Los idiotas

Viernes, 18 Diciembre 2015 16:27

El término idiota procede del griego y se utilizaba en la Grecia clásica para designar o señalar a aquellos que no se preocupaban de lo público o a los que no se interesaban por la política.

Está muy bien emplear términos definidos para momentos y situaciones concretas y precisas, que no den pie a equívocos o errores. Hoy, por ejemplo, el mismo término idiota no se puede emplear como los griegos lo hacían porque se ha convertido  en una palabra saturada de acepciones y sinónimos que al final la convierten en un término impreciso. Hoy llamar a una persona idiota es claramente un insulto a su inteligencia. Ignoro cómo se lo podrían tomar los griegos antiguos pero es de suponer que, tal como se define el término, en principio este no debería ser tomado como un insulto.

Personalmente me gustaría disponer de una palabra así, una palabra que clara y específicamente se refiriese a los que no se interesan por la política, porque los términos pasota, indiferente, asocial, no los definen claramente, mientras que la palabra idiota empleada en la forma en que los griegos lo hacían define por sí misma perfectamente una actitud sin más connotaciones y ajena al insulto que su uso en castellano implica.

Por ello, por economía, a partir de este momento y solo para el final de esta columna, emplearé esta palabra en su acepción griega clásica prescindiendo por tanto del recurso al insulto o al tono despectivo o peyorativo.

Sé, por experiencia, que me rodea mucho idiota de los que pasan o dicen pasar de la política, pero que son tan inconscientes que, no se sabe bien por qué razón, luego van a votar. No estamos acostumbrados a ver que alguien que no sabe cocinar se ponga a hacer un souflé, pero que un idiota vote lo vemos como normal. No lo entiendo.

Por supuesto que no se han parado a pensar en el daño que su ignorancia les procura a ellos mismos y a aquellos que nos preocupamos de conocer quienes son los corruptos a los que no hay que votar, quienes recortan los derechos laborales y sociales, por qué lo hacen, a quienes benefician y a quienes perjudican. Solo un idiota, si vota, puede apoyar a un político que está siendo investigado por tener un montón de millones en Suiza o a sus compinches que, ocupando cargos de relevancia, le ayudan a esquivar a jueces y fiscales o, en último término les procuran una amnistía que les permite evadir “legalmente“ la cárcel.  Si no existiesen los idiotas no habrían pobres que votasen a los ricos.

Entendámosno: no es que no se pueda ser idiota, se tiene perfecto derecho a ello, pero tendrían que saber que es cosa de necios que a un idiota le dé por votar.


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