Un poco de respeto

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 27 Mayo 2022 21:03

No deberíamos acostumbrarnos nunca a noticias como la que, esta semana, nos ha llegado desde Texas, donde un joven mataba a diecinueve personas, la mayoría niños, en un tiroteo. Una vez más, el odio y la sinrazón golpearon a los más débiles que, lejos de tener responsabilidad alguna, seguro ni entendieron qué podía tener nadie contra ellos.

Afortunadamente, en España, la compra de armas no es algo tan sencillo como resulta en Estados Unidos, pero, ni así, estamos exentos de que barbaries de este tipo ocurran mucho más cerca de nosotros. No debemos olvidar que el problema que subyace como raíz de la mayoría de estos salvajes crímenes no es tanto las facilidades que el mercado pueda dar para adquirir un rifle como una sociedad que fomenta al odio como medio de vida.

No me quiero poner en la mente de quienes son capaces de cometer estos actos contra personas inocentes, ni menos aún justificar sus decisiones, pero debemos pararnos a reflexionar acerca de las consecuencias de acciones cotidianas, como el acoso o la burla a compañeros de clase, que han sido, habitualmente, la matriz de este tipo de masacres. Es evidente que la solución no está en atrincherarse y disparar contra nadie, ni siquiera contra aquellos a quienes pueda considerar sus enemigos, pero hacerlo contra niños, cuyo único delito es haber ido al colegio un día más, resulta especialmente abominable.

En España, por suerte, vivimos alejados de este tipo de noticias y, como en todos los casos, lo que duele es estar cerca. Si esta noticia nos hubiese llegado de un colegio cercano, estaríamos especialmente consternados y reclamando soluciones inmediatas a un problema latente… pero ya sería tarde. Quizá es mejor, ahora que estamos a tiempo, empezar a proyectar el respeto a todos en una sociedad que lo ha venido perdiendo, sistemáticamente, desde hace ya algunos años.

Tenemos la sensación de que las limitaciones a la hora de adquirir armas en España nos van a permitir salvarnos para siempre de estos problemas. Es cierto que es un importante cortafuegos, pero no lo suficiente. El Coronavirus vino a demostrarnos que, en el mundo actual, no existen ya las fronteras, y la coca-cola, las burger o Halloween nos enseñan que somos especialmente permeables a las costumbres que nos llegan del otro lado del Atlántico.

Deberíamos empezar por fomentar un sistema educativo que fomentara los valores. La educación, el respeto y la comprensión hacia los demás son elementos básicos que la sociedad debe considerar como transversales. Da igual de donde vengas, cómo te vistas o qué marca de zapatillas utilices para hacer deporte. Nadie valora un regalo por lo bien envuelto que pueda estar, sino por lo que supone, significa o aporta. ¿Por qué no hacerlo así con las personas? ¿Por qué no enseñar a un niño que el valor de sus compañeros está en su forma de ser y no en su capacidad de compra?

Si queremos una sociedad igualitaria debemos empezar por ahí. No es factible conseguir que todos tengamos los mismos recursos, pero sí que respetemos por igual a quienes tengan más o tengan menos, a quienes puedan permitirse más caprichos y a quienes no, a quienes decidan gastarlos en aquello que ellos consideren más importante que una etiqueta. El respeto consiste en eso: en tratar igual a quienes son diferentes, en entender la compatibilidad que existe entre diferencia y convivencia, y en aceptar que nadie es menos por no tener más.
Vivimos en una sociedad basada en el consumo, es cierto, pero echar las culpas al entorno social, sin percibir que todos somos parte de ese entorno, supone ponerse una venda para evitar ver las consecuencias de aquello de lo que nosotros también somos causa.

Empecemos a valorar lo que realmente importa, porque solo de esa forma podremos estar sentando una base sólida para una sociedad permisiva. Trabajando así, en el ámbito educativo (que abarca tanto las horas de colegio como las que pasamos en casa), conseguiremos que los niños de hoy, adultos en pocos años, alcancen esa sociedad utópica que ahora nos hemos mostrado incapaces de alcanzar. Y eso evitará que, antes o después, tengamos que lamentar episodios como el vivido en Texas, que son consecuencia del odio y la discriminación de una sociedad que, aunque se lo quiera creer, ni de lejos es igualitaria. Nadie dice que sea fácil, pero la receta es bien sencilla: comprensión, tolerancia y un poco de respeto.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

Modificado por última vez en Viernes, 27 Mayo 2022 13:02

 

 

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