Allá por los años en que un sueño que estuvo cerca de hacerse realidad en Puerto de Sagunto, donde se proyectaba montar la cuarta planta siderúrgica de España, la más bonita de cuantas existían en esos momentos, muy coqueta ella, con su cara mirando al mar, con un sabor a naranja, gozando de un clima mediterráneo delicioso y sobretodo, enriquecida con un montón de dialectos traídos por sus trabajadores venidos de muchas partes del país; pues miren por donde resultó ser el primer cuento de la serie. Este, se parece mucho aquel de Mao Tse Tung cuando dijo aquello de que «todos los chinos eran libres de opinar sobre el Gobierno».
Luego, cuando se tumbó todo aquello y nos hicieron tragar por mucho que protestamos con que no era tan malo como parecía, porque estaríamos más limpios de contaminación, y nos llenaron de promesas de cuanto se haría para compensar la pérdida, algunos confiamos en ello pero con mucho recelo.
La Ciudad del Cine, el Museo Industrial, el Turístico Alto Horno, la posible instalación de Disneyland, el puerto deportivo, y una Sauna pública para perros etc, etc.... ¡Qué inocentes! ¡Cómo jugaron con nosotros! Podríamos compararlo con otra joya china que decía que a los trabajadores de La Muralla se les pagó bien.
Pasaban los años y los habitantes de El Puerto no perdían la ilusión. Por algo vivimos en un lugar que, geográficamente, es envidiable y que como resultado de ello, más tarde o más temprano disfrutaríamos de ser uno de los mejores pueblos de España. Y ¡voilà! Empezaron a llegar propuestas para gozo de los sufridos porteños. La Autoridad Portuaria Valenciana (APV) prometía grandes cosas para Sagunto Puerto y firmaba acuerdos con nuestro Ayuntamiento que de llevarse a cabo, nos dejaría muy satisfechos. Por de pronto, mandaría toda la morralla que no querían en Valencia para que se gestionara aquí. Sí, uno de esos acuerdos fue que los trabajos portuarios que no les interesaban en el puerto de Valencia, los mandarían a este disciplinado y sumiso sitio que para eso era su almacén chatarrero. Esos acuerdos firmados o sin firmar, se quedaban obsoletos y se volvían a firmar una y otra vez diciendo lo mismo que los anteriores y que tampoco se cumplían y así, una y mil veces.
Como el tiempo pasa inexorablemente, y lo que hoy cuesta un riñón construir y ponerlo en marcha, así se fueron quedando inservibles obras como el Pantalán por cese de actividad de la Compañía Menera, y ahí, encontró otro filón de oro la APV para prometer y… prometió.
Pasaron más años, y un día, las patitas del Pantalán (como les ocurre a las personas mayores) empezaron a tener dolores en los huesos y a fallarles las articulaciones hasta que, lástima, se le rompieron las caderas y se cayeron varias. Como consecuencia de ello, y previendo posibles accidentes que les costaría más, la APV decidió que era necesario dar solución a este problema, y después de muchos cálculos y estudios sobre qué sería mejor y más barato, el resultado fue que se tiraría todo el pantalán y en su lugar se haría otro más corto y más bonito para disfrute de la ciudadanía. Este cuento tenía visos de más realidad y mezclaba posibles verdades con dudas muy serias por las experiencias anteriores, y guarda relación con su homónimo chino sobre las creencias de que «todos los dichos chinos son ciertos».
Al cabo del tiempo (pensar cuesta mucho y tomar decisiones mucho más) ¡¡Albricias!!, empezaron las obras de derribo. Primero de la parte terrestre y después de la estructura montada sobre el agua. ¡Qué bien!, ya veíamos que se hacía algo de lo mucho que se tenía que hacer y se pasó de hablar a concretar. Pasaban meses y la cosa iba funcionando; nos sentíamos tranquilos, hasta que las máquinas que se encargaban de desmontar la parte sobre el agua, dejaron de verse. Pensamos que sería por cuestiones de rutina del propio trabajo, pero no, la explicación que se dio fue que la empresa requería de la APV mejorar la cuestión económica al darse cuenta que el trabajo era más complicado y costoso de lo que se habló en principio.
