Bailaré sobre tu tumba

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 18 Febrero 2022 19:02

No he podido dejar de pensar, en lo que va de semana, en lo que hubiese sentido Berlanga si hubiese podido asistir el pasado sábado a la gala de entrega de los premios Goya en Valencia. No solo porque la Academia del Cine le dedicara esta ceremonia, que debe ser, sin duda todo un honor, sino porque estoy seguro que, de ahí, hubiese sacado el guion de su próxima película.

El que fuese maestro de la ironía y la sátira, reflejando en sus películas una crítica mordaz de la sociedad, no hubiese dejado pasar por alto semejante ocasión para mostrar el destarifo de “donde dije digo, digo Diego” que esa noche se mostró. Al fin y al cabo, sus películas eran como una falla en movimiento, capaces de reflejar los sinsentidos de una sociedad que tiene por costumbre presumir de sus carencias.

No voy a dejar de reconocer que para la ciudad de Valencia supone un honor poder albergar una ceremonia de estas características, igual que lo fue, hace unas semanas, la entrega de las estrellas Michelín. Pero cuando tanto se ha criticado, durante años, esos eventos catalogados de “elitistas”, poco sentido tiene la asistencia, en tropel, de quienes renegaban abiertamente de que la ciudad albergara grandes citas de cualquier tipo.

No son ya los más de dos millones de euros que se quedaron en la organización, de los cuales no acabo de ver el retorno económico que haya tenido en la ciudad. No se llenaron calles ni el sector hostelero vio mejorar su cifra de negocio en ese fin de semana. No hay duda de que algún restaurante (léase “no cualquier restaurante”), y algún hotel vieron aumentada su recaudación pero, en ninguno de los dos casos estamos hablando de esa clase media, de esas personas a las que hace unos años había que “rescatar” y que quedaron tan rápidamente en el olvido.

No podría decir, ni diría, nada de esto si, en su momento, quienes ahora co-gobiernan en el Ayuntamiento de Valencia y en la Generalitat no hubiesen utilizado a los grandes eventos como arma arrojadiza para derrocar a los gobiernos de Rita Barberá y de Paco Camps. Aquellos que vendieron, como gran acercamiento a la sociedad, la apertura del balcón del Ayuntamiento de Valencia a cualquier ciudadano que quisiera visitarlo, se olvidaron esta vez de ceder sus privilegiadas entradas para que, miembros de esa sociedad a la que tanto defendieron hasta que de verdad tuvieron que defenderla, pudieran ver en directo esa “noche tan especial” como la calificó el Conseller Marzà.

Efectivamente, lo era, como también lo eran aquellos “grandes eventos” que les escandalizaban hace unos años. No hay duda de que es un orgullo para cualquier valenciano que cualquiera que visite el Palau de les Arts, o cualquier otro espacio de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, quede maravillado. Que se hable bien de nuestra tierra es algo que debe hacernos sentir llenos de orgullo a todos los valencianos, como cuando nuestra fachada marítima llegaba a millones de personas a través del televisor mientras la Fórmula 1 corría por la Marina. Tenemos la suerte de vivir en una tierra con muchos argumentos para poder presumir de ella, aunque no siempre seamos conscientes de ello.

Pero cuando es Mónica Oltra quien presume del Palau de les Arts, no cuela. No debemos olvidar que el teatro de Calatrava fue blanco de sus más feroces críticas desde que se inauguró, en 2005, hasta que consiguió formar parte del Govern de la Generalitat, mediado ya 2015. Desde entonces, hasta hoy, no se le ha vuelto a oír. Bueno, sí, ahora, cuando ya se refiere a él como escenario espectacular para grandes eventos.

Por un momento, llegué a pensar que iría a la gala con una camiseta reivindicativa, de esas que tanto le gustaban hasta que pisó la moqueta del Palau (el de la Generalitat, digo). Y vistas las fotos que se han ido publicando, hasta hubiese sido mejor. Hay casos en que una manga, por corta que sea, puede resultar muy favorecedora, pero quizá quien pudo evitarlo no estaba en su mejor día. En cualquier caso, por mona que hubiese conseguido ir, la hemeroteca traicionera hubiese tardado lo mismo en recuperar los vídeos de sus intervenciones en Les Corts, que ella en subirse la cremallera del vestido. Aquello de que “las palabras se las lleva el viento” pasó a la historia cuando apareció YouTube y ahora deberían pesar como una losa en la conciencia de la Vicepresidenta, si es que eso fuese posible.

En cualquier caso, ver a quienes tanto se llenaron la boca de declaraciones imberbes, con más carga de odio visceral que de sentido común, compartiendo alfombra y lujo con la élite más adinerada del cine español, resulta, sin duda alguna, digno del mejor guion berlanguiano. Que las menciones al homenajeado en la gala fuesen mínimas y no siempre acertadas, acabará quedando como una anécdota, pero es una verdadera pena que D. Luis no pueda ya aprovechar este guion para hacer otra de sus obras maestras. Eso sí, era mucho más sencillo glosar su figura y recordar su legado sin que, para ello, fuese necesario acabar bailando sobre su tumba.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites

Modificado por última vez en Lunes, 21 Febrero 2022 12:04

 

 

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