No es casualidad

Martes, 14 Octubre 2014 13:40

Dentro de unos años, pocos, cuando tengamos la suficiente experiencia, todo el mundo sabrá que, desgraciadamente, el Neoliberalismo es una ideología bastante peor que el Facismo. Soy consciente de que esta afirmación escandaliza, pero en defensa de ella tengo que decir que creo que parte de una observación muy objetiva: los crímenes de lesa humanidad que hoy se están produciendo en Gaza y el resto de Palestina, en Siria, Irak, Guantánamo, a lo largo y ancho de África, etc, a lo que hay que sumar el criminal desmontaje del Estado del Bienestar en el Primer Mundo, no son de menor importancia que aquellos cometidos por los regímenes fascistas. Sería de ciegos negar la evidencia.

Pero si acabo de afirmar que los crímenes son equivalentes (por la razón de que nadie los podría empeorar) ¿por qué me atrevo a afirmar que el Neoliberalismo ideológicamente es aún peor? Porque las motivaciones de un fascista, aunque le lleve a realizar crímenes horribles, son de tipo patriótico: son monstruos que creen amar y servir a su país y por ello son capaces de lo peor, creen tener una excusa moral. En cambio el neoliberal, es igualmente capaz de todo lo peor pero tiene como dios únicamente al mercado, o sea, el dinero; no encuentra ni tiene ninguna otra excusa que pueda aparentar ennoblecer su ideología.

Ya se sabe que el dinero no tiene patria. ¿Hace falta poner ejemplos? Por ello ninguna consideración de tipo nacional ni de cualquier otro tipo les frena, por ello se dan entre ellos numerosos dirigentes públicos cuyos comportamientos y decisiones pueden ir, y de hecho van, contra los intereses de sus conciudadanos, les hayan votado o no. Les da igual.

Una parte importantísima de su doctrina predica la superioridad y supremacía de lo Privado frente a lo Público y, para demostrarlo, atacan por todos los frentes. Resulta especialmente irónico que su frente más importante sea introducirse en todas las instituciones públicas, haciendo un canto a su inutilidad, a su ineficiencia, a su burocratizada plantilla y un largo etcétera… y es irónico que lo hagan desde el desprecio por las instituciones y sus funcionarios, porque aunque desde el punto de vista intelectual parezca imposible, consiguen que se les vote… y, lo peor es que suelen ganar. Así es como hemos llegado al siglo XXI, con la mayoría de las instituciones copadas por gentes que afirman no creer en ellas.

Centrémonos para poner un  ejemplo en un tema de actualidad como es el de  las tarjetas negras de Bankia, un escándalo que, paradójicamente, beneficia por todos lados al Neoliberalismo: los “pringaos” en el caso no tendrán ningún problema con la justicia porque el Sistema ya tiene establecida la impunidad para todos ellos; problemas de vergüenza no tendrán porque para eso habrían de tenerla; problemas económicos tampoco porque para eso ya están Suiza, Andorra, Gibraltar, etc. ¿Y el descrédito? Pues eso es lo que le queda a las instituciones, el descrédito. Lo importante, el fin último, era cargarse las Cajas de Ahorros (en beneficio de los Bancos) y esa es la última parte de un proceso que está prácticamente finiquitado. Las Cajas de Ahorros, tradicionales, cercanas, enraizadas en sus localidades, con sus Obras Sociales, con sus trabajadores, amigos, cercanos, han pasado a la historia. Ya nos han modernizado, ya nos han salvado: ahora solo nos quedan los Bancos.

 Nada de todo esto es fruto de la casualidad. Todo funciona dentro de la lógica del Sistema. Los componentes de La Casta, los ladrones, saldrán de Bankia, forrados, y una puerta giratoria se abrirá para cada uno de ellos. No lo duden. Pero las Cajas de Ahorros habrán desaparecido.


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