Ni un rastro de sustancia

Viernes, 03 Junio 2016 16:36

Muñoz Molina en el descarnado “Todo lo que era sólido” decía sobre el ex Presidente Zapatero que “miraba con unos ojos tan claros que daba la impresión de una transparencia demasiado límpida como para contener ni un rastro de sustancia”. No se puede definir la incompetencia de forma más sublime.
 
En un artículo de hace un par de años de la periodista Cristina Losada titulado: “Zapatero: la insoportable levedad”, hacía referencia a esta cita y la completaba con otra frase: “La falta de sustancia, la carencia de solidez: con esos mimbres cualquier cosa era posible y, en efecto, lo fue”. Vaya si lo fue, añado yo.
 
La falta de solidez o de sustancia, la inconsistencia, la endeblez o la insolvencia política han arraigado en la política, tras su profeta Zapatero. Inspiró un nuevo credo en el que “la tierra pertenece al viento”. También cabe en él una alianza entre las civilizaciones que creen en la libertad del individuo y otras que ahorcan a homosexuales, por serlo, o lapidan a mujeres desprovistas de derechos. Un fenómeno.
 
Muchos de la nueva política tienen una irrefrenable afición por estar en esos mundos ingrávidos y gentiles, estar en su nube. Se resisten a aceptar las cosas como son, no comprenden los compromisos de gobernar, echan las culpas a los demás, se bloquean... y no mueven ficha. Dijo Isabel Bonig está semana del tripartito en la Generalitat que su lema es: 0 propuestas, 0 soluciones. Es un buen resumen.
 
Llegar a 6 millones de parados también es un buen resumen del gobierno saliente en 2011. Fue la trágica consecuencia del paso por el gobierno de España de Zapatero y los suyos. Sólo en 2009 logró inscribir en el paro a casi un millón de personas.
 
Por su inconsistencia, por su falta de sustancia. Por su irresponsabilidad.
 
Esta semana en España hemos bajado hasta 3.800.000 parados. Hemos bajado de la barrera de los 4 millones con un gobierno del PP. Volvemos a los niveles de agosto de 2010. Poco a poco, reforma a reforma, contrato a contrato, familia a familia, persona a persona.
 
Lo hemos vuelto a hacer. Recuperamos a España de una gran crisis a principios de este siglo y lo volvemos a hacer de nuevo ahora. Los españoles eligieron al PP de Rajoy para resolver un panorama económico y social aterrador. Y hemos cumplido, otra vez. Ahora nos fijamos el nuevo reto de dos millones más de afiliados a la Seguridad Social en cuatro años, es decir 500.000 al año. Apuesten por ello, con un poco de ayuda del contexto.
 
Tenemos el 26-J otra oportunidad para elegir entre los que la lían o los que lo resuelven. Entre los que están en las nubes o los que están con los pies en el suelo. Entre los de la poesía o los de la prosa. Entre los que venden falsas políticas de escaparate o los que generan empleo y políticas sociales en el mundo real. Todo eso es lo que se decide en las próximas elecciones. Casi nada.
 
Entonces ¿Qué pasa? ¿Que uno no puede dar bofetadas con su voto? ¿Que no puede recriminar la corrupción de quienes ya han sido apartados? ¿Qué no se puede demostrar tu enfado con la casta politica? Por supuesto que sí. Claro que puedes. Puedes decidirte por experimentos políticos. Puedes elegir lo que no conoces. Puedes decantarte por los nuevos, aunque no sepan resolver problemas. Puedes inclinarte por los que te caen mejor y parecen más simpáticos. Y puedes dar gobiernos a quienes no han gobernado nunca, ni un minuto, en ningún sitio.
 
En definitiva, claro que puedes complicarte la vida. Todo lo que tú quieras. Lo que no podrás es quejarte, arrepentirte, ni maldecir después. Los habrás puesto tu. Y esa será tu responsabilidad ante tu familia y tus amigos. Pero no te preocupes por quedar al descubierto: el voto además de libre, es secreto. Nadie sabrá que tu eres corresponsable de haber formado un gobierno de políticos sin rastro de sustancia. Solo tu conciencia.

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