Si yo tuviera una escoba

Martes, 02 Septiembre 2014 14:24

Sin acabar de creerlo escuché en la radio del coche que El País del domingo regalaba  la cartilla necesaria para obtener la vajilla de la Abeja Maya que, según la cuña publicitaria, sigue siendo –asómbrense- la favorita de los niños. Aunque la carretera, en las estribaciones de Javalambre, era sinuosa, conseguí estabilizar el volante tras el latigazo emocional que sacudió de arriba a abajo mi espina dorsal y que luego comunicó con la transmisión del Peugeot, que se volvió loco por unos instantes. Cuando apenas había conseguido reponerme de la sorpresa la radio volvió a la carga: si adquiría el Levante dominical sería mía una extraordinaria manguera de riego extensible con pistola multiposiciones. ¡Y por tan solo 9’95€!

Como la carretera exigía concentración opté por la seguridad y apagué la radio, pues no me gustaría ser víctima de la mercadotecnia y morir en accidente, dejando a los míos solos y al arbitrio de una hipoteca feroz. En silencio, discurriendo con el vehículo entre sabinas y carrascas, pensé que a su modo y en su nivel El Económico actuaba con más lucidez que estos importantes  medios, al hacer de la necesidad virtud y apostar por un periódico digital, sin rebajarse a estrambóticos métodos de financiación que obligan a los lectores a dilemas tales como hacerse una vajilla o comprar una manguera. Pero esto es algo que solo el tiempo dirá.

Pero al hilo de lo anterior también pensé en la mediocridad que nos rodea y en los intereses espurios que se ocultan tras las grandes palabras y tal vez sea en Educación donde la mercadotecnia más perniciosa ha sido desplegada por el Partido Popular, que pone en marcha la LOMCE sin consenso de nadie, ni partidos, ni profesores, ni familias, con el aparente noble objetivo de reducir el fracaso escolar, pero con el propósito verdadero de reducir la educación pública, de convertirla en asistencial y, en lugar de protegerla, abrirla al falso mercado de la competencia de los centros privados, que se benefician económicamente de los conciertos y establecen -muchos de ellos- procedimientos de segregación del alumnado. Potencian “su” educación debilitando la educación de todos.

Caso extremo es el de la Generalitat Valenciana que entrega suelo público a la iglesia y empresas afines para construir sus centros, lo que supone una desvergonzada instrumentalización ideológica de la educación, que no destina un solo euro a las familias más necesitadas para que adquieran los libros, que carece de propuesta alguna de universalizar la reutilización de libros, allá se apañen las AMPA de los centros públicos. O que no ha derogado aún la normativa absurda –y peligrosa- que permite a los niños llevar al comedor fiambreras con comida. Todo sea por ahorrarse la ayuda diaria de poco más de un euro por alumno comensal. En este panorama presume de defender la libertad de elección de centro de las familias y para ello elimina uno de los parámetros básicos reconocidos internacionalmente de integración y de cohesión territorial, como es el de la proximidad del colegio al domicilio. No persigue otro objetivo que permitir a los centros concertados elegir a las familias.

No nos venden mangueras, sino escobas, que barren para “su” casa.

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