El color de los pensamientos

Escrito por Luis Ballester Moreno
Miércoles, 31 Agosto 2022 10:08

Hay veces que, aunque seamos mayores, podemos sentirnos tan inocentes como un niño y, a pesar de saber que no lo somos, nos satisface tener pensamientos cándidos y creer que la vida es bella y está llena de cosas que nos gustan y nos hace estar alegres y contentos. Estamos bien porque nos sentimos protegidos y seguros bajo el manto de los mayores y también porque si no todos, conseguimos muchos de los caprichos que tenemos. (La mitad de los niños del mundo no solo no lo consiguen si no ni ocasión de pensarlo tienen.

Y en este estado, cuando hemos vuelto por un rato a esa inocencia, nos sentimos limpios, transparentes, puros, empáticos, ilusionados y sin picardía ni “mala leche”. Pero ¡¡Hay!! Que poco dura. La implacable realidad vuelve a uno sin darle chance a seguir soñando.

Pues bien, mientras lo hemos sido, la mente se ha mantenido en color BLANCO (no blanco de “vacío” si no de pureza). Este es el color no de la inocencia pero sí de lo justo, de lo razonable, de lo compartido, de la igualdad y del amor a todo. Sí, a todo porque todo puede ser amado aunque sea de diferente manera. A la naturaleza, porque naturaleza es todo y somos todos. ¿O no es así? En definitiva: Que todos somos necesarios y nadie es imprescindible.

Más tarde, cuando tenemos que salir a la calle bien a comprar algo, hacer alguna gestión por ejemplo a la agencia local, o a algún banco, empieza a cambiar esa sensación de paz que nos había quedado del sueño anterior y nos damos cuenta que no todo es tan simple y fácil ni todos somos tan condescendientes, y que la empatía a veces, brilla por su ausencia.

Seguramente hay alguna disculpa para eso. Hace mucho calor, no nos han salido las cosas como pensábamos hoy, el tiempo vuela y no nos llega para lo que queríamos hacer, y así va subiendo la bilirrubina y los nervios nos hacen patinar en algo y quedas no muy bien en ciertas circunstancias o con cierto semejante. Esto desgraciadamente es el pan nuestro de cada día y está lejos de lo que debiera ser. Pasábamos hace unos días por una calle y se cruzó con nosotros una chica joven que llevaba en las manos un ventilador de los de aspas y con una base larga, y no sabemos si sería porque pesaba mucho y el calor que hacía, (eran las catorce horas y 32º grados de temperatura) que la siento decir: ¡¡Ostia Puta!! Y es que estamos todos como para cogernos con pinzas. Es general, se palpa en el ambiente. Es de pensar si tantos fuegos como está habiendo en España, no los provocaran las chispas que saltan de nosotros mismos. A ver si pasa este verano y nos enfriamos un poco o terminaremos quemados.

A este estado le va bien el color AMARILLO, porque aunque es una situación incómoda e irritante, no llega a ser peligrosa y siempre podemos hacer un esfuerzo para relajarnos y calmar nuestra ansiedad.

Mucha gente confía y le tiene cierta preferencia a un color que sin embargo, a pesar de tener fama de ser de los más apreciados, no es tan de fiar como parece. Aun reconociéndole que sí, que es suave, que es sereno, que combina bien y da una especie de descanso y paz, le pasa como a “febrerillo el loco, que sacó a su padre al sol y lo apedreó” o lo que es lo mismo: que da “una de cal y otra de arena”.

Y es que, con palabras agradables y buenos modos, también se engaña. No se han dado ustedes cuenta de que cuando tienes un percance en el coche, aunque sea un rasguño pequeño pero que no te gusta verlo y das parte al seguro que enseguida y muy amablemente te mandan al taller, te lo arreglan (a veces tardan demasiado) y quedas tan contento; hasta aquí muy bien, normal. Pero cuando en la próxima renovación te pasan el recibo, viene más engordado ¿verdad? ¿Por qué? Si pago una cantidad de dinero por si tengo algún accidente con mi coche, Por qué me cobran el arreglo. Por qué cargamos con ese gasto si tenemos depositado un fondo para cubrir ese posible incidente. No tiene justificación la cosa, porque lo más probable es que hayan pasado varios años sin ningún percance y han estado cobrando enterito el importe del seguro sin tener ningún gasto por su cuenta. O sea, que tengo un seguro de coche por si lo necesito y resulta que cuando hay que hacer una reparación, la pago yo. Está mal; creo que esto tendría que revisarse.

Otra cosa es, aquellos que te llaman machaconamente diciendo que son o bien de Iberdrola, de Vodafone, o de cuarenta mil sitios que se dedican a esto, ofreciéndote ventajas o descuentos en tus facturas porque la empresa les ha nombrado a ellos para que te den mejores condiciones por ser clientes. No te fíes, es mentira. Te piden tus datos porque hay que hacer un contrato nuevo para que la compañía vea que lo has hecho. No lo consientas; te montan un enredo que luego te ves pagando por dos sitios.

Y luego tienes las pequeñas pillerías. Por ejemplo: En un supermercado muy conocido en la Comunidad Valenciana, no puedes comprar la cantidad que tú quieras de infinidad de artículos. Si necesito medio kilo, o un litro, o tres piezas de esto o aquello, ¿por qué tengo que comprar un kilo, dos litros, o seis piezas? Está bien claro: hacen lo que les conviene a ellos sin pensar en los clientes.

También aunque a menor escala, hay engaño en los mercadillos. Las verduras, las frutas, la carne, el pescado, y en muchas cosas más, tienes que andarte con cuidado si no quieres salir escaldado. Sobre todo en las frutas; qué montones más bonitos y bien preparados. El aspecto según lo ves, es estupendo, así que no lo dudas, compras. Luego, cuando lo sacas en casa ¡hay! Ya no es lo que vistes. El truco está en que el frente es muy bueno pero después meten el cogedor por detrás y ahí es donde está la trampa. Naturalmente hay puestos y PUESTOS, y precios y PRECIOS, pero lo mejor para estar más seguro de que lo que compras es de buena calidad, es seleccionar tus proveedores. Este sería el color AZUL, que a pesar de no ser tan puro, tendría una nota alta.

Tengo otro color del que no me gustaría hablar, y que por desgracia es uno de los que más abunda. Todo lo que hasta ahora dicho de los anteriores, se queda en “gloria bendita” al lado de éste.

La palabra global tan de uso ahora, le viene como anillo al dedo a este tono, porque está en todos sitios y en algunos lleva reinando tanto tiempo que sus ciudadanos no conocen otro y la esperanza de conocerlos, está a años luz de que ocurra.

Guerras, hambres, miseria, enfermedades, falta de libertad, avasallamiento, imposiciones, abusos, anulación de la personalidad, dominio por las malas pero también por las buenas, engaños generalizados y un sinfín de atrocidades cometidas por el ser humano a través de los tiempos que si lo pensáramos bien, debiera darnos vergüenza de llamarnos “Homo Sapiens” porque hombre y mujer si somos, pero eso de Sapiens, lo dudo.

Por supuesto que hay inteligencia; bondad, sentimientos y ganas de hacer las cosas bien para todos, pero sin saber quién y a quienes se ha concedido ese don, debe ser tan escaso y mal repartido, que según la forma en que se está conduciendo el futuro del ser humano, el porcentaje del saber del hombre sabio, es bajísimo y además de ser poco, la parte mala domina a la buena.

No es pensar derrotistamente, es ser realista a la vista de lo que tenemos. No es quejarse de todo ni ser un demagogo, es sencillamente darse cuenta de que cada día es más difícil la convivencia y que no solo no mejoramos, sino que vamos hacia atrás en lo que es más importante para las personas, como es vivir dignamente y sin que su subsistencia dependa de la ambición y el capricho de tantos ácratas. Antes, con muchas más dificultades para llevar el pan a casa, la gente vivía más feliz. Ahora no, ni nos dejan, ni tenemos tiempo de serlo. Hoy cuentan más las “cosas” que las personas, tanto en las más altas esferas como en las más bajas.

Nos tienen fichados en tantos sitios que sibilinamente te dirigen a que hagas lo que ellos quieren pero de tal manera, que parezca que lo haces por propia voluntad. Y esto no es ni local ni nacional, es como digo, global. En el mundo entero, en todos los países, hay gentes con pocos escrúpulos que quieren ser el rey de reyes de su pueblo y llenarse los bolsillos a costa del resto. Pues está bien claro. Este es el gran mal mundial: el dinero, que es quien da el poder.

No hace falta decir y cualquiera lo entenderá, que éste es el color NEGRO de mi relato, y que es ideal como fondo para ver bien la realidad actual.

Y como colofón a este arco iris de colores, cediendo a ese perdón que nos concedemos a nosotros mismos por atrevernos a sacar a la superficie tanta basura, cayendo en lo tan vulgar como decir “Y menos mal que…”, confieso que en nuestro fondo como supongo en el de tantos millones de personas, queda siempre un halo de esperanza de que las cosas mejoren.

Por eso, éste será nuestro color más preciado: el VERDE. Verde de naturaleza, de salud mental, de confianza en nuestras capacidades, de que se apaguen los fuegos que inundan nuestro bellísimo planeta y de que todas las cenizas, negruras y oscuridades que nos rodean, se transformen en frondosos bosques donde nos podamos mirar limpiamente sin que nos estorben los árboles. Pero sobre todo, que esa claridad esté en la cabeza de cada uno para que así, pueda discernir entre lo justo y lo que no, y tome sus propias decisiones.

Luis Ballester Moreno

 

 

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