Prevención y menos lamentos

Lunes, 08 Junio 2015 11:07

Darle un tiempo a una noticia (para contrastarla y digerirla) a la hora de enjuiciar y posicionarse (si se pretende) sobre su contenido, es una buena manera de encarar con espíritu crítico, con equilibrio, con cierta coherencia y rigor el hecho del que informa y, sobre todo, sus consecuencias; después de acumular voces manifestadas al respecto, consultar fuentes, hacer comparativas, etc. Cuando se trata de un hecho o acontecimiento que trasciende (y hasta enciende) en lo social, con más motivo. Cuando se enmarca dentro del mundo de la Educación o Enseñanza, con más cautela. No conviene parlotear sobre la base de una sola fuente o lectura. Más allá de un comentario de urgencia para posicionarse, no conviene presionar al legislador en caliente. Primero: pensar, meditar, reflexionar. Y todo ello después que allá por el mes de abril pasado, un joven de catorce años alumno de la ESO, IRRUMPIERA (después de entrar cuándo, cómo y con qué entró) en su IES barcelonés al que un valenciano de sueca, Joan Fuster, le da nombre.

Después se han sucedido otros hechos en espacios educativos que han salido a la letra impresa, a las tertulias, a los bits, a las ondas. Un señor normal de parecer se presenta en un centro de infantil y… se pudo mascar la tragedia. Una alumna( para mí, ya sin presunciones) acosada en su centro se suicida lanzándose por el hueco de una escalera cansada de vivir (y de impotencia supongo) mientras los adultos y autoridades competenciales mareaban la perdiz y se culpan unos a otros.

Con todo, columnistas(o comentaristas) en medios cercanos, como Vicent Boscá, IMPRESSIONS, titulaba su intervención el día 23 de abril, sobre el hecho del Joan Fuster, así: “Una excepció, una terrible excepció”; para añadir “en la normalitat educativa del centres de Secundária”(en la que, en todo caso añadiría yo, según su conclusión, se puede vivir “plácidamente y cobrar al final de mes”). Por el contrario, otro titular del 24 de mayo afirma que “los profesores denuncian más de 300 agresiones al año”, parece ser sacado como conclusión del último Informe anual de un sindicato docente, ANPE. Se refiere, solamente, a los casos que ellos tratan en sus servicios jurídicos en la CV. Xavier Izquierdo, dixit.

Lo que quiero comentar ya. De todas las noticias aparecidas y declaraciones escuchadas al respecto de cómo un alumno puede entrar sin más una hora y cuarto después de comenzadas las clases en su IES por la puerta principal, con una ballesta(creo sería visible), un machete(más fácil de camuflar, comprendo) y una mochila(no precisamente con libros), subir un piso y atacar, luego a otro y apuñalar, luego preparar, etc., no he leído todavía(no me leo todos los medios) qué pasó con el protocolo de AUXILI, o “normes básiques davant d´una situación d´emergència” que aparece para este curso 2014-15 (¡bien!, a diferencias de otros centros que yo conozco) publicadas en su página web, dentro del apartado “Organització y gestió”. Más allá de las consecuencias luctuosas que todos podemos lamentar, de las consecuencias psicológicas en la comunidad educativa, de las responsabilidades sobre el menor y del menor armado, etc. me interesaba conocer con rigor y datos contrastados que no encuentro, cómo se procedió desde el profesorado, desde el alumnado, y sobre todo, desde el Coordinador general o cap d´emergencia”; cuánto tiempo transcurrió desde el primer ataque hasta que se debió producir una medida de emergencia, que bien pudo ser de confinamiento o evacuación. Y si, en caso de producirse, el responsable o sustituto/os estaban en sus puestos y fueron quienes la accionaron. En fin, si se llevó a cabo el abordaje de la emergencia desde la improvisación, o según lo escrito(o lo más aproximado a) en los diez folios de documento. Y, por supuesto, cuáles fueron las dificultades para ponerlo en práctica; cuál ha sido la evaluación al respecto del mismo, las conclusiones posteriormente, etc. Sería interesante, amigo lector, que les hicieras una visita a su página Web y al documento. ¿Preguntaron por ello los periodistas y tertulianos? No lo puedo saber porque no leo todo. En lo que me he informado, sólo en un medio, unos alumnos relatan su versión de cómo actuaron, me da la impresión que, por su cuenta y riesgo, y albedrío.

Los planes de emergencia de los centros educativos de la CV que, por normativa (de esa que se elabora porque sumar letras es gratis, pero no lo que implica cumplir su contenido, entre ellos, medios e inversión, seguimiento y evaluación) deben existir, vigentes y actualizados todos los cursos, además de “ensayados” con convencimiento (y no sólo para casos de incendio, que son los que quizá menos se han producido), evaluados, informados, corregidos, comunicados, creo, dejan mucho que desear. Precisamente para prevenir, para estar preparados, para paliar, para evitar, para detectar a tiempo. Para comprobar que cada uno está en su lugar y sabe lo que debería hacer y cómo actuar. Para evitar males mayores. Para no tener que, como en este caso, montar altares y llevar flores. Para que no haya que conceder medallas, sino poder enseñar y estudiar lo más seguro posible. Porque aparte de incendios, escapes y vientos huracanados, cada día más hay más mentes con trastornos, consecuencia de causas varias (lo vengo advirtiendo), y fruto o como consecuencia de la vida que no están haciendo vivir “estas autoridades” (sic) a las que ¡encima! elegimos. Y deberían ser técnicos los que elaboraran esos planes y las modificaciones a introducir, y no tener que ser maestros/profesores, sin técnicos (debería ser al revés: técnicos, con maestros “del terreno”) los que por apremio y miedo lo tengan que elaborar y, después, cumplido el trámite, para quedar como un florero que adorna las paredes de las aulas.

Me parece que no estamos “seguros” en los centros educativos (los alumnos, los que menos). Vamos a más inseguridad, fruto de la situación, si no se remedia. Eso no quiere decir que los alarmistas nos vengan con las recetas de siempre: policía, mucha policía. Castigo, castigo. Leyes y más leyes penales. No, me niego.

Me enerva comprobar la desidia y desinterés, insisto, de las “autoridades varias” (quizá no están para ese rollo de gasto en la prevención, para tomárselo en serio) a la hora de abordar las situaciones de emergencia previsibles y no previsibles. Compruebo la superficialidad, desgana, incredulidad, incluso “chufla”, a la hora de tener interés por conocer los planes de emergencias, por estar preparados para cuando salte la señal de emergencia. Y sobre todo para encarar las medidas para la prevención: la primera de ellas, estar en el puesto que tienes allí.

Dicen que “esto” está cambiando. Bueno. Dosis de esperanza no nos falta. En el Municipio también, aunque veamos las mismas caras como adalides del cambio (algunos, docentes y licenciados). Veremos. Esperemos que para los planes de prevención, cada uno según su competencia, nos libren, en primer lugar, de los malos o nulos gestores, inviertan e intervengan, y afronten con decisión (incluido el hacer que se lo crean los propios docentes y padres en los centros de enseñanza) el “estar preparados” por si la prevención no ha sido la suficiente; y podamos trabajar y estudiar sin miedos añadidos y sin lamentos irreversibles.


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