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Lo que el viento se llevó

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 20 Enero 2023 21:05

Nunca pensamos que un temporal pudiese traernos buenas noticias. En principio, su carácter poco constructivo, llegando a demoledor en algunos casos, hace pensar siempre en consecuencias dramáticas de su paso por nuestra tierra. Sin embargo, esta vez ha sido al revés, empezando porque las fuertes rachas de viento no han afectado a nuestra comarca tanto como a otros lugares, pero, sobre todo porque ha conseguido, para todos, una rebaja histórica en el precio de la luz.

Que sea noticia que la luz esté barata, solo puede darnos a entender que el problema del precio de la energía, lejos de ser un problema coyuntural como quieren hacernos creer los distintos gobiernos que sufrimos, es un mal que ha venido para quedarse. Que el viento de un temporal rebaje el precio de la luz de la forma que ha ocurrido estos días, no es más que un avance del remonte de esa factura a poco que el viento amaine.

Vivimos, ahora más que nunca, en un país a merced del viento. Ya lo dijo Zapatero en su día: “La Tierra no pertenece a nadie, sino al viento”. Y llevaba razón. Visto el vendaval que supuso su gestión y la situación devastada en que dejó a la economía española, el viento jugaba ya entonces un papel mucho más importante del que nunca hubiésemos alcanzado a pensar.

A muchos, al recordar la gestión de Zapatero, con viento o sin él, aún nos recorren escalofríos por la espalda. Pero pocos acertamos a pensar que, tan pocos años después, llegaría otro Gobierno, casualmente del mismo Partido, capaz de hacernos creer que aquello que pasó aún podía empeorar.

El Gobierno Sánchez (por mucho que se intente diluir con las “hazañas” de sus socios podemitas) es la peor catástrofe que podía sucederle a nuestro país. España no mereció nunca una gestión basada, exclusivamente, en soflamas y posters, en frases huecas y objetivos irrelevantes. Y, a día de hoy, eso es todo lo que hemos sacado del tiempo que Sánchez lleva durmiendo en el renovado colchón de la Moncloa.

Una política que anula, por completo, la capacidad de esfuerzo, los valores tradicionales que tanto nos han identificado, y la conciencia serena de ser un gran país (por mucho que nos guste reírnos de nosotros mismos), no puede ser positiva para labrar un futuro con perspectiva optimista acerca de lo que nos queda por pasar.

Un país que adapta su Código Penal a las necesidades políticas del Gobierno, para facilitar que sus socios y colaboradores necesarios queden libres de cualquier delito (previamente cometido, por cierto) es un país con un rumbo desnortado y que queda, de nuevo, a merced del viento.

Un país donde la creación de riqueza se ve continuamente castigada con una presión tributaria brutal que desmerece cualquier esfuerzo por iniciar cualquier aventura empresarial y que premia con rentas gratuitas a quienes prefieren poner la mano para cobrar, aunque sea poco, que poner la espalda para trabajar, es un país condenado a quedar arrasado como si el peor vendaval hubiese pasado por él.

Un país donde la protagonista del Gobierno, por mucho que pese a muchos, es la ministra de Igualdad y sus continuas políticas desnortadas en pro de una igualdad que margine a la mitad de la población respecto de la otra mitad, es un país cuyos valores se esfuman por minutos como si un gran huracán se hubiese cebado con ellos.

Y esa es la definición de lo que va siendo España a medida que avanzan las semanas, meses o años de este Gobierno antinatura que provocó el ego de un señor que quería mirarse cada mañana al espejo y presumir ante sí mismo de ser presidente del Gobierno de España.

La elevada inflación en que nos encontramos (por mucho que quieran hacernos creer que “se va controlando”), los exagerados precios de la energía, la incapacidad de regenerar un tejido social y económico productivo y que genere sinergias con el territorio, todo el territorio, español, la incapacidad de armonizar un Estado de las Autonomías perfectamente definido en la Constitución y que solo había que seguir gestionando para un mejor gobierno de los ciudadanos,… todo ello son minucias en comparación al estado anímico en que se está sumiendo al español medio. Minucias que, unas sumadas a otras, nos llevan a ver un horizonte cada vez más oscuro y una perspectiva negativa en todo lo que, se supone, debería alimentar nuestro orgullo de ser españoles.

Por fin, el viento nos ha dado una buena noticia. Aunque solo haya durado dos días, ya podemos decir que ha hecho algo bueno por nosotros. Pero, mientras tanto, seguiremos esperando a un viento favorable que deje atrás esta etapa oscura que nos está tocando vivir. Confiemos que pase pronto y que, igual que ha ocurrido con el precio de la luz, este Gobierno forme parte de aquello que el viento se llevó.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites