Ayer vino a Sagunto un alto cargo de Lafarge, su director industrial y miembro del Comité de Dirección de LafargeHolcim en España. Este directivo dejó bien claro ante los representantes políticos que acudieron a la reunión, es decir, PP, IP y Ciudadanos, que la multinacional ha tomado la decisión de suspender todas las inversiones en la planta de Sagunto, ante su incierto futuro. Téngase en cuenta que la continuidad de su actividad no está garantizada más allá de diciembre de 2017, que es cuando expiran los permisos que tiene para la ocupación de monte público.

Los trabajadores ya han empezado a verle las orejas al lobo, de ahí que hayan iniciado un proceso de movilizaciones que va a ir en aumento. Ya han salido dos veces a la calle con sus pancartas y, este lunes, acudirán al pleno municipal a dar un poco la ‘matraca’. Me consta que en algunos círculos políticos, contrarios a la continuidad de la cementera, no dudan en afirmar que «Lafarge está muerta», sin embargo, la defunción de esta factoría pondría de relieve un gran fracaso: el de poder compatibilizar esta industria con la conservación del parque natural.

Si aquí se tratara de proteger el entorno de la montaña del Romeu, que es donde se desarrolla la actividad extractiva y, al mismo tiempo, facilitar la continuidad de esta industria, se favorecería que, a la mayor brevedad posible, se tramitara la habilitación del nuevo yacimiento de caliza en El Piñal. Pero si en Salt del Llop no se puede seguir y en El Piñal no se permite empezar, es obvio que se busca el cierre de la empresa. No hace falta estudiar en Salamanca para darse cuenta de ello, ¿verdad?

En la entrevista a la primera autoridad local que publicamos en esta edición, el Alcalde nacionalista, Francesc Fernández, deja muy claras cuales son sus inquietudes, situando en primer lugar la reindustrialización de la zona. Sin embargo, la imagen que de cara al exterior ofrece este municipio, de manifiesta inseguridad jurídica, de no cumplir lo pactado, no es, precisamente, la mejor tarjeta de presentación, sobretodo, cuando la fama de ayuntamiento ‘tocapelotas’ nos precede. ¿Cuántas empresas se instalaron en los pueblos vecinos porque no querían tratos con nuestro consistorio? Seguro que no estoy descubriendo nada nuevo.

En fin, ha cerrado Galmed, ha cerrado Bosal, la crisis se ha llevado por delante cientos de empresas y seguimos vivos, seguramente tampoco pasaría nada si Lafarge echara el cerrojo. Solo aumentaría un poco más la abultada cifra de parados de este municipio, pero luego, con poner en marcha un plan de empleo que pagamos entre todos, nos lavamos las manos y la conciencia.