpables directos de esta situación, y otros por su extraña y zombi manera de no enfrentarse o no saber enfrentarse a este tema, convertido ya desde el primer día en otra auténtica vergüenza, una más, para este pueblo.