Salir corriendo

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 13 Mayo 2022 21:01

No confundamos. No es lo mismo una crisis de gobierno que un gobierno en crisis. Y lo del Consell del Botànic tiene mucho de lo segundo y muy poco de lo primero. Pocos casos conozco, y en esto de la política llevo ya algún tiempo, en que un President se dedique, durante semanas, a deshojar en público la margarita de los consellers que deben salir y los que deben quedarse. Al final, es solo una muestra más de falta de confianza en su gobierno, y de debilidad en su Partido, a la hora de definir esos cambios que, en condiciones normales, no se hubiesen dejado entrever antes de la decisión definitiva del President.

La dimisión, en diferido, de Vicent Marzá es una muestra más de la guerra interna, previsible por otro lado, que se ha desatado dentro del Consell. Al grito de “Sálvese quien pueda”, unos optan por asegurarse un puesto relevante en su Partido ante las próximas elecciones y otros por saltar del barco antes de que la vía de agua se haga más grande.

Que Socialistas y Compromís no se entendían es algo que venía saltando a la vista desde hace ya varios meses. Solo tienen un denominador común: la moqueta de las consellerias que ocupan y que hace que, unos y otros, se mantengan entre sí, a pesar de no entenderse. Es curioso que las grandes batallas se libren entre ellos y no con los partidos de la oposición, pero el episodio vivido esta semana entre la consellera Bravo y quienes aún intentan defender la honorabilidad de Mónica Oltra es una clara muestra de todo lo anteriormente dicho.

Ximo Puig se está acordando ahora de cuando pudo, y no quiso, convocar elecciones. Entonces no tenía claro que le salieran las cuentas. Ahora tiene claro que no le salen. Su vicepresidenta, esa con la que aparentaba tan buen feeling, mareó lo suficiente como para que Puig no se atreviera a llamarnos a votar. Primero, con la alianza con Colau i Díaz-Luego (o durante), con los obstáculos para asegurarse la no investigación de los abusos de su exmarido a la menor tutelada. Y, por último, con la crisis interna de Compromís que puede costar un número de votos suficiente como para perder la mayoría del bloque en Les Corts. Sin que las encuestas den, aún, resultados definitivos a favor de unos u otros, lo cierto es que ya no afirman, de forma tan categórica, la persistencia de Puig como jefe del Consell.

Las amistades peligrosas se acaban haciendo notar. Y siete años de Botànic no podían acabar teniendo mejores consecuencias. A Socialistas y Compromís solo les unía su afán por gobernar, como fuese, la Generalitat. Su único proyecto era desalojar al Partido Popular y, conseguido eso, su hoja de ruta se diluía sin haber mostrado ese impulso que tanto afirmaban mientras estaban en la oposición. Es curioso que, al final, el aparente socio moderado sea Podemos, con todo lo que Podemos es y siente orgullo de ser, pero Compromís ha resultado un compañero de juegos muy incómodo para Puig que, si no fuera por lo que ello supone, no dudaría en quitárselo de encima.

Lo peor de todo, y vuelvo al inicio de este artículo, es que, mientras una crisis de gobierno pretende ser un impulso y un revulsivo a la gestión del Consell, un gobierno en crisis es un palo en las ruedas de los proyectos que deben mejorar la vida de los valencianos. Al final, todo el tiempo que pasan mirándose de reojo entre sí, es tiempo perdido para progresar como la Comunitat necesita. En vez de remar al unísono a favor de los valencianos, se entretienen pegándose con los remos que nos deberían hacer avanzar. Y ese tiempo perdido, en la actual coyuntura pre-crisis, es un grave riesgo para nuestro presente y nuestro futuro.

Ahora es cuando puede probarse la valentía de Ximo Puig. En estas condiciones, a menos de un año de que la ley obligue a la convocatoria de elecciones y visto que la distribución de escaños en Les Corts no supone, en ningún caso, un riesgo de moción de censura para el President, dar un paso adelante y apartar a sus socios de Govern sería una opción que mostraría un mayor interés en el futuro de los valencianos que en el suyo propio. Pero no, Puig sabe que ahora puede continuar sin ellos, pero que, con suerte, en 2023, va a necesitarlos para continuar en el Palau, si su deriva política no acaba convirtiendo en minoritaria la suma de los tres socios y dejando al Botànic en tierra de secano.

Puede que este fin de semana sea el que acabe por marcar la decisión del President y que el lunes sea el día en que los nuevos consellers tomen posesión de sus carteras. Puede que sí, puede que no, pero lo que esta claro es que el conjunto del Govern es una suma de subconjuntos excluyentes entre sí y que, lejos de sentirse socios, se ven como una amenaza a su pervivencia en la Generalitat. Esperemos que tanta reflexión sirva de algo y que el acierto del President sea pleno. Un año puede hacerse muy largo, para él y para todos, más aún cuando sabe que solo hay dos opciones: acertar o salir corriendo.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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