De milagro a maldición

Martes, 23 Abril 2013 22:36

Desde la Constitución de 1978, los periodos de contracción económica le han tocado al Partido Socialista. De hecho, existe un marco cognitivo muy definido a este respecto: PSOE es igual a crisis y PP a crecimiento. Esto lo saben muy bien los profesionales encargados del marketing político. Es por este motivo por el que los principales dirigentes del Partido Popular: Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría o González Pons, por citar solo tres ejemplos, aludieron en la pasada campaña electoral a la etapa de José María Aznar, asegurando que entonces sacaron a España de la crisis y que ahora lo volverían a hacer. Recuerdo que la hoy vicepresidenta del Gobierno repitió con bastante frecuencia: «sabemos cómo hacerlo». Y la gente, que asocia al PP con la prosperidad y al PSOE con la crisis, se lo creyó a pie juntillas. Claro que, una cosa es predicar y otra bien diferente dar trigo, como, por otra parte, ya estamos constatando.
 
Cuando el señor Aznar llegó a la presidencia del Gobierno de la nación, allá por 1996, ya existían indicadores macroeconómicos muy claros que anunciaban el cambio de ciclo, es decir, que la crisis de 1993 quedaría eclipsada por una nueva fase de bonanza económica. A su llegada, el primer Gobierno del Partido Popular se encontró con un déficit público del 6,6%, mientras que el interés legal del dinero rondaba, por entonces, el 9%. Con estos mimbres, Aznar tuvo que afrontar el reto exigido por el Tratado de Maastricht, el de alcanzar el 3% de déficit público en 1998.
 
El ministro de Economía, Rodrigo Rato, implementó una serie de políticas de marcado sello neoliberal, por un lado, reducir el déficit público a base de hacer caja, privatizando las empresas públicas más rentables. De esta manera se logró cerrar 1996 con un déficit del 4,9%, que descendió hasta el 3,2% a finales de 1997 y se situó en el 3% en 1998, lo que permitió a España cumplir con uno de los requisitos más importantes del tratado de la Unión Europea. Aunque la venta de la mayor parte de las joyas de la corona, para pagar deuda, privó al país de los ingresos recurrentes que cada ejercicio generaban estas sociedades. En el ámbito de la política monetaria, con la llegada de Aznar al Gobierno, el precio legal del dinero fue reduciéndose de manera prodigiosa. Efectivamente, del 9% de 1996 descendió hasta el 5,5% en 1998 y el 4,25% en el año 2000.
 
La bajada de los tipos acabó con los rentistas, que no tuvieron más remedio que poner sus fundos a trabajar. Así, una parte del ahorro fue a parar a la bolsa y otra al sector inmobiliario. Al mismo tiempo, el dinero barato contribuyó a aumentar la capacidad de endeudamiento de los españoles, que, sin embargo, seguían manteniendo los mismos ingresos salariales. Estos dos elementos crearon las bases para que se formara lo que más tarde se dio en llamar la burbuja inmobiliaria. Por un lado, los ahorradores, ávidos de rentabilidad, se echaron en brazos de la especulación urbanística, mientras que, por otro, un dinero a bajo interés permitió que cualquier trabajador se pudiera embarcar en una hipoteca a 30 años, por un principal de 25 o 30 millones de las desaparecidas pesetas. Algo impensable hasta entonces. Con este caldo de cultivo tan propicio, los precios de la vivienda se dispararon de una forma fabulosa. Para terminar de arreglar la situación, el 1 de enero de 2002 se produjo el cambio de moneda. La sustitución de la peseta por el euro hizo aflorar el abundante dinero negro que todavía no había sido depositado a buen recaudo en los paraísos fiscales, y que contribuyó a recalentar, mucho más, la burbuja inmobiliaria.
 
Este es, en síntesis, el milagro del señor Aznar. Su final ya lo conocen ustedes, y sus consecuencias, que ahora padecemos con toda su crudeza, van a ser muy duraderas. Tanto como la mayor parte del tiempo de vida de las hipotecas. No pierdan de vista que con la aplicación de la nueva reforma laboral, la aprobada por el PP, se va a producir en España un recorte salarial tan importante que los que todavía conservan su puesto de trabajo tendrán recursos para comer, atender los gastos de la casa y, sobre todo, pagar la hipoteca, para poco más. Lo que significa que el consumo va a estar bajo mínimos durante muchos años. Analícenlo y verán.
 
Con el paso del tiempo, se ha transformado en una maldición lo que entonces pareció un milagro económico. Los españoles vivieron un sueño absolutamente artificial, sin base sólida, alimentado con deuda y más deuda, mientras una minoría se enriquecía al abrigo de los pelotazos urbanísticos y la corrupción rampante. De esta se saldrá, claro que sí, pero los damnificados se podrán contar por cientos de miles.
 
Ya no se puede responsabilizar exclusivamente a la ideología comunista de repartir pobreza. El neoliberalismo, por motivos distintos, también lleva la ruina donde se implanta. Es evidente, ¿no?

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Modificado por última vez en Viernes, 26 Abril 2013 22:57

 

 

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