Imprimir esta página
Alfredo Castelló

Paco Villar como ejemplo y como síntoma

Viernes, 20 Mayo 2016 19:57

Me lo comentó hace un mes. Me pidió consejo, como otras muchas veces. No tuve fuerza moral, ni razones para pedirle más sacrificio, más tortura. Sí, Paco, creo que yéndote haces lo correcto. Haces lo que debes hacer. Tú has hecho más de lo exigible, infinitamente más que la media de tus vecinos. Quien no va en la dirección correcta es nuestra ciudad si quiere aspirar a que los mejores estén en política. Y, más allá, nuestra sociedad y nuestra concepción colectiva sobre la dedicación a la res publica. Ahuyentar a los mejores de la política es un suicidio.

Emilio Adán, Rafa Tabarés, Miguel Ángel Cortés, Marga Pin, Pepe García Felipe, Juan Serrano y tantos otros. ¿Cuántos excelentes políticos se ha tragado esta ciudad como un Saturno enloquecido? ¿Cuántos buenos profesionales? ¿Cuántas excelentes personas bien preparadas dispuestas a darlo todo por entregar unos años a la responsabilidad política? Y todos devorados, triturados y absorbidos por el sumidero. ¿Por qué? ¿Con qué objeto?

Hay muchos otros nombres que se han quedado por el camino. Ahora se suma el de Paco Villar, pero conozco otros hombres y mujeres que ni siquiera han podido hacerlo porque sus propios partidos o los ciudadanos, con su justicia más que ciega, no se lo permitieron. Ni se les dio la oportunidad. Y eran muy buenos. Podían haber hecho cosas importantes. Y lo podían haber hecho por todos nosotros, entregándose, sacrificando a su familia, los mejores años de su vida y una parte crucial de su vida profesional. Y les daba igual, lo hubieran hecho encantados, sirviendo a una vocación que les llamaba y tiraba de ellos como una droga, como una adicción: el servicio público, la denostada política. La bendita política que se ocupa con altruismo de los que están centrados en su vida particular y familiar y no se quieren ocupar, o no tienen capacidad para ocuparse, de la cosa común.

Todos triunfaron y tuvieron éxito en sus vidas profesionales. Eran los mejores, contaban con la formación adecuada, tenían desarrollado el instinto natural para ayudar a los demás, para conectar, para saber lo que pensaban, querían y necesitaban. Tenían el instinto para ayudar, para dedicarse a la política local. Ojalá hoy hubiera mucha gente como Paco Villar o los que he citado dedicados a la política, dedicados a la mejor de las vocaciones: ayudar al resto de tus iguales y trabajar por y para ellos.

No pienso que estemos para derrochar talento, para menospreciar la excelencia y para hacer de menos a los que son lo más. Votar no es un juego, votar es una enorme responsabilidad. No sé si realmente todo el mundo se lo toma tan en serio como importante es. He visto enormes alcaldes y alcaldesas de nuestra provincia descabalgados en las últimas elecciones, hace un año. De verdad, ¿Tan mal lo hicieron en los durísimos últimos cuatro años? ¿Cuántos ciudadanos tan severos y exigentes en su juicio y valoración hubieran sido capaces de hacerlo mejor que ellos y ellas? Sinceramente, y yendo a nuestra ciudad ¿Tan mal lo hizo Sergio Muniesa en 6 meses de alcalde y en siete años y medio como concejal? ¿De verdad mereció el y el PP ese castigo en las urnas? No lo creo, desde luego. Si alguien entiende las elecciones como un momento para darse un capricho o un gustazo, lo comprendo, pero estarán conmigo en que tal actuación está muy alejada de la seriedad, el rigor y la responsabilidad ciudadana.

Cuando yo di un paso adelante para dedicarme a la política, recuerdo perfectamente cuando vino a verme mi tía Amelia a mi despacho de abogado en la avenida 9 de octubre. Se enteró de que, además de ser presidente del PP, iba a ser candidato por ese partido. Iba a ser concejal del Ayuntamiento. Yo tenía algo más de 30 años. Lloró y me imploró que no lo hiciera, que la política era una máquina de triturar gente, que mis primos habían sufrido persecución y cárcel de bien jóvenes por defender sus ideas políticas. Me dijo que estaba llena de traiciones y deslealtades. Lloró y me suplicó que no lo hiciera y que no siguiera esa vía. Yo intenté convencerla, en vano, de que quería intentar cambiar las cosas, que confiaba en que podía hacerlo, que la situación no era como a finales de los setenta y, en definitiva, la intenté convencer de que el veneno de la política ya corría por mis venas. Demasiado tarde tía, tenías razón en muchas cosas, pero no en otras. Cumplir tus sueños es lo más grande que te puede regalar la vida y quienes nos dedicamos a esto, y lo hemos conseguido, podemos morir tranquilos después de haber cabalgado la montaña rusa de la política.

Un buen número de mediocres y acomplejados estarán contentos porque Paco era como persona y político alguien que les ponía frente a sí el espejo de la verdad. En él se veían reflejados en mil tonos de gris: tristes, oscuros y apagados. Sin pulso, sin emoción, sin vida. Ya se sabe: la envidia es la religión de los mediocres.

El PP de Sagunto llora por la pérdida de un baluarte, de un puntal muy querido y clave para su estrategia política. Toda la ciudad, si fuera consciente de la importancia de que se vayan activos tan potentes, si tuviera un mínimo de visión política, si realmente apreciará a sus buenos hombres y mujeres, si fuera consciente de las capacidades que hay que tener para dedicarse a la vida pública, debería estar tremendamente preocupada al ver cómo, otra vez, uno de los mejores nos abandona. Debería reflexionar profundamente al ver cómo uno de sus hijos más destacados se va para todos nosotros, de la misma forma que lo recupera su adorada familia. Mil gracias Paco. Gracias y enhorabuena Laura, lo mereces.

Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Modificado por última vez en Viernes, 20 Mayo 2016 21:06

Lo último de Alfredo Castelló