Panojo

Jueves, 03 Enero 2013 23:00

María Hebenstreit
 
Hola Maria, me gusta como escribes y lo que escribes. Me gusta que te guste "Saguntum", El Puerto, Valencia, y en definitiva este país y estas sus gentes. Tengo tres nietos, dos de la hija mayor y uno de la mediana, la tercera de mis hijas con 29 años con compromiso, pero soltera. Pues los de la hija mayor son una chica de 15 años morena íbera y el chico de 14 años es moreno castaño de rasgos celtiberos. A lo que iba Maria, es que el nieto de la mediana de dos añitos, ha salido rubio paja y de rasgos netamente teutones, tiene la cabeza cuadrada y es duro de mollera (cabezón), pero listo como la madre que lo pario. Tampoco estoy seguro que su pelo paja y tez pálida, sea de procedencia Sueva o Celta.
 
Tú, como licenciada, conoces mejor que yo nuestra historia… ya sabes que 900 años a. c. ya venían en vuelos chárteres turistas celtas, en busca de la buena vida. Con los años, dejaron el norte de Iberia llena de panojos y pelirrojas. La oleada siguiente de panojos, fue después del 400 d.c. Estos seguramente paisanos tuyos, los Suevos; que junto a los Vándalos fundaron el primer “Botellón” que se conoce en la historia. Vinieron al calor del sol de Benidorm y en plan de “sin papeles”, sin permiso de trabajo ni ganas de trabajar, de hecho, se pusieron en plan “Führung”; yo creo que fueron los avanzados de la CE, se paseaban por la Europa de los 27, como Pedro por su casa, y los romanos… ¡ni pío!
 
Ahora estamos en la tercera invasión de panojos/as y morenos/as, todos sois bien recibidos, sobre todo si son como tu; guapa, trabajadora y buena chica. El somero repaso a las inmigraciones en España, no es por queja si no por regocijo, no hay nada mejor para la humanidad que las migraciones, sin este proceso no existiría la civilización humana como la conocemos. Todo proceso migratorio, implica emigración e inmigración. Yo fui emigrante en 1958, y después de estar en Ginebra y Paris, me fui a Alemania; estuve en los meses de Noviembre a Enero de 1959/60, en un pueblo cercano a Düsseldorf a 17º bajo cero. Lo mejor de esto, los alemanes y alemanas, gente educada y amigable, lo peor es que no podía comer pescado. Salchichas de mil maneras que junto a las kartoffen y las pilsen bier, ya vas bien servido. Las mejores sopas de cebolla y tomate las he comido en Colonia, y ya ni te digo lo bueno que está el codillo de cerdo alemán (sin querer ofender), el Eisbein mit Sauerkraut, está ¡cojonudo! Chica.
 
Amiga Maria, lo decente es apreciar a las personas por lo que son, como son y lo que hacen, y no por donde nacieron, pero indudablemente el contacto, la convivencia y el conocimiento de otras culturas, hace que puedas valorarlas y ser más cercano a las conocidas, que a las desconocidas. Con ese país de panojos que es Alemania y sus alemanes, yo he tenido la satisfacción de convivir mucho más que aquellos tres meses de 1959/60 que trabajé como soldador de torres y vagonetas. Mi primera información de que en el mundo habían alemanes y alemanas, se remonta a los años 1948 y siguientes. Mis padres vivían en aquel entonces en el “Pantano del Generalísimo”, hoy llamado de Benageber.
 
El pantano estaba en obras, en plena construcción y los trabajadores residían en casitas hechas ex profeso para las miles de personas que necesitaba tan ingente obra. Todo ello en pleno bosque de montaña, pues el pueblo de Benageber fue desalojado y posteriormente cubierto por las aguas del pantano. Estos trabajadores libres unos, y otros por ser ex políticos republicanos o desafectos al régimen, estaban bajo control, habían otros muchos que eran ex presidarios con pena de trabajos forzado. Estos ex presidarios residían en un albergue en régimen casi militar, pues aunque en libertad para trabajar y deambular, no podían desplazarse a otras poblaciones sin permiso. En este albergue había un muchacho alemán en situación similar a la de libertad condicionada. Tenía la edad de mi hermano, unos 18 años, hicieron amistad y una noche se presentaron en casa de mis padres, Hans y mi hermano Manuel; la mesa estaba puesta y los platos evaporaban un olor a judías con chorizo, que hacían hablar a los mudos, estábamos todos menos mi hermana Fina.
 
