Resucitó

Jueves, 02 Abril 2015 15:18

Entramos de lleno en los días cruciales de la Semana Santa. El jueves en todas las parroquias tendrá lugar, la Misa de la Cena del Señor, en la que se revivirá aquella Última Cena que Jesús celebró con los apóstoles, en la que instituyó el sacramento de la Eucaristía antes de ser entregado a los sumos sacerdotes, azotado, crucificado y muerto en la Cruz. Luego visita a los Monumentos y Hora Santa. Quizá esta última parte no es tan participada, ni comentada como las procesiones, pero es la esencia de la Semana Santa. Luego la procesión del Santo Entierro: Muere Jesús por nosotros y lo sigue haciendo año tras año, porque aquí, en la tierra, nos conmovemos, le visitamos en los templos, pero seguimos ofendiéndole, flagelándole, crucificándole en la calle…en esa misma calle desde la que contemplamos conmovidos el paso de las procesiones.

Aquí en el Puerto de Sagunto, en la plaza de España, volveremos a ver la imagen de Jesús Nazareno que llega en procesión desde la parroquia de San José, se encuentra con la de su Madre, la Virgen Dolorosa, procedente de la parroquia del Carmen. Queda una frente al otro. El tiempo parece que se detiene; no hay palabras para decir, pero todos pueden observar como un rostro terso, sonrosado y surcado por unas lágrimas, mira con amor y dolor infinitos a otro rostro sucio y ensangrentado, con la lividez de la muerte en Él retratada, y a unos labios partidos y amoratados pero que, en el paroxismo del dolor, en la fortaleza de la propia debilidad y sobre todo fruto del inmenso amor de Dios hombre hacia el hombre, fueron capaces de pedir al Padre que nos perdonara porque no sabíamos lo que hacíamos. Seguirá la procesión; de la iglesia de Ntra. Sra. de Begoña salen las imágenes del Cristo de la Fe y del Santo Sepulcro. Jesús muerto y sepultado. Luego… silencio…Sábado Santo…

Pero el silencio debe romperse, porque el misterio de la Semana Santa aún no se ha culminado. La vida pública de Jesús no tendría ningún sentido si se termina con su muerte. Nuestra vida, nuestra esperanza, nuestra Fe está basada en un hecho extraordinario. Aún tiene que producirse la ansiada resurrección de Cristo. Las campanas golpean sin misericordia. El domingo, en El Puerto, el resucitado va al encuentro de su Madre, la Virgen Dolorosa  en la plaza del Sol.  Es como si Jesús Resucitado, en la grandeza y humildad a la par de todo un Dios, ofreciera el triunfo de su resurrección a la Madre que siempre estuvo con Él y nunca le abandonó; una resurrección que nos abre también a nosotros las puertas del Cielo.


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