Así las cosas y después de decir que los trabajos se reanudarían pronto, (se suspendieron en enero veintitrés) estamos en septiembre y nada se sabe al respecto.
El proyecto era muy bonito: Se tiraría el pantalán viejo, se haría el nuevo que a su vez empalmaría con el también nuevo paseo marítimo (renovado ya mil veces imaginariamente) haciendo desaparecer por fin el “pegote” de tenis en todo centro del paseo, y dejando solo el basurero terreno de Menera, que merece comentario aparte.
El paseo marítimo: Da igual las siglas del partido que mandara en el consistorio cada cuatro años, que aún siendo de las primeras cosas que llevaban en sus programas, siempre quedó para lo último y al final, para la próxima legislatura. El paseo no habla pero si pudiera hacerlo, seguro que diría: «Por favor dejarme ya, no puedo más, me quedo como estoy y olvidaros de mí para siempre».
Cualquier pueblo de la Comunidad Valenciana que visitemos tiene, si es de costa, un frente ordenado, limpio, vistoso y que da gusto pasear por allí. Este, el nuestro, pobrecillo, los padrinos que pueda tener deben quererlo poco porque tiene hace mucho tiempo la cara muy sucia y no hay quien se la lave. ¿No hay dinero, no hay voluntad, hay miedo a lo que dirán si se gasta parné en El Puerto? No se sabe, pero hay quien dice que cuando vinieron las golondrinas en mayo pasado (sí, en mayo, antes venían sobre febrero o marzo pero con la subida que han dado los alquileres, no pueden estar tanto tiempo aquí) le dijeron al loro que tiene un amigo mío en casa, que no volvían más hasta que hicieran el paseo nuevo y que seguramente los que vinieran ya, serían la nueva generación.
El caso de la Cooperativa supera ya cualquier cuento. Deberían anexionarla a la Iglesia de Begoña y así, habría más espacio para que fueran a purgar sus mentiras todos los que de una forma u otra, son responsables de estos desaguisados.
Tren o metro o los dos al Puerto: somos la capital del Camp de Morvedre, con casi setenta mil habitantes, a solo veinticinco kilómetros de la capital y la última sardina del cesto. ¿Alguien puede comprender que no tengamos conexión directa con Valencia? Tantos años luchando por esto y nadie se responsabiliza de este desmadre. Hay unas siglas políticas porteñas que se encargan de recordarlo de vez en cuando, pero no se les hace ni puñetero caso, y como no tienen suficiente fuerza para imponerse, aquí seguimos esperando al Mío Cid para que nos eche una mano.
Puentes de comunicación, márgenes de ríos, etc... ni se construyen, ni se adecuan. En verdad (como dicen los curas cuando leen algún pasaje bíblico) tenemos tanto que hacer en este solar y tan pocas explicaciones de por qué no se hace, que por muchos cuentos que tengan los chinos, les ganamos por goleada.
Pero como siempre hay algún motivo para no sentirnos tan descorazonados, he aquí una buena noticia que compensa un poco las muchas malas. Los germanos, después de buscar por toda Europa quienes eran los más guapos para una idea que tenían, tuvimos la suerte de ser los elegidos y nos van a montar aquí una fábrica de pilas, para que los juguetes de los niños no se queden parados, porque a los padres no les llega para tanto y las pilas están muy caras. Así, nos sentiremos doblemente contentos: los padres porque nos haremos ricos y a la vez veremos a nuestros hijos felices.
P. D.: Si los teutones hubieran tenido un trocito de país como este nuestro, ya lo habrían convertido en un paraíso. Y no es que sean más listos, es que le dedican más tiempo a pensar y trabajar que a vivir la vida.
Luis Ballester Moreno