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Ignacio Belzunces Muñoz

El aborto de Letizia

Martes, 09 Abril 2013 12:17

Ayer se puso a la venta un libro que, antes de llegar a las librerías, ya ha suscitado una gran polvareda. Se trata de la obra titulada 'Adiós, princesa', de la que es autor David Rocasolano, primo hermano y ex abogado de la futura Reina de España. La polémica surge porque en este relato novelado de memorias se asegura que Letizia Ortiz abortó el 27 de octubre de 2002 en la madrileña clínica Dator, antes de iniciar su relación con el príncipe Felipe. Después de toda la tarascada que le está cayendo a la Casa Real, muchos lectores pensarán que este hecho, ahora desvelado en el mencionado libro, viene a ser la guinda, la gota que colma el vaso. O sea, lo que les faltaba. No obstante, es probable que la escena que nos presentan se tenga que ver desde un plano muy distinto.
 
Partiendo del principio de que las cosas no suceden por casualidad, la verdad es que no ha podido ser más oportuna la aparición de esta publicación, al coincidir en el tiempo con la imputación de la Infanta Cristina en el caso Nóos y el agotamiento del folletín por entregas protagonizado por la otra princesa: Corinna zu Sayn-Wittgenstein, amiga entrañable de don Juan Carlos. Creo, por tanto, que el episodio de la interrupción voluntaria del embarazo, del que se habla en este trabajo, hay que interpretarlo cómo un intento de colocar el foco de atención en otro punto. Exactamente, este polémico asunto puede dar muchísimo juego durante las próximas semanas en el universo mediático nacional, y claro, mientras se habla de estas banalidades, quedan en la sombra los asuntos de calado, logrando, por ejemplo, que la corrupción en los aledaños de la institución monárquica, los seis millones de parados, los desahucios, o los salvajes recortes de este Gobierno, queden eclipsados.
 
También es obvio que este pasaje de la vida de la princesa de Asturias va a reabrir el debate sobre la ley del aborto. Personalmente, considero un tremendo fracaso la interrupción voluntaria del embarazo cuando se ha producido tras una relación sexual consentida, por tanto, no soy partidario de esta práctica. ¿Acaso hay alguna mujer que, per se, sí lo sea? Por otro lado, creo que hay medios más que suficientes para que nunca se tenga que llegar a la preñez no deseada. En mi opinión, el aborto es un derecho exclusivo de la mujer, regulado por un a ley que en ningún caso obliga, pero sí protege a aquellas que deciden ejercitar este derecho.
 
El aborto, el divorcio, o el matrimonio homosexual, no son obligaciones, son derechos civiles. Cada cual, en función de sus convicciones morales, éticas o religiosas, desde la libertad individual, podrá decidir si aborta, se divorcia o contrae matrimonio con otra persona del mismo sexo. Así debe ser. De hecho, la eutanasia, bien regulada, también debería de formar parte de este paquete. Por tanto, no es admisible en un régimen democrático de libertades que determinados grupos, tradicionalmente vinculados a la extrema derecha y el fundamentalismo religioso, pretendan decidir sobre los derechos de los demás. Esto es absolutamente intolerable, solo posible en regímenes totalitarios. Efectivamente, durante el régimen fascista de Franco, el aborto estuvo prohibido en España, lo cual no impedía que las clases pudientes, de misa y comunión diaria, pudieran disfrutar de estos servicios fuera del país, acudiendo a las clínicas de Londres. Sin embargo, las mujeres sin posibles se cargaban de hijos o se arriesgaban a perder la vida en abortos clandestinos sin ninguna garantía sanitaria, cuando no, a terminar en la cárcel.
 
Muchos de los que, por ser contrarios al aborto, dicen estar a favor de la vida, al mismo tiempo, son partidarios de la pena de muerte. Chocante, ¿verdad? También llama poderosamente la atención que ese clamor por la vida no vaya acompañado de una reivindicación mucho más sonora por el apoyo real a la familia desde las instituciones públicas. Si se pretende que la natalidad aumente, es evidente que habrá que crear las condiciones más favorables para ello, canalizando toda una serie de ayudas económicas para los padres con hijos, estableciendo reducciones de impuestos y garantizando la gratuidad de la enseñanza, incluida la etapa universitaria, con una educación de calidad. Aún recuerdo las desaforadas críticas, contra el Gobierno de Rodríguez Zapatero, que suscitó la implantación del llamado cheque bebé, que, de continuar, posiblemente hubiese requerido algún reajuste.
 
Francia está a la cabeza de la natalidad en Europa, por tanto, es bien sencillo lo que hay que hacer, basta con seguir sus pasos, creando las mismas ayudas y medidas que ha establecido el Gobierno galo. España, en cambio, es la colista de la Unión en cuanto al índice de nuevos nacimientos. ¿Qué esperan?, con 6 millones de parados y un Gobierno que se ceba con los recortes, hundiendo poco a poco la nación y extendiendo la pobreza entre los ciudadanos, para que los bancos sigan forrándose. Que un Estado permita el desahucio de familias con niños es, probablemente, el ejemplo más palmario de lo poco que le importa a los poderes públicos proteger la infancia e incentivar el aumento de la natalidad. Cada desalojo, con asistencia de empleados judiciales y efectivos policiales que pagamos entre todos, pone al descubierto el total desamparo de la familia en España. ¿Para qué van a traer niños al mundo, para que los echen a la calle cuando sus padres, por estar sin trabajo, no puedan pagar la hipoteca?

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Modificado por última vez en Jueves, 11 Abril 2013 11:52

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