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La tormenta perfecta

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 03 Febrero 2023 21:00

No por más avisarlo resulta menos peligroso. El equilibrismo económico en que nos ha sumido este Gobierno desde hace ya algunos años amenaza con escorarse, en negativo, por supuesto, de un momento a otro, mientras aún muchos siguen pensando que no será para tanto.
El proceso hiperinflacionista que vivimos en el ya acabado 2022 no es más que la antesala de lo que puede venir por delante. Ahora, que hemos querido pensar que el precio de la luz se ha estabilizado (muy por encima de donde estaba) y que los precios han dejado de subir de una forma exagerada semana tras semana, nos enfrentamos a las consecuencias de ese no superado proceso inflacionista.

Desde siempre, las campañas de Navidad y Reyes han servido para dar un poco de aliento a las listas del paro. No vamos a decir, porque no sería cierto, que sea algo novedoso de la era Sánchez, pero tampoco debe servir para afirmar que hay una mejora en este aspecto, puesto que nada que sea coyuntural puede emplearse para argumentar mejoras estructurales.

Dice la teoría económica, que inflación y desempleo siguen una tendencia inversa, es decir, cuando la inflación aumenta, el desempleo se reduce y al revés. A la vista está que esta teoría tiene su fundamento y, en lo poco que llevamos de 2023, ha mostrado su capacidad de aplicación. Tal y como se ha venido frenando el proceso inflacionista, las listas del desempleo se han visto aumentadas, con todo el riesgo que esto supone para la economía del país.

Con cierta miopía económica, podemos pensar que el desempleo solo afecta a quienes se quedan sin trabajo. En un mundo egoístamente utópico podría pensarse así, pero nada más lejos de la realidad. La contracción que una economía familiar sufre como consecuencia de la pérdida del empleo de uno o más de sus miembros se acusa, directamente, en el consumo. Y la consecuencia directa de que alguien deje de comprar, es que otro, u otros, dejan de vender.

Ese valor macroeconómico que tan ignorado tiene la gestión económica del gobierno Sánchez, que es la renta disponible de las familias, es el verdadero lubricante de la economía nacional. Si las familias disponen de seguridad económica, con posibilidad de gastar y ahorrar, el dinero circula y la economía se sanea. Es algo así como la sangre para el cuerpo: no se necesita que haya más (incluso puede ser negativo), pero sí que circule con cierta fluidez. Si el dinero corre, la economía se oxigena, de la misma forma que, si el dinero se para, la gangrena económica se aproxima.

El escenario a que nos enfrentamos, con una hiperinflación estable, una economía dopada y un desempleo alterado en su contabilidad para no alarmar a nadie, encuentra su guinda perfecta con las subidas de tipos de interés que el Banco Central Europeo ha cogido como costumbre. Vale que un repunte en los tipos puede ser una herramienta eficaz contra la inflación, pero, como en todas las cosas, los escenarios en la práctica difieren mucho de lo que nos gustaría creer que son.

Las familias que fueron capaces de superar el reto que supuso la crisis de 2009 y sacar adelante sus activos inmobiliarios, no con poco esfuerzo en la mayoría de los casos, vienen viendo, en los últimos meses, como las cuotas de sus hipotecas crecen revisión tras revisión. Este efecto, provocado, como ya se ha dicho, para controlar la inflación, genera, en paralelo, una reducción de esa renta disponible que debe oxigenar la economía. Y, con ello, el consumo se frena.

Este análisis puede parecer, sin pretenderlo, una visión catastrofista del camino que venimos siguiendo, pero si cada uno analizamos el efecto de estos factores en nuestra cuenta corriente, es fácil comprobar que no anda tan lejos de la realidad.

No es cuestión de animar a un consumo descontrolado, como tampoco lo es aparentar que nada está pasando, pero lo cierto es que, de aquellos barros, estos lodos. Nunca acabamos de salir de la crisis de 2009 y, si cuando Zapatero decía que estábamos en la Champions League de la economía mundial, acabamos como acabamos, ahora que estábamos luchando por no caer en zona de descenso, los efectos pueden ser mucho más devastadores.

Pero dentro de todo esto, lo peor es la inacción del Gobierno, la falta de cintura y la incapacidad de adoptar medidas que estabilicen la inflación sin que tenga consecuencias directas en el desempleo. Mientras todo esto ocurra, y el Gobierno siga jugando al “no pasa nada”, el barco de la economía no podrá estar en condiciones de afrontar la tormenta perfecta.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites