Casas Baratas XXI

Escrito por Luis Ballester Moreno
Miércoles, 28 Diciembre 2022 16:23

Era un trabajo duro, pero daba gusto ir con el fresquito de la mañana y la alegría de la gente que iba cantando acompañando el camino. La vuelta era peor, el sol de agosto pegaba fuerte y los sacos llenos de grano pesaban. Pero ahora, Lucas se daba cuenta del encanto de aquello. Ver despertar el día caminando entre campos de trigo, encinas, amapolas y el silencio ruidoso de pájaros, cigarras y el “fis-fas” de las alpargatas al rozar con la hierba, sonaban a algo que entonces no te dabas cuenta pero al cabo del tiempo, sientes una especie de nostalgia que parece mentira que de aquellas fatigas, puedas sacar algo bueno. “Espigar” era uno de los pocos recursos que tenían las familias de entonces para mitigar el hambre. Una vez limpio y molido ese trigo, hacer pan o tortas para comer lo que era un verdadero manjar para el paladar y que casi se vanagloriaba o bendecía ese grano. Pero ese trabajo no lo hacían solo los mayores, también los pequeños y todo el que pudiera moverse un poco exceptuando las abuelas si ya no podían. Para los niños era casi un juego a pesar de que les cundía bastante, pero los padres acababan reventados.

Estas y otras muchas cosas estaba recordando Lucas de cuando era niño. Las dificultades, la falta de medios, la escasez de todo era la norma de cada día, pero la barriada donde vivían era alegre y llena de gente curiosa: “El Tío de los lentes” que tocaba el bombo y trabajó en un circo y que los dueños del circo se pelearon hombre y mujer y se trajo a la mujer a su casa porque no dejaba de llorar. Su casa era la casa de todos, lo mismo chicos que chicas, jóvenes y no tan jóvenes todos se juntaban allí y lo que hubiera se compartía entre todos. Se hacía música, se bailaba, se hablaba, se comía o se montaba una obra de teatro donde los actores se turnaban para que todo el mundo participara. En una palabra, era lo que hoy se llamaría una Comuna.

Una forma de ver la vida que se adelantó a su tiempo. Francisco, “el tío de los lentes” proponía hacer tal o cual cosa y decía:- A ver, un voluntario para sacar a la señora Julia de paseo- y no uno sino que salían ocho. Eso había inculcado este músico a los jóvenes que allí se reunían, hacer el bien sin mirar a quién; ayudar, colaborar, sentir que todos podemos necesitar ayuda en cualquier momento de nuestra vida y nos gustaría que hicieran lo mismo con nosotros. La señora Julia era una mujer que tenía que ir en un carrito de ruedas porque no podía andar. Vivía unas casas más debajo de donde se reunían y sus hijos estaban trabajando y cuando llegaban a casa, no les quedaba tiempo de sacarla. Otras veces se hacían excursiones al “Peñón” que era y es una enorme roca a unos mil metros de altitud referente al pueblo, y Francisco ponía al frente a quien creía conveniente y responsable en aquel momento y con una recomendación que siempre era la misma: Diversión ,sí, guarrerías, nom ¿de acuerdo?

En esta casa se permitían cosas que a los jóvenes no les dejaban hacer sus padres en la suya, por eso todos querían estar allí aunque fuera una tarde de vez en cuando. Más de una vez fueron algunos a llevárselos alegando que no había hecho los deberes pero la realidad es que no les gustaba que estuvieran en esa casa. Algunas familias pensaban que allí se hacían cosas que no eran buenas y Francisco ponía todo su énfasis en demostrarles que en su casa no se hacía nada malo si no todo lo contrario, que aprendían a convivir con los demás y llevarse bien con todo el mundo y también aprendían muchas cosas que le podían valer en su futuro y que,- vosotros no les enseñáis. Podéis venir a verlo si queréis.

Pero a muchos aquello les sobrepasaba; no estaban preparados para entender ciertas actitudes ante la vida. Les parecía demasiado libertinaje lo que solo era libertad lo que allí se practicaba: dejar que cada uno se expresara, que dijera o hiciera lo que sentía, que no estuviera cohibido por la autoridad del padre o madre. Era “Una Pasada” como decía Carmen “la macho”. Esta Carmen le ganaba a los chicos a lo que fuera: a correr, saltar, en las peleas y a cabrear “al tuerto” que era el terror de los campos de siembra de aquellos alrededores. También hacía que las madres de algunos chicos salieran detrás de ella por haberles hecho alguna trastada. Una vez, como le gustaba tanto meterse en follones, en una de esas peleas cogió al chaval por el cuello de la camisa por detrás y de los pantalones por el culo y después de darle varias vueltas sobre sí misma, lo lanzó como si fuera un muñeco de trapo. No os diré como quedó la pobre criatura después de aterrizar sobre aquel terreno empedrado. Era tremenda; tanto que el señor Francisco estuvo a punto de expulsarla. Luego era una persona muy servicial y ayudaba a todos y a todo lo que fuera necesario. Después se arrepentía de lo que había hecho y colmaba de atenciones a quien hubiera perdido con ella y le pedía perdón. Aun así, la madre de este al que lanzó como si fuera un avión, la Luisa, ¡menuda era! Hubiera dado su vida por cogerla entre manos. –Ven aquí so put… machunga que te voy a cortar el co… Y así sin parar de echar por su boca. La Luisa tenía varias peleas a la semana con sus vecinas; era de armas tomar y no había quien la parara cuando se enfadaba. Los vecinos de enfrente tuvieron que levantar un muro entre las dos casas porque no los dejaba vivir. Había un patio muy grande que pertenecía a las dos viviendas porque en otro tiempo fue una cooperativa, y después de muchas discusiones para ponerse de acuerdo, la Luisa dijo que si querían levantarlo que lo hicieran pero que ella no pagaba ni un duro.

Y miren qué curioso lo de esta mujer. Cuando había alguna desgracia, accidente o enfermedad en cualquier casa de la vecindad, era la primera en acudir a ayudar en lo que fuera y a quitarles de la boca a sus hijos para llevárselo a la vecina. Cuando moría alguien, todos colaboraban y ella preparaba la comida para esa familia. Contaban que en uno de estos casos, se presentó con un pollo asado que lo quitó de la mesa a sus hijos diciendo: Hoy hace más falta en otro sitio, así que conformaros con un bocadillo.

Continuará.

Luis Ballester Moreno

 

 

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