Últimamente he leído y escuchado a distintas personas, algunas de ellas muy astutas, que, como los buenos sastres, son maestras en utilizar la sisa para acomodar el incómodo traje del evangelio a su medida y así descafeinar nuestra Semana Santa relacionándola con la figura de un hombre bueno y justo que hizo mucho bien en su deambular por el mundo y del que vale la pena tomar ejemplo. Asimismo que la Semana Santa es una semana cultural que encierra una serie de actos tradicionales en los que se respeta una herencia, unas costumbres que enriquecen nuestro acerbo cultural. Total, que todo es dar vueltas alrededor de un hecho cierto, claro está, porque Jesús de Nazaret fue, efectivamente, un hombre bueno y justo, como es verdad también que hizo mucho bien… pero, y sobre todo, no podemos dejar a un lado su esencia Divina, porque aun siendo hombre no dejó de ser Dios.
Un Dios hecho hombre para redimir a la humanidad y sigue redimiéndonos. Un Dios hecho hombre que dio su vida por nosotros después de sufrir horrorosos tormentos. Un Dios hecho hombre que, a pesar de todo, quiso perdonar a sus verdugos…y sigue perdonándonos ¡claro que fue un hombre bueno! Fue bueno hasta el límite. Tan bueno que al dejar este mundo quiso entregarnos a su Madre la Virgen María –desde entonces también Madre nuestra-. Tan bueno que quiso cargar en su cruz todos los pecados de los hombres y así poder decir al Padre que “todo se había consumado” que ya había pagado con creces nuestra culpas.
Y claro que su vida fue un ejemplo a seguir, aunque pocas veces nos acordamos de seguirlo. Pero aún hay más, en Semana Santa lo más importante que vivimos no es su sufrimiento, su carga con la cruz, ni siquiera su muerte. No, el núcleo central de la Semana Santa es la Vigilia de la noche del sábado al domingo. El acontecimiento más hermoso para los cristianos es saber que Jesús de Nazaret resucitó de entre los muertos como había prometido “destruid este templo y lo levantaré en tres días”; y con su resurrección abrió las puertas del Reino de los Cielos a todos los hombres que quieran entrar: “hoy estarás conmigo en el Paraíso” le dijo al buen ladrón. Cierto que las puertas son estrechas, pero Jesús nos enseñó el camino para poder pasar por ellas.
Ese fue su ejemplo. Y finalmente decir que lo que vivimos en Semana Santa no son representaciones teatrales que enriquecen nuestra cultura. En Semana Santa actualizamos realmente, siempre viva y eficaz, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Que así sea y con ese sentido ¡Felices Pascuas a todos!
