No sin cierta satisfacción constato que mi municipio parece (toco madera) haberse librado de la nube de corrupción que nos asfixia. Y ello pese a la cantidad de suelo que se ha liberalizado en 20 años y al crecimiento urbanístico en El Puerto, Sagunto y Almardá, consecuencia de la burbuja inmobiliaria y de la escandalosa ley del suelo con la que Rodrigo Rato y el gobierno de Aznar edificó aquel milagro económico que ahora se nos está comiendo por los pies.
Como no creo que individualmente los ciudadanos de Sagunto y sus representantes sean muy diferentes de los de otros lugares, tal vez lo que haya ocurrido es que no se han dado aquí las condiciones necesarias para que enraíce la corrupción. Puede que esas zonas de opacidad que necesitan corruptores y corrompidos hayan disminuido notablemente gracias a la alternancia política, la implicación de algunas asociaciones en la vida social o al papel fiscalizador de los medios de comunicación. Pero como esto no es algo que sea específico de Sagunto, si de verdad queremos buscar un hecho condicionante que diferencie históricamente a nuestro poder municipal de cualquier otro Ayuntamiento de la Comunidad Valenciana, conviene que nos fijemos en que ha sido, elección tras elección, la resultante de nuestra original complejidad en lo social, lo lingüístico, lo étnico, lo urbanístico, lo histórico y lo económico. A los habitantes de esta ciudad doble difícilmente se nos describe con cuatro señas de identidad.
Esto se traduce en que, tras 34 años de ayuntamientos democráticos y ocho elecciones municipales, jamás un partido ha alcanzado en Sagunto la mayoría absoluta y, además, desde 1979 la bancada de la Sala de Plenos ha contado siempre con 5 o con 6 grupos municipales (y anticipo que en las elecciones de 2015 el resultado no será muy diferente). Es cierto que nuestro gobierno ha sido siempre muy inestable y, en ocasiones, sometido a una tensión política exagerada, pero viendo lo que está ocurriendo en la mayor parte de las poblaciones grandes, tal vez hayamos tenido suerte. Nunca un partido en Sagunto ha podido hacer en el ayuntamiento lo que le placiera. Tampoco parece que ningún munícipe se haya lucrado gracias a la generosidad de un constructor al que se le ha facilitado el negocio, o que una empresa de servicios se haya beneficiado con un contrato millonario por ese sistema (y conste que cuando escribo esto sigo tocando madera).
Por esa razón, cuando hace poco el Partido Popular proponía la elección directa como Alcalde de aquel que representara a la lista más votada, yo me echaba las manos a la cabeza, pues ese pensamiento estrecho y antidemocrático lo único que garantiza es la opacidad. Ahora que al PP le detienen día sí día no a alcaldes y a altos dirigentes de mayorías absolutas es probable que ya no continúen con la matraca.
