La epidemia

Viernes, 29 Enero 2016 14:44

Verdad es que a los valencianos (conozco a muchos que viven estas cosas como yo) no nos extraña ni sorprende mientras desayunamos, enterarnos por la radio de que ha habido una redada de corruptos y que la Guardia Civil haya metido en la trena a veinte o más peces gordos. Aún menos nos sorprende que una pájara que ha sido detenida hoy, mañana le den suelta tras pagar una fianza de ciento cincuenta mil eurazos. ¿Quién no tiene debajo de la cama unos cuantos cientos de miles por si se presenta algún problemilla y hay que tapar algún agujero?

La corrupción es para nosotros algo tan normal, tan natural, que no es noticia y aunque ni nos guste ni jamás podría gustarnos, tampoco nos saca de quicio. Por instinto de supervivencia relativizamos su influencia en nuestro sistema nervioso: después de miles de telediarios en los que te tragas hundimientos de pateras, bombardeos a poblaciones civiles, los efectos de las bombas de racimo o de napalm, pobres emigrantes enganchados por concertinas, etc, ¿quién puede sentirse desgarrado por una mala noticia?

Aprendes a defenderte de los efectos sobre tu conciencia, te sigue disgustando pero aprendes a vivir con ello a la vez de disfrutar de unas gambas a la plancha regadas con un buen ribeiro. Sigues viviendo. Te acostumbras.

Corre por las redes un listado por orden alfabético de tramas de corrupción del PP. Podría ser de otros, pero hablamos de los campeones. Con la letra A hay solo dos: el caso Andratx del PP de Baleares y el caso Arena del PP de Galicia, con la B siete y así hasta unos setenta casos. Ni que decir tiene que los valencianos somos los campeones. No los reseñaré, no caben, y además todos ellos han salido reiteradamente en prensa y… porque ya aburre el tema. Tampoco pondré el link para que lo miréis en Internet… ¿para qué? no quiero perjudicar ninguna úlcera de estómago.

A estas alturas nuestros señores gobernantes han dejado más que clara la razón por la que necesitan escolarizar masivamente en barracones, que las listas de espera aumenten y que la calidad sanitaria empeore, porqué aprueban tu prestación por dependencia dos años después de que te hayas muerto, te cobran los medicamentos, que el importe de los recibos de luz, agua y teléfono se multipliquen, que tu pensión o tu sueldo disminuyan… que te digan que si no te gusta un aeropuerto sin aviones es que no has entendido nada o que Hacienda ya no somos todos.

No es que padezcamos una crisis sistémica, ni de valores, ni cualquiera de las zarandajas que nos cuentan los expertos que salen en las teles a vendernos la cabra con sus estadísticas pintarrajeadas a tres colores. No se trata de una crisis, la cosa es mucho más simple: se trata de una epidemia de corrupción


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