Pues, como sabes Maria, en este país invitamos a comer si alguien se presenta inoportunamente, en ese importante momento. -Vamos a cenar ¿si quiere comer…? Le preguntó mi madre… Hans, no sé si por costumbre Alemana, o por el hambre de aquellos años, supongo que por ambas cosas, pues si te invitan, no debes hacerles ese feo. El caso es que Hans dijo: “Danke sehr”, y se comió el plato de mi hermana Fina, al terminar y con cortesía alemana… “sehr gut”. Desde aquél día, ya fue costumbre de que Hans comiera en familia los domingos y fiestas de guardar, mejor que el rancho del albergue sí que eran los platos de mi madre, palentina de Villamurriel del Cerrato, guisaba de maravillas. A Hans lo alistaron a los 16 años y lo mandaron al frente de guerra en Normandía de la Francia ocupada. Él como otros miles de alemanes, traspasaron los Pirineos en busca de sol y paz, lo mismo que hicieron sus antepasados los Suevos, pero 1.535 años después. El gobierno de Franco les dio asilo, pero debido al ambiente post guerra, los escondió en zonas remotas, como eran los pantanos, que entonces estaban en obras y en zonas montañosas, lejos de las zonas urbanas donde el espionaje internacional era un hervidero.
 
Un día de 1951, mi padre debía ir a Puerto de Sagunto para firmar un contrato de tornero con la CMSM, pues el pantano tenía ya las obras muy avanzadas para su fin. Hans se fue con mi padre y lo acompañó hasta el puerto de Valencia, allí embarcó en un mercante alemán y un mes más tarde envió una carta de agradecimiento y confirmando el buen estado de su familia alemana. Es de suponer que no quiso darnos las malas noticias que seguro las tendria, la guerra no es buena para nadie. Durante mis dos años de marino mercante noruego, tuve como Jefe de Maquinas a un alemán que se llamaba Ernest, solo tenía un problema, que se mareaba cuando el barco amarraba en puerto, en alta mar cumplía como lo que era el primer oficial de máquinas. Hacíamos buenas migas entre las bielas y aceites, pero no en la calle, porque en el primer bar que veía echaba el ancla. Yo a la vuelta me lo llevaba como podía, pues el muy jodido pesaba unos 90 kilos en canal. En 1975 vuelvo a tener contactos con alemanes, y esta vez fue con muchos.
 
Ingreso en Ford España y es un alemán de apellido Wisser quien me contrata, me lleva a Köln y a Saarlouis para la práctica y formación pre-lanzamiento del Ford Fiesta en 1976, durante cuatro años viajo esporádicamente a Alemania y convivo con muchos alemanes, y mucha cerveza, por razones de trabajo. En 1990 me despido de Ford para trabajar con empresas de suministros de automoción y en el 2004 y 2005, otra vez vuelvo a trabajar con alemanes. El Grupo Gestamp compra dos empresas en Alemania, una en Haynrode y la otra en Westerburg. Estas dos empresas estaban en números rojos, pertenecían a una familia en la que el dueño se había hecho anciano y los hijos no las mantenían y prefirieron venderlas. Te cuento Maria, que quedé sorprendido de cómo estaban de mal estas empresas, pero lo significativo fue que después de un trabajo de cuatro meses y con el proyecto de rentabilidad e inversiones terminado, al comunicar a los directores alemanes que era imprescindible desprenderse del 22% y del 24% de la plantilla en cada una de las empresas, sus respuestas fueron: “En Alemania no está prohibido despedir, pero está socialmente muy mal visto, tenemos que negociar el asunto con el sindicato”. La respuesta de la alta dirección de Gestamp en España fue que tenían una semana para presentar el resultado de la negociación.
 
A la siguiente semana, tuvimos la reunión con la dirección alemana en conjunto para las dos empresas, la respuesta fue que se reducían el sueldo en un 23 por cien en la totalidad de sueldos. El Grupo Gestamp dio el visto bueno, y a los dos años se recuperaron los sueldos, aumentaron los puestos de trabajo (debido a la entrada de nuevos productos) y las inversiones en naves y nuevas líneas de producción que se llevaron a cabo, por lo cual crecieron los sueldos y los puestos de trabajo. La solidaridad es uno de los puntos fuertes del pueblo alemán, aquí estamos en ello, la gente del pueblo siempre ha sido solidaria, pero quienes no toman ejemplo son nuestros líderes, nuestros políticos, ellos están a lo suyo, la gresca y el cazo. Bueno amiga, ya ves, se me ha alargado el tema, eso es porque lo hago a gusto. Recordar a mis buenos amigos alemanes me satisface, espero leer muchas veces, tus relatos sobre este país, que ya es tambien tuyo, y sus gentes, que tan bien conoces. Y las de tu país natal, tan bonito, frío, metódico, exigente, de tente en pie de 10 minutos, taza de café de ¼ de litro y… lleno de panojos y panojas… Mejor nos quedamos aquí, con menos precisión y menos frio… y bocata con carajillo de hora y media ¿Verdad Maria?
 
 
 

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Modificado por última vez en Viernes, 04 Enero 2013 11:53

 

 

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