Olvidemos el mañana

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 05 Agosto 2022 21:01

¿Alguien se ha parado a pensar qué hubiese sido de Luis Aguilé sin sus corbatas? ¿Y de José María Carrascal? ¿Alguien se ha acordado de cuando Bono (el presidente del Congreso, no el cantante de U2) mandó traer una corbata al ministro Miguel Sebastián? Y, entonces, ¿por qué damos tanta importancia a que Pedro Sánchez haya criminalizado un complemento que, aunque no esté en sus mejores horas, sigue siendo de uso generalizado en determinados ámbitos?

A mí me parece bien que el presidente pase el verano fresquito. Y prefiero que sea por quitarse la corbata que no por abusar del aire acondicionado del Falcon (aunque tengo pocas dudas de que es menos probable que sea por lo primero y no por lo segundo, por mucho que nos quiera decir a todos a qué temperatura debemos vivir). Lo que me preocupa, realmente, es que el país no está para debates sobre corbatas.

Mientras este mes de julio hemos ardido por los cuatro costados (nos queda agosto y septiembre, así que crucemos los dedos), mientras la economía ve un horizonte cuanto menos oscuro a la vuelta del verano, cuando el déficit público sigue creciendo mes a mes, cuando solo mirar la cesta de la compra ya resulta caro, o cuando llenar el depósito de combustible cuesta lo mismo que una revisión ordinaria de aceite y filtros, resulta triste ver cómo una corbata se lleva todos los titulares de la última semana.

Es triste ver cómo, quien llegó a devolver la libertad a los españoles, tenga que decirnos ahora cómo vestirnos, cómo refrescarnos o cómo y cuando podemos encender o apagar la luz de los locales comerciales. No es nuevo: ya le precedieron algunos ministros, de este mismo Gobierno, diciéndonos qué podíamos comer o cómo debíamos educar a nuestros hijos (bueno, aunque ya no fuesen nuestros).

Para un verano en que, por fin, podemos disfrutar de la playa sin limitaciones, que el turismo ha recuperado el pulso después de un coma profundo que se ha alargado durante más de dos años y en que los españoles nos estamos obligando a parecer optimistas, más por disfrutar del momento que por las halagüeñas previsiones del futuro inmediato, resulta intolerable que un señor que no renuncia a ninguno de sus privilegios y que dispara el gasto público en lo que a la protección de su imagen se refiere, venga a tocarnos las narices aunque sea con la punta de la corbata.

Pero no es casual que algo tan estrambótico y disonante aparezca en el mismo momento en que el Supremo confirma la sentencia de los ERE, esa que se lleva a la cárcel a un expresidente de la Junta de Andalucía y deja con nueve años de inhabilitación especial a quien, además de presidente andaluz, fue presidente del PSOE desde 2000 a 2012. ¿Se nos ha olvidado en que basó Pedro Sánchez la moción de censura con la que arrebató el Gobierno a Mariano Rajoy? Quizá por eso hay que desviar el debate a esas cosas que a los españoles no nos hacen ni puñetera gracia, pero que hay que reconocer que nos dan pie a llenar las redes de memes y chistes. Pero el problema no es que Pedro Sánchez se ponga o no corbata. Lo verdaderamente preocupante es que la suya sea reversible y tenga dos caras, como todo en él.

En septiembre, nos guste o no, entramos en año electoral. Nos estábamos acostumbrando a no tener que ir a votar (al menos, en la Comunidad Valenciana) y algunos le estaban cogiendo el gusto, pero ya toca. Y quienes ven que las encuestas empiezan a no ser tan generosas con sus resultados, empiezan a mostrar su nerviosismo. Y esto no es bueno. Si habiendo tenido la tranquilidad que aporta un mapa teñido de rojo, con la seguridad de no verle cambios de color, salvo en excepciones (eso sí, muy sonadas), no se les ha visto nunca tranquilos, no quiero ni pensar lo que nos viene por delante ahora que muchos se enfrentan a un examen teniendo que estudiarlo con los apuntes que Pedro Sánchez viene dictando. Si se cumplen las previsiones de frenazo del crecimiento económico con sus efectos en el empleo y en la renta disponible de las familias, no serán pocos los que sientan un sudor frío en la espalda, que, por supuesto, no será consecuencia del nudo de la corbata.

Pero eso será a partir de septiembre. De momento, vamos a disfrutar del verano, pese a todo lo que nos digan que pueda venir después. Pero sin hacer caso a Luis Aguilé, que siempre actuaba con corbata, y no olvidemos el mañana, que tiene la mala costumbre de estar esperando, escondido, a la vuelta de la esquina.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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