Casas Baratas XVIII

Escrito por Luis Ballester Moreno
Jueves, 28 Julio 2022 18:19

Otra vez en el pueblo, estando en casa de sus padres, apareció por allí Tania, que así se llamaba la rabiosilla (tenía mucha amistad con ellos y los visitaba a menudo) y se llevó una sorpresa al ver a Lucas.

- Hola, ¿otra vez estás aquí? Viajas más que el viento.

- Es que la última vez me fui sin que me respondieras a una cosa que te pregunté y he venido a eso, a que me contestes, dijo Lucas con sorna.

- Vamos chico no me digas, me tomas por tonta y piensas que me lo voy a creer.

- De verdad, es que me interesa mucho lo que puedas decirme, aunque me parece a mí, que no tienes mucha formalidad y te tomas las cosas que pueden ser buenas para ti como si fueran de broma.

- ¡¡Huy!! Que seriedad tiene el hombre; parece que está diciendo algo transcendental.

- Bueno, puede que sí, que pudiera ser como tú dices. De todas formas, si te parece salimos de paseo y hablando se entienden las personas, ¿no? ¿Quedamos ésta tarde?

- No sé, tengo mucho trabajo. Solo he venido a ver a tus padres que hacía bastantes días que no les veía. Mejor mañana o si puedo, te lo digo luego.

- Vale, así quedamos.

- Te gusta Loli ¿no?, le dice su madre.

- Es buena chica y no es de las que le gusta andar por ahí. Además tiene unas manos para la costura que da gusto.

- Bueno madre, no corras tanto ni te creas todo lo que veas.

A Lucas le gustaba hacerla rabiar y Loli respondía con desplantes y enfados poniendo cara de niña traviesa, pero se le pasaban enseguida y volvía a sonreír coquetamente y haciendo como que no le interesaba nada serio si no solo pasar el rato divirtiéndose. Los dos se gustaban, pero Lucas no quería adelantar demasiado los acontecimientos por ahora. Tenía muchas cosas que solucionar en Madrid referente a su trabajo y otros asuntos y hasta que no tuviera claro a qué atenerse, prefería esperar; al fin y al cabo, ni le urgía tomar en serio lo de Tania y por el contrario, si debía prestar mucha más atención a sus cosas.

Una hermana de Lucas que vivía en París se había casado con un español (de Galicia) que trabajaba en la Embajada Española, y le propusieron ir a pasar unos días con ellos. Aceptó la invitación por doble motivo: nada menos que pasar unos días en París y tener la ocasión de practicar la lengua que, por otro lado, él ya estaba estudiando. Así que cogió los bártulos y allá se fue.

Luego, lo que pretendía ser una semana, se convirtió en tres meses. Le buscaron trabajo en una clínica particular y aunque en un principio era para ayudar a mover enfermos, al poco, la mitad del tiempo lo pasó ayudando a hablar español a la hija de una médica de doce años que lo estaba estudiando. Le resultó estupendo porque al mismo tiempo, él aprendía francés. Por cierto, era una clínica que se dedicaba a realizar abortos. Pero como no podía estar en el país más de tres meses, terminada la aventura, regresó a Madrid.

Ahora, había que ponerse serio y plantearse qué hacer con vistas al futuro. No tenía intenciones de seguir con lo de Meteorología por el momento, no le convencía mucho estar pegado a esos aparatos encerrado muchas horas al día, prefería encontrar algo que le hiciera estar más por la calle que dentro de algún sitio. Tenía ciertas amistades que podrían echarle una mano y ahí centró su atención. Como conocía el paño, se inclinó por conseguir alguna representación y se trasladó a Elda, en Alicante, a ver qué podía hacer.

Hubo suerte y le ofrecieron ser agente para Madrid de una firma de calzado de mujer. ¡Albricias! El primer paso estaba dado y lo tomó con una gran ilusión. Pero él sabía que el trabajo era duro y más en una plaza como esa. Le quedaba un largo camino hasta conseguir que su labor diera frutos y poder situar a sus representados en un lugar de buena acogida. Como tardaría unos días en tener a punto muestrario y papeleo, decidió irse al pueblo una vez más; pero sería poco tiempo, tenía muchos deberes pendientes.

Tania seguía allí. Según le contaron a Lucas, había un chico, un vecino de la calle, al que le gustaba y estaba intentando que ella le prestara atención, pero, al parecer no tenía mucha suerte por el momento. Aunque estas cosas nunca se sabe cómo pueden acabar, a Lucas se le encendieron las luces y puso bastante interés en conocer la verdad sobre el tema, no fuera que si se descuidaba, le saliera el tiro por la culata. Por si acaso, esta vez estuvo más amable con ella de lo que solía hacerlo y se mostró algo más serio en sus conversaciones, para ver si así, conseguía saber de primera mano qué había de cierto en esos comentarios.

Tania estaba algo cambiada; como más sentada, menos ligera en su forma de hablar y comportarse. Aceptó cuando Lucas la invitó a dar un paseo y luego ir al cine y no sacó a relucir el tema en ningún momento. Pero como él quería saber qué había de cierto de lo que contaban, con mucha delicadeza abordó el tema.

- Perdona, no es que quiera inmiscuirme en tus cosas, pero he oído no sé qué de novio, ¿tienes o vas a tener novio, o es tu hermana?

- No, no es mi hermana, pero tampoco yo. Lo que pasa es que la gente en cuanto que ve cualquier cosa ya está dándole a la lengua. Dicen que hay un chico que anda diciendo por ahí que le gusto, y que quiere hablar conmigo pero a mí, hasta ahora no me ha dicho nada.

- Pero ¿tú sabes quién es, no?

– Hombre, claro, y tú también.

- ¡No me digas! ¿Lo conozco yo?

- Sí lo conoces; de siempre, y has jugado con él como con tantos otros del barrio.

- ¿Quién es?

- No, no te lo digo, ya lo averiguarás si te interesa.

Sabemos que Lucas quería estar poco tiempo en el pueblo, pero la verdad es que cuando estaba con Tania, se le hacía corto. Intentó al día siguiente que fueran a tomar una copa al centro, pero entonces salió el genio de Tania diciendo:

- ¿Qué crees tú que yo estoy aquí para servirte de compañía cuando vienes? Luego se rió como ella lo hacía, y le dijo a mi madre (estábamos en casa):

-Su hijo es un presumido y un fresco, se cree que porque esté en Madrid, aquí somos tontos.

- Tania eres un encanto. Cuando estoy contigo me siento muy a gusto. Lástima que tenga que irme otra vez y que no será la última, pero tengo por delante ahora mucho que hacer para buscarme un futuro que no está nada fácil. Sigue con esa alegría y esa hermosura que tienes. Hasta pronto.

Continuará.

Luis Ballester Moreno

 

 

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