La esperanza

Lunes, 03 Noviembre 2014 13:47

Era un frío mes de enero, pero el sol había salido con fuerza, el mar estaba en calma eran uno de esos días que los pescadores llaman la calma de gener. El calor del sol al amanecer abrazo a la barca de pesca El Aníbal en su camino del puerto al Rincón del Perolló, el golfo que narra Blasco Ibáñez en sus novelas, llamado por los pescadores el cementeri, porque todos los años alguna barca naufragaba y es que allí hay mucho pescado, el problema es que cuando sopla el viento de levante aquí las olas doblan su tamaño, no obstante no sólo iban a pescar barcas del puerto de Sagunto, si no más alejadas como de Moncofar o Burriana.

El Aníbal era una de las barcas más grandes y potentes de este puerto, pescaba al arrastre con sus grandes portalones de madera. Cuando habían dado las doce en el reloj, empezó a levantarse una ligera brisa que empezó a mover los palillos de la cortina de la cabina de mando del patrón. Felipe se dio cuenta enseguida que el tiempo estaba cambiando, por lo que empezó a dar orden de recoger las redes y tirar el pescado a cubierta, cuando estaba terminada estas maniobras y la pesca estaba recogida, la tormenta estaba encima de sus cabezas con sus negros nubarrones, el viento y las olas habían arreciado incrementando su tamaño como pocas veces habían visto en este mar de la calma mar interior llamado Mediterráneo.

El motor empezó a fallar Chimo que era el mecánico se puso manos a la obra y empezó a repararlo pero no pudo, o si pudo, solo que al cabo de cuatro horas la barca había perdido la marcha y sólo iba para detrás, el levante aumentaba por momentos y lo que en un principio fue un día de calma ahora era un temporal con las olas que barrían la cubierta y saltaban por encima de El Aníbal. Todos estaban en un silencio sepulcral, atentos a lo que Felipe dijera, habían cerrado o trincado todos los huecos para que no entrara agua. Felipe hacia lo que podía iba sorteando el temporal  de popa, o de culo, hasta que una ola los cogió de lleno por estribor, una ola mayor que las demás dio la vuelta a la barca por completo y la hundió en el mar, todos estaban en silencio mirándose… con la cara en el suelo, cuando al cabo de unos segundos la barca volvió a girar poniéndose a flote, apenas había entrado agua, los hombres sin perder la mirada unos de otros empezaron a respirar.
Ya era noche cerrada, el cielo se iluminaba con tantos relámpagos, que el fulgor y las descargas de los chispazos los tenia extasiados y absortos en la severidad del temporal, Felipe pensó, la próxima no lo contamos sacó el brazo por la ventana y disparó las bengalas de auxilio.

En el puerto estaba todo el mundo la noticia había corrido como la pólvora porque El Aníbal  con sus cinco marineros no había llegado, familiares y amigos guarecidos de una lluvia torrencial esperaban desde las rocas de la punta ver aparecer una luz, cuando vieron la bengala que pedía auxilio.

Bajaron la mirada sobrecogidos por el miedo y pensaron quien podría auxiliarles… el remolcador de altos hornos, y fueron a ver a su patrón, este era la tristeza que viendo como las olas saltaban la pared del muelle estaba en un decaimiento moral y las circunstancias le superaban, también estaba la draga pero su patrón era el egoísmo, este tenía un amor excesivo por sí mismo, que sólo le hacía atender su propio interés y regía sus actos a su propia y absoluta conveniencia.

Y daban las 12 en el reloj, cuando en el grupo de familiares y amigos se cortaba el desconsuelo, la aflicción la nostalgia, pues eran cinco familias las que tenían al ser más queridos a un pie del hundimiento.

Cuando veían que sus expectativas de salvarlos no serían cumplidas irrumpieron en un afectivo llanto interior De pronto el amor de Batiste el hermano de Felipe dijo: ahí está una barquita llamada Esperanza, conozco a su patrón, es la alegría, fueron a buscarlo y dijo: pero si hay barcas en el puerto mucho más grandes que la mía, si pero todos tienen miedo. La alegría fue buscar a su hombre de confianza la sabiduría y el amor de Batiste por su hermano le hizo vencer su miedo y decir, yo también voy, y salieron a la mar. La sabiduría con su pipa en la boca se puso al timón, su experiencia era una garantía, la alegría tenía todo bajo su mirada intentando penetrar en la tormenta buscando una tenue luz en la rosa azul de pétalos rabiosos que estaba intentando clavarles sus espinas, y el amor se puso achicar agua para no naufragar. cuando la vieron la alegría lanzo un sisga con una bola de plomo en la punta para que amarrarán un cabo, la cuerda se rompió varias veces, el gigante Aníbal encima de la ola , la pequeña Esperanza en el fondo , era como si un enano se echara a cuestas a un gigante, la unión se rompió varias veces , pero otras tantas volvieron a unirse , porque la alegría no ceso y la sabiduría empezaba de nuevo la maniobra para acercarse, hasta que consiguieron arrastrar El Aníbal hasta embarrancarlo en la playa de Pinedo , porque el viento de levante no les dejaba entrar a puerto , la Esperanza llegó con el motor fundido al puerto de Valencia. La alegría la sabiduría y el amor se unieron en un fuerte abrazo dando gracias a la Virgen del Carmen.

Un abrazo de Paco.


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Modificado por última vez en Lunes, 03 Noviembre 2014 13:53
Más en esta categoría: « Codicia sin límite

 

 

SUCESOS

SALUD