De niña a mujer

Escrito por Carlos Gil Santiago
Miércoles, 13 Abril 2022 21:03

No están los tiempos para tonterías. Hace ya años que venimos diciéndolo, pero esto cada vez va a más: tanto la necesidad de evitarlas como la reiteración en cometerlas. No sé si tendrá que ver con la idea de que la historia comience, a partir de ahora, en 1812, o que la política no es cosa de adolescentes, pero, cada día que pasa, el Gobierno de Sánchez nos mete en otro lío del que cada vez cuesta más salir, tanto en esfuerzo, como en tiempo, como en dinero.

El escenario sociopolítico y económico se complica, cada vez más, a todos los niveles. En España, por méritos propios, nunca hemos acabado de ver la luz tras aquella voraz crisis que tanto negó Zapatero en 2008. En el escenario internacional, la situación se complica por momentos y cada paso que da este Gobierno es para dejarnos más en evidencia ante quienes deben ser, necesariamente, nuestros aliados en un mundo globalizado.

La tensión en las relaciones con Argelia es solo un ejemplo de cómo desestabilizar, caprichosamente, algo que no tenía necesidad alguna de tensionarse. Tras más de cincuenta años, cuando menos falta hacía romper “el melón” del Sáhara, vista la evolución de la situación al este de Europa, a Sánchez se le ocurre fijar un posicionamiento que, a estas horas, muy pocos comparten, tanto en el fondo como en las formas.

Lo peor no es que el reconocimiento de Marruecos a este gesto fue poner al revés la bandera de España, un símbolo que siempre se ha entendido como una rendición, sino que nuestro presidente se sentase ante la bandera y nadie advirtiese de esa situación.

La política debe mostrar un nivel de madurez del que este Gobierno ha demostrado adolecer una vez tras otra. Lo mostró así desde el momento en que se planteó que los socios adecuados para sacar adelante nuestro País eran aquellos que, solo semanas antes, le quitaban el sueño al candidato a presidente. No es cierto, no se lo quitaban. Al contrario, los sabía necesarios para cumplir su sueño de pisar la moqueta de Moncloa y siempre estuvo dispuesto a vender España al diablo si era necesario para cumplirlo.

España es un país con historia, con un pasado del que, además, podemos sentirnos orgullosos. Ha sido cruce de civilizaciones y, de todas, guardamos un legado del que tenemos motivos más que suficientes para presumir. Vivimos en un país que fue clave en la escena internacional en numerosísimos capítulos de la historia y no podemos resignarnos a ser ahora el hazmerreír de nadie en cosas que, realmente, tienen muy poca gracia.

El futuro cercano no hace presagiar nada bueno. Sin haber superado una crisis, se presenta otra en el horizonte de condiciones, al menos, similares. Y lo peor, ni de aquella, ni de ninguna de las anteriores, parecemos haber aprendido nada. Mientras los gobiernos sigan anclados en sus ideologías y sitúen las acciones de propaganda y autobombo por encima de aquello que realmente importa, seguiremos siendo poco resolutivos con las verdaderas necesidades de los ciudadanos.

Esta próxima semana, con la desaparición de las mascarillas en interiores, vamos a dar por cerrados los efectos visibles de la pandemia. Tampoco de ella hemos aprendido nada. Tampoco nos ha servido para ver lo vulnerables que podemos ser ante amenazas que nunca pensamos que podrían afectarnos. Y, el problema principal es que siguen latentes y que pueden presentarse allá donde menos las esperemos.

España debe dejar atrás ya la adolescencia política. Somos un país maduro y con experiencia en todos los ámbitos. Seguir pensando en el “pan y circo” es infantil, especialmente cuando nadie nos asegura, visto lo visto, que mañana podremos seguir teniendo el pan. Hace falta una política con rumbo, con orientación estratégica nacional e internacional, con ideas por encima de las ideologías, con integración de identidades, con menor presión fiscal al ciudadano,…, una política, en definitiva, con sentido común.

Esta peligrosa deriva que empezamos hace ya años no puede llevarnos a buen puerto. Necesitamos una política de Estado seria, con orientación y con horizonte. Y este Gobierno ya ha dejado claro que no está capacitado para ello. Si seguimos siendo un país adolescente, el resto de actores se va a seguir riendo de nosotros. España debe dejar atrás la adolescencia y, por historia, por méritos y por el bien de los españoles, pasar de niña a mujer.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

 

 

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