El efecto Marilyn

Miércoles, 12 Noviembre 2014 10:38

Se le atribuye a la Monroe una frase en la que muestra su entusiasmo por las bellezas de la naturaleza con la coletilla de que no “entiende por qué no se construyen las ciudades en el campo”.  Muchas veces, observando las actuaciones de los urbanistas municipales me acuerdo de la Marilyn; tengo la sospecha o sensación de que piensan como ella, con sus mismos parámetros y con su misma lógica.

A pesar de la evidencia de que la burbuja del ladrillo ha sido, no el único, pero sí el más potente agente de la ruina económica y moral de este país y que nuestros munícipes no pueden alegar ignorancia ninguna al respecto, se trata de algo reconocido por tirios y troyanos, a pesar de ello, las nuevas inversiones del Ayto. de Sagunto continúan yendo por ese mismo lamentable camino. Parecen empeñados en demostrar que no saben hacer otra cosa.

Y no es que me oponga a que haya que gastar más cemento, sino que habrá que hacerlo con mucho más conocimiento y sentido del ahorro y de la eficacia. Por ejemplo: preguntarse porqué hay que reformar las mismas rotondas hasta tres o cuatro veces si hace cuatro días que se han hecho, preguntarse si todas las que se hacen son necesarias; porqué en el Puerto, un pueblo de reciente creación, desde aquellos años sesenta en que se empezaron a pavimentar las calles hasta hoy se han reformado montones de veces y sin embargo casi todas ellas siguen necesitadas de una reforma más o menos urgente porque casi ninguna cumple con las exigencias de un urbanismo adaptado a los tiempos que corren. Como me temo que quienes desde su responsabilidad sobre este tema hasta este momento no comprenden una palabra de lo que hablo, intentaré explicarlo mejor, con ejemplos.

Estando de acuerdo con que la circulación de vehículos preferentemente hay que encarrilarla en direcciones únicas, de acuerdo también en que el urbanismo ha de ir a favor de que en lo posible, solo en lo posible, favorecer zonas de aparcamiento para mitigar o resolver ese problema, sin olvidar ni un segundo que las calles son de y para la gente, para las personas, las que caminan y las que usan todo tipo de vehículos, lo que no puede ser es, que después de catorce intervenciones en una misma calle, en estos momentos tengamos montones de  aceras en las que haya que circular en fila india o como mucho en pareja, golpeándote brazos y hombros con los retrovisores laterales de coches y camiones, siendo que en muchas, muchísimas de ellas, se puede aparcar a ambos lados y se podría circular en dos direcciones aunque la calle sea de dirección única. Eso claramente favorece y provoca (no hay más que darse una vuelta por el pueblo) que los “listos” aparquen en doble fila mientras que los mayores, discapacitados o sufridos peatones padezcan en las estrechas y a veces peligrosas aceras, peleándose con las papeleras, con las farolas, con los árboles, con los contenedores de basura, con los postes de señales de tráfico e incluso con los viejos postes que Telefónica o la Hidro “olvidaron” en nuestras calles. De los ciclistas ya ni hablo. ¿Para qué?

Estoy algo mayor pero aún espero con ilusión el día en que vengan los míos y que se racionalicen estas cosas, que se piense con la cabeza y con una mano en la cartera, que antes de tomar decisiones importantes y caras se hable con expertos, pero también con los que más saben de estas cosas: los vecinos. Que enderecen de una puñetera vez la deriva en que han metido al urbanismo local, esa especie de locura que tanto dinero y disgustos nos cuestan.


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