No es lo mismo

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 31 Marzo 2023 21:04

Llevamos unos días viendo como el Gobierno se felicita por el descenso en la inflación y, sin embargo, la cesta de la compra es cada día más cara. Siempre se ha dicho que la estadística es la mejor forma científica para contar medias verdades (no quiero decir mentiras) y este es un caso más en que se confirma la norma.

Que se reduzca la inflación, solo significa que los precios siguen subiendo, pero más despacio. Ni mucho menos que estén bajando. Para ello, precisaríamos tener una inflación negativa y, en España, en los dos últimos años, estamos muy lejos de esa realidad.

No es casualidad, ni tampoco culpa exclusiva de la guerra de Ucrania (que, entre otras cosas, empezó después de la escalada inflacionista) que nuestro carro de la compra se llene hoy a la mitad y que cada cuenta del supermercado nos acelere el pulso. Al final, de aquellos barros llegan estos lodos y, cuando se establecen políticas erráticas en cualquier materia, acaban afectando, irremediablemente, al ámbito económico.

Cuando el Gobierno, socialistas y sus socios, decidieron, unilateralmente, aumentar el salario mínimo interprofesional, deberían haber entendido que la mano de obra es un recurso de producción y que, como tal, repercute su coste al precio final del producto. Igualmente, cuando comenzó una subida imparable de los precios de la luz, el gas y los carburantes, alguien debería haberse parado a pensar que ese coste va a acabar incrementando el precio final del producto.

Pero aún hay más. Si cuando el Gobierno decide imponer tributos a las empresas, fuesen conscientes de que ese coste también acabará formando parte del precio final del producto, hubiesen podido entender que, como siempre, el consumidor final iba a ser quien pagara ese impuesto, aunque lo hiciese sin ni siquiera saberlo.

Estos, y algunos más, son los motivos que nos han llevado a pagar un 13% más, de media, en los productos que compramos habitualmente. No hay magia, ni trampas. No es más que la consecuencia de unas políticas intervencionistas que pretenden explicarnos cada día cómo tenemos que vivir, cómo tenemos que pensar, cómo tenemos que hablar y, ahora también, cómo tenemos que comprar.

A nadie le gustan las mentiras, ni siquiera cuando son medias verdades, y el descenso en la inflación no es nada que haya que celebrar. Al fin y al cabo, es un indicador porcentual y solo faltaba que hubiese mantenido ahora el mismo ritmo de crecimiento que sostuvo hace un año. Si, entonces, el incremento del 10% hacía que un producto que costase 100 euros, pasase a costar 110, mantener hoy la inflación interanual al 10%, hubiese supuesto un precio final de 121 euros. Cuanto mayor es la base, mayor es el incremento a igual subida porcentual.

Que a este Gobierno la economía se le ha ido de las manos puede ser también una verdad a medias. Lo cierto es que nunca le ha preocupado, como si no fuese algo básico en el bienestar de los ciudadanos. Sin querer entrar a valorar el disparatado gasto público en soflamas y chiringuitos que llevamos soportando desde aquel abrazo entre Sánchez e Iglesias, lo que resulta insoportable es que los ciudadanos de a pie veamos, aunque no siempre seamos conscientes, que más de la mitad de nuestros ingresos acaban siendo pasto tributario.

Para que la economía española se sanee solo es necesario que el dinero se mueva, que los ciudadanos dispongamos de renta suficiente para poder comprar aquello que necesitamos y aquellos caprichos que nos podamos permitir. Si nuestra única obsesión es como pagar el IRPF (¡atentos, que empieza la campaña en pocos días!) o cuanto ha subido el precio de la mortadela en el último mes, la economía no está alegre y su tristeza nos acaba invadiendo a todos.

En vez de pensar tanto cómo contarnos esas medias verdades, lo conveniente sería que se empezase a adoptar medidas para revertir una situación que, muy pronto, va a dejar a muchas familias al borde del abismo económico.

No es lo mismo buscar excusas que buscar soluciones. No es lo mismo gobernar un país que seguir viéndose guapo en la televisión. No es lo mismo una bajada de la inflación que una bajada de los precios. Y no es lo mismo, gobernar para mejorar un país que mejorarse a costa de gobernar un país. No, no es lo mismo.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

Modificado por última vez en Viernes, 31 Marzo 2023 15:55

 

 

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