El pan nuestro de cada día

Escrito por Luis Ballester Moreno
Viernes, 06 Octubre 2023 09:36

Seguro que alguna vez se ha sentado en una terraza usted solo a tomar una caña o alguna otra cosa. Desde su mesa ve a otras personas que hacen lo mismo que usted. Unas mesas están con más y otras con menos pero pocas hay donde se sienta una o uno solo. Mira usted a unos y otros; poca atención le llama lo que ve y lo que oye (porque se oye aun sin querer). Observa, se fija en una chica guapa varias mesas más allá, se oyen risas y charlas animadas de un montón de amigos que en una mesa larga y llena de botellas y copas, disfrutan juntos de esos momentos y, en fin, de gentes de todas edades y colores pasando un rato agradable.

Después de un ratito viendo y mirando el panorama, saca el móvil del bolsillo y se pone a mirar en el sin nada en concreto, solo que no tiene otra cosa que hacer y trata de variar. También se cansa de esto y cierra el aparato. Un sorbito y distraídamente se va llevando a la boca los cacahuetes que le han puesto con la cerveza. No sabe que hacer si levantarse e irse o seguir sentado; le da lo mismo, está aburrido. De pronto alguien le toca por la espalda; es un amigo, su amigo Joaquín. Es uno de la “charpa” aunque no de los más allegados, pero cae en buen momento. Hola ¿Cómo estás? ¡hombre! Joaquín, ¿Dónde vas por aquí? “Bueno, a ningún sitio; tengo algo para después pero me sobra tiempo y pensé que estaríais alguno por esta zona”. “Pues ya lo ves estoy solo pero, siéntate” ¿Qué bebes? “Un tinto de verano que me refresque”.

Y así de esta manera nuestro interlocutor dejó de sentir esa especie de vacío cuando se está solo y se despejó cuando como es natural, se pusieron a hablar de cuanto vino al caso. Y es que es una necesidad innegable en el ser humano el compartir sus inquietudes o simplemente tener con quien hablar de lo que sea, aunque algunas veces también tengas ganas de sentirte solo.

Somos así, nos necesitamos. Las cosas, cualquier cosa, saben mucho mejor si tienes quien las sienta contigo; quizás no todas, pero sí la mayoría. Claro que no todo se puede compartir, depende de lo que sea y con quien sea porque saber guardar es cosa de pocos.

La cuestión es que los que por alguna circunstancia están solos bastantes veces, se han dado cuenta de ello claramente y procuran ponerle remedios, que no siempre son los más acertados. En estos casos, si observamos un poco, hay quien se distrae mirando el contorno y fijándose en todo lo que hay a su alcance como queriendo saber por qué aquello es así o extrañándose de no haberse dado cuenta de lo que ve ahora con las veces que se ha sentado en el mismo sitio. Y cualquiera que le mire a la cara, notará su aburrimiento. Algunos se entretienen echando los kikos a las palomas y gorriones que pululan alrededor (que por cierto son insaciables y desagradecidos) hasta consumir la bebida y llega el tiempo de irse. Bueno, nos vamos, ¿Pero adonde, a casa, a ver esa exposición que querías ver, a comprar algo que necesitas? ¡calla! Que tengo que recoger el pan, se me olvidaba.

Todo esto nos puede ocurrir a cualquiera: depende de la edad que tengas, del tiempo de que dispones, de si trabajas o no, de tu energía, del ánimo que te embargue, de si has perdido ya o no las ilusiones y más que nada, de si tienes quien te espera. Si tienes quien te espera, todo lo dicho anteriormente no vale de nada. Sobre todo, si cuando estáis juntos, por muchas nubes que haya lo veis todo claro y luminoso; los problemas se minimizan, las preocupaciones desaparecen, la tristeza se transforma en risas y os sentís serenos, tranquilos y aceptáis las cosas como vienen después de saber que habéis hecho cuanto estaba en vuestras manos para que todo saliera lo mejor posible. “Haz las cosas lo mejor que puedas y olvídate del resultado”

En este sentido y como somos tan diferentes, cada uno se plantea su vida según su forma de verla. Hay quien necesita un movimiento casi continuo: son aquellos que buscan la forma de que sus días estén llenos de actividad tanto física como socialmente y llenan sus horas de deportes y relaciones públicas; otros quizás más sosegados, combinan el trabajo con acciones donde cabe de todo un poco sin dejar que su tiempo sea aburrido y, por último, los hay de estos que no tienen criterio propio y se guían de lo que acuerden los demás dejándose llevar y acudiendo a lo que se haya planeado les guste más o menos. Y bueno, seguro que habrá muchos más que tengan otras características y también aquellos aburridos que no sienten deseos de nada y se conforman con pasar por la vida simplemente dejando transcurrir sus días sin pena ni gloria yéndose cuando les toque como si no hubieran estado en este mundo terrible y al mismo tiempo maravilloso.

La soledad y el miedo son los “cocos” del ser humano y no hace falta ser viejo para sentirlos. Hay jóvenes que se sienten solos estando con amigos o entre una multitud y de fiesta. Es una actitud; es una falta de arrojo y valentía o un trauma que viene de muy atrás cuando por circunstancias que no sabemos, otros niños hicieron que en su cabeza se instalara un complejo de inferioridad que con los años no ha sido capaz de desterrar. Esto hace que no tenga seguridad en sí mismo y confianza en su capacidad para gestionar sus problemas; que se concreta en falta de personalidad. Se lleva bien con todos y hasta es simpático, pero ese fondo de sentirse solo y darle miedo de estarlo, perdura en él. Y hay una peculiaridad muy especial en estas personas: su timidez para acercarse a una chica. Les cuesta mucho entablar relación con las mujeres y esto hace que se sientan más solos y durante más tiempo.

Pero en este lugar cabemos todos y no solo eso, si no que tenemos el derecho a ello seamos gordos, flacos, más listos o menos y tengamos el color que nos dio la naturaleza cuando nos parieron. Y sigo pensando que sólo te gastas menos pero aunque te cueste más, prefiero estar acompañado. Además, somos bichos raros pero nos queremos. ¿O no?

Luis Ballester Moreno

 

 

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