Siguiendo a FOUCAULT

Jueves, 04 Septiembre 2014 10:40

Sobreviviente a este “raro” periodo estival, trayecto desengrasante que media entre el final de un curso escolar y el comienzo de otro; abatido por  imágenes visionadas en directo llenas de crueldad e impunidad soportadas en territorios varios; sin reproche alguno sobre los que hayan decidido “disfrutar” de unos centímetros de arena playera; y sin “novedad en el fuerte”, retomo ofrecer contenido renovado en el  espacio  reservado a Cascorro(y su lata) -a la par que retorna la nueva andadura de EL ECONÓMICO transmitida sólo en píxeles(las realidades se nos imponen, pero ¡qué pena!)-.


Voy nombrar a Rafael Narbona, que fuera alumno de una escuela, profesor después, y escritor de libros, artículos, “propietario” de una www.(http://rafaelnarbona.es) para citarle como autor de la reproducción ilustrativa de una frase de Foucault, recogida en su artículo “Por qué odio la escuela”(septiembre de 2013). El asumido consejo decía: “En la medida en que el secreto es una de las formas importantes del poder político, la revelación de lo que ocurre, la denuncia desde el interior, es algo políticamente importante”.


Me pregunto si a las puertas de un nuevo curso escolar, en esa institución del sistema que hemos  venido llamando Escuela, que ahora denominamos -por influencias- Colegio, y que cualquier día nuestros alumnos y alumnas denominarán...(póngale nombre) los silencios del poder seguirán siendo silencio, ocultación, negación, desprecio. Porque, pese a los espejismos transmitidos, y las imágenes proyectadas en la caverna platónica(nada que ver con la realidad),  los silencios son el pan nuestro de cada día. De ahí que la revelación de lo que ocurre dentro, la denuncia desde el interior, es tan importante. Como lo que puede ocurrir, y ocurrió,  en una comisaría catalana, en un centro de internamiento cercano(Zapadores), en el inexpugnable Pentágono, en la bodega de La Moncloa, en  los cajones que guardaban facturas en el Palacio de la calle Caballeros. Y en...mi propio centro docente, en mi ambulatorio que me trata, en el juzgado, que me juzga.


Sigue Narbona, y afirma que “La formula es buena, pero inaplicable cuando todos tus compañeros actúan como una horda que se refuerza mutuamente mediante el odio hacia el enemigo, que en este caso es el alumno”. Afirma a continuación que “en los tres últimos años, la caza de brujas se ha incrementado hasta niveles insospechados, con expedientes, cambios de destino o intimidaciones verbales. La inspección y los equipos directivos han sido depurados y reemplazados, con la intención de neutralizar cualquier forma de protesta o disidencia”. Refiriéndose a los docentes, inconscientes de la función social que ejercen -frente a la que quizá deberían ejercer-, manifiesta que “están encantados con haber sido investidos con la condición de autoridad pública”. Para concluir: ”Las voces críticas son minoritarias y suelen acallarse mediante represalias de la Administración o cuadros de acoso laboral, a veces promovidos por sus propios compañeros”. En la mayoría de los casos, añadiría yo. 


Todo ello sin que se conozca a nadie(yo al menos) que pretenda implantar o desarrollar un modelo de escuela “Yásnaia Poliana” inspirada en las teorías libertarias de León Tolstoi. (La escuela “Yásnaia Poliana”, como es conocido, y antes de nacer Rafael Narbona,  fue cerrada por el gobierno zarista). El temor en estos días es menos visible -pero existir, existe- a que ante un nuevo comienzo de curso escolar, lo que queda o quede de la Escuela Pública que hemos conocido -mejor o peor- sea desmantelada por los viejos y nuevos zares, con la complicidad -consciente o inconsciente_ de los agentes más cercanos a los alumnos y alumnas: sólo por salvar un privilegio, por una “carrera” en forma de puntos a ninguna parte, por una “concentración” de jornada, por...Y cada vez más, de sus progenitores: que mucho aparcamiento, que muchos días ¡más, más!,que muchas horas, que mucha exigencia, pero...
Como funcionario docente en activo en un centro público me marco tan sólo para este curso escolar -de momento voy perdiendo la batalla- que me faciliten, en derecho, copia sellada de las actas de los órganos de gobierno y coordinación a los que pueda pertenecer, órdenes del día con antelación suficiente y documentación adjunta de los temas a tratar, información sobre lo que me afecta, obliga y da derecho. Nada que ver con anhelos de reivindicar una escuela “Yásnaia Poliana”, ni “Summerhillista”, “Ferrerista” y, menos, “Guadalaviana”. Sin pretensión, en principio, de mostrar la “Cara oculta de la Escuela”(Mariano Fernández Enguita). Sólo interrumpir los silencios del poder. Seguir, pretendidamente, a Foucault. Alentar a Narbona


Y no me pondré “esa” camiseta verde. Esa, junto a algunos y algunas “de ellos y de ellas”. Con cómplices del silencio. Ni el 2 ni el 3 de septiembre, ni en el mes de octubre. Ya veremos en noviembre. Quizá en mayo. Quizá  nunca.


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