Alucinando con tarjetas de colores

Martes, 28 Octubre 2014 12:43

Estamos conmocionados. Nuestra capacidad para recibir, asimilar y deglutir noticias de pelotazos, corruptelas, mentiras, insolencias, desvergüenzas, indecencias, obscenidades u otras repugnantes agresiones con las que nos obsequian día a día los poderes del estado parece que han sobrepasado ya el límite de lo que un pueblo puede soportar. Los ciudadanos tenemos la clara percepción de que el Sistema nos ha dejado con el culo al aire y que en este momento somos un país en franca bancarrota en todos los terrenos, muy mal en lo económico pero mucho peor en lo moral. Marranadas tan gordas como lo de las preferentes, con ser sumamente graves, no lo son tanto a los ojos de este pueblo desengañado e indignado como el comprobar para lo que ese robo, entre otras cosas, sirvió. Para algo más sucio aún: la increíble inmoralidad descubierta en el affaire de las Tarjetas Negras.

Las cosas están mal, muy mal. Pero se ven aún peor si tenemos en cuenta que de la gran cantidad de escándalos que están aflorando (prácticamente todos los días) su descubrimiento no se debe, ni tampoco son consecuencia, del trabajo de los organismos pertinentes creados al efecto aparentemente por el Sistema; organismos oficiales como el Banco de España, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo, la Fiscalía, Hacienda, y un largo etc parecen (adoptando una posición muy generosa con ellos) desaparecidos en combate. Cierto que la Policía y la Guardia Civil más o menos cumplen su función pero estas, frente a los poderosos, están muy desarmados careciendo de los medios y apoyos necesarios tanto económicos y logísticos como del precario sistema judicial.

Si aquí los escándalos salen a la luz es gracias a periodistas que se la juegan, a denuncias de ciudadanos valerosos, a novias cabreadas, a agrupaciones ciudadanas como el Partido X o el 15MpaRato y a algunos pocos jueces que se vuelven “locos” y que son apartados del Sistema por traidores. Parece evidente que hemos llegado a ese punto en el que ya no hay parche que pudiera servirnos, a ese punto de peor imposible, cuando hemos llegado al extremo de que, según todas las apariencias, una de las cosas que habría que hacer (por supuesto no la única pero sí una de las más importantes) sería meter en la cárcel al Presidente de este país por la financiación ilegal de su partido y cuarenta cosas más… aunque ya sabemos que no va a ser así porque para ello sería necesario que hubiese robado una gallina, que eso sí que está tipificado y penado por ley.

Recuerdo e insisto que hay algo mucho peor que la corrupción; que la corrupción por sí sola no puede acabar con un país, que lo que acaba con un país es la IMPUNIDAD. Llegados a este punto, para y por razón de supervivencia, se necesita urgentemente una regeneración democrática y a eso solo se llega si se convoca al país a una catarsis equivalente a la que se produjo al final de los años setenta cuando se llevó a cabo la llamada Transición Democrática. Esto sería mucho más fácil hoy porque el peso y la actitud de las Fuerzas Armadas es otro y se supone que algo habremos aprendido, por ejemplo: lo funesto que resulta la no separación de los poderes político, legislativo y judicial.

¿Será posible que esta gentuza, verdaderos antisistemas, estén provocando el advenimiento de la Tercera República? Todos los síntomas parecen indicar algo así. Algo habrá que hacer. Lo contrario será invitar a la salida del Estado Español de catalanes y vascos y que terminen por expulsarnos por descerebrados de la Comunidad Europea como vaticina “Torrente 5”.


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