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Alejandro Mayordomo Buendía

Matracas

Miércoles, 11 Enero 2017 16:21

Una  de las “matracas” a la que vamos a asistir durante este año recién estrenado hace referencia al denominado Pacto Educativo. Lo que finalmente den a luz sus  sesudas señorías, _de vacaciones durante todo el mes de enero_ no será, ni pacto ni educativo. Entonces  ¿qué será?  Más de lo mismo. Trágala. Atiborrarse y atracarse de declaraciones, escenificaciones, reuniones, fotos de familia, para vender burras, imposibles, humos, chantajes, un nuevo vocabulario con el que distraer y tener entretenido al personal. Para repescar votos. Por tanto: tabarras, pesadez, lata, machaconería y la misma cantinela. El Sistema no da más de sí.

El Pacto de Estado, en este escenario de las dos Españas y diecisiete reinos de taifas, con sus feudos y castillos políticos, ya lo dificultan de entrada. Normal. Y en  el contexto de una Europa en regresión, insensible, usurera,  más imposible si cabe. Pero lo que le hace verdaderamente imposible es la existencia de dos clases  antagónicas:  una _muy debilitada_,   queriendo dar a sus hijos posibilidades, promoción, enseñanza, cultura, libertad, satisfacción de los Derechos Humanos; la otra, asegurando la selección para sus vástagos, en el poder y el control, o al servicio del poder, asegurándose seguir  perteneciendo  a la élite. Bien es verdad que la primera se haya exquisitamente sojuzgada en estos momentos,  apenas activa, desorientada, mal dirigida y mal representada. La Segunda cuenta con los resortes de dicho Estado, concebido a su servicio, e instrumento de sus intereses. En ese escenario _ esquemático, por razones de espacio y objeto_ sencillamente, no es posible pacto alguno.  Se podrá escenificar un acuerdo legislativo, pero nunca será un Pacto. Son de naturaleza bien distinta.

¿Educativo? Pero, por favor: que “lo educativo” no forma parte de  ninguna prioridad del Sistema; y ya no necesita,  por presión organizada alguna, hacer concesiones a los que aspiraron históricamente a acceder a ella: a la Educación. A la Enseñanza científica, liberadora, crítica, sin adoctrinamiento, mínimamente democrática.  Pueden mantener, por irremediable, el aparcamiento, pero desasistido cada vez más; recortado sin disimulos. Y sobre todo: si lo tienen que seguir “manteniendo” como “servicio” público _piensan_  vamos a hacer de él un negocio con letras mayúsculas y valor comercial, y de acumulación de las élites políticas puestas al servicio del poder financiero para obtener rendimiento: paso a las multinacionales, a las agencias de “productos educativos”, a los “nuevos” materiales para la enseñanza, a “novedades” en la organización, la formación, la evaluación, en la torre de babel, etc.

Sería bastante sencillo reducir el número de alumnos por grupo. Aumentar y mejorar la formación del profesorado y, luego,  exigirnos rigor, con función centrada. Acabar con conciertos, segregaciones, selecciones.  Impedir cacicadas y la impunidad de las Direcciones. Hacer cumplir la función a una verdadera Inspección profesional, formada y no dependiente del poder político de turno _no seleccionada de entre “los de la cuerda”_. Mantener a los centros fuera de cualquier veleidad comercial, de cualquier competencia, y aumentar su transparencia. Asegurar la enseñanza básica de todos los alumnos en su lengua materna sin mayores interferencias, e intereses.  Reforzar, en fin, los servicios anexos a la enseñanza. Claro que todo eso cuesta dinero, pero es cuestión de prioridades: o a la Enseñanza, o rescate de Bancos. Por ejemplo.

En esta Comunidad, Reino, País Valenciano(o País Catalán) se anuncian “novedades” a introducir para el curso 2017-18 por parte de los inquilinos de la Avda. Campanar. No hay Pacto que valga, ni siquiera entre los actores del Sistema (sencillamente porque es un imposible). Se anuncia un “nuevo modelo lingüístico”. Sale la Unión Sindical de Inspectores de Educación (Usie) como fuerza de choque, armados de alegaciones proporcionadas por los centros privados y concertados.  Nadie habla a nivel territorial de “Pacto Educativo”. Sencillamente: porque es un imposible. Y dada la correlación de fuerzas, de materializarse y venderse como tal, sería un trágala más a digerir por los de siempre. Sería verdaderamente sospechoso. Para echarse a temblar. Mejor que no pacten  ¡ni entre ellos!  Porque si fuera un pacto entre clases, además de sospechoso y miserable,  sería una catástrofe para los más vulnerables. Algo así como los Pactos de la Moncloa de entonces, pero en el terreno específico de la Enseñanza y la Educación. 


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