Las horas del día

Escrito por Luis Ballester Moreno
Jueves, 02 Junio 2022 19:47

Según qué hora sea del día propicia tu actitud para hacer esto o aquello. Aparte de tener que hacer las cosas que son obligadas, el tiempo restante hay que saber distribuirlo para aprovecharlo al máximo y hacer lo que te gustaría principalmente. No es fácil, porque siempre surgen imprevistos que te distraen y roban tus sueños.

Cuando el tiempo meteorológico es bueno, por ejemplo: las seis y media de la mañana sería ideal para aquellos que salen a correr, andar o hacer cualquier otro deporte. Terminado el cual y allá sobre las ocho y media, tomar un abundante y nutritivo desayuno, te deja con ganas de comerte el mundo. Luego, estamos ya en las once, (después de haber hecho algunas de esas cosas obligadas) sentarte a escribir o leer es un buen momento porque tu cabeza funciona automáticamente.

Eso sí, hay que tener en cuenta los cambios de color que va adquiriendo el día según avanza la mañana. Es muy importante éste detalle porque tu inspiración dependerá entre otros de éste factor. Por ejemplo: Cuando sales a correr, el sol se está quitando las legañas todavía y al verlo, sobre todo si vas por la playa o montaña, con ese color anaranjado que tiene en esos momentos, te dan ganas de dar un salto grande y alto y abrir los brazos intentando volar. No puedes, pero te gustaría. Luego, en el desayuno, cuando ya ese naranja del sol se ha transformado en blanquecino, y después de que el café hace su efecto, hay un momento de engañosa sensatez que te crees que eres capaz de solucionar los problemas para los que el resto de los humanos no tienen ideas. Pero no hay que preocuparse, eso pasa pronto.

Dos horas más tarde, en las cuales has tratado de emular a Somerset Maugham y piensas que no se te ha dado mal, como eres responsable y tienes “obligaciones”, que cumplir, te enfundas los vaqueros y una camisa que favorezca tu personalidad y te hechas a la calle para cumplir con el deber de solucionar tus cositas. Estamos ya en la hora del aperitivo y vas donde sabes que están tus amigos. Después de despotricar sobre la catorceava del Madrid y poner verde (según el turno de palabra de cada uno) a los políticos de todos los colores, decidís que hay que irse a casa porque si no, puede haber caras largas.

A todo esto el color del día sigue su ritmo entonando con la marcha de su cósmico reloj. Desde que saliste de casa ha ido evolucionando su brillo y fuerza y ahora está invitándote a ponerte a la sombra o a que te vayas a la playa. Y en la comida se discute si vamos o no. No, no vamos, otro día; nos hacemos una siestecita y después veremos.

Vale, son las cinco de la tarde. Unos tendrán que llevar a los niños a entrenar, otros con ellos al parque porque no son los padres si no los yayos. Y si tienes suerte y te queda tiempo libre, puedes optar entre darte una vuelta por “el club” o ver esa exposición que sabes que está y te gusta, o irte a casa, trabajar en el ordenador que siempre tienes algo pendiente o sentarte a escribir que además de ser una hora estupenda para hacerlo, es tu hobby preferido.

A estas horas, el sol va perdiendo energía y empieza a parecerse algo en el color a cuando asoma su calvicie por el horizonte alegrándonos la vida con su cara de calabaza. Tienes que ir dejando, se te acaba la luz natural y no te gusta escribir de noche. Ahora toca prestar algo de atención a la familia, comentar sobre lo ocurrido durante el día, hacer planes para mañana y, después de cenar, ver un ratito la “tele” aunque aquí, hemos tocado con una dificultad que se llama “el mando”; un aparato que no sabemos por qué, tiene tanto poder para el que lo maneja.

¿Qué nos traerá el día mañana? ¿Será la misma rutina? ¿Me asombraré de algo? Aunque esto del asombro lo hemos perdido ya. Y si no eres capaz de asombrarte de nada, el día que haga mañana, para ti, aunque luzca un gran sol, te parecerá nublado.

Hasta mañana.

Luis Ballester Moreno

 

 

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