Ángel Olmos: de ‘delincuente’ por la libertad a ciudadano ejemplar

Escrito por Antonio Gutierrez Vergara
Viernes, 15 Octubre 2021 21:00

Soñar con la libertad era un delito en España; y Ángel Olmos decidió convertirse en “delincuente” habitual para realizar el sueño luchando hasta derrotar a la funesta pesadilla que fue el franquismo. Comprobó muy pronto que el fascismo incorporaba el matiz que lo distinguió del autoritarismo: si este se había limitado a reprimir por la fuerza el ejercicio de las libertades cívicas, aquél negaba doctrinariamente la Libertad además de perseguir con más saña a cuantos la anhelasen. El estado corporativo fascista se autoerigía en intérprete de las aspiraciones de sus súbditos y embridaba sus pulsiones de ciudadanía con mano de hierro.

El ámbito dónde más crudamente cristalizaba su esencia el fascismo era precisamente en el de las relaciones entre el capital y el trabajo. El conflicto de intereses entre ambos factores de producción lo arbitraba el estado mezclándolos en un mismo sindicato; obviamente la mezcla no era ni igualitaria ni libre sino subordinando al trabajo y negándole la más mínima libertad sindical. Así, el “Sindicato Vertical” y el Fuero del Trabajo de Franco estuvieron inspirados por el “Código d´il lavoro” decretado por Mussolini en 1927. Olmos aprendió prematuramente la “teoría” de la dictadura franquista porque la sufrió en la práctica, trabajando en Altos Hornos desde los dieciocho años.

Lamentablemente, mientras el fascismo fue derrotado en Europa tras haber provocado la mayor tragedia en la historia de la humanidad, las potencias vencedoras optaron por permitir que permaneciese en España, pese a haber sido el escenario escogido por Hitler y Mussolini como antesala de la IIª Guerra Mundial. Pero un buen puñado de personas, entre las que estuvo Ángel desde su juventud, no se resignaron y emprendieron el proceso de lucha para la recuperación de la democracia con todos los medios a su alcance, que eran casi nulos; pero con todo su coraje e inteligencia que fueron extraordinarios. Pudieron quedarse en el “cuarto de la salud” amparándose en la coartada de la “pureza” para no mancharse con el entramado del régimen y sin embargo se arriesgaron adentrándose en el Sindicato Vertical para disputarle a los jerarcas de la Confederación Nacional de Sindicatos (CNS) la representatividad de los trabajadores. Esta decidida estrategia es la que llevó a Ángel Olmos a presidir la Unión de Trabajadores y Técnicos (UTT) al tiempo que organizaba la primera Comisión Obrera ilegal dentro de Altos Hornos.

Precisamente la conjugación de la lucha ilegal con la utilización de todos los resquicios de la legalidad franquista es la que permitió la paulatina incorporación de los trabajadores a las movilizaciones que darían al traste con la dictadura. De haber permanecido como grupúsculos vanguardistas y muy conspicuos pero aislados, no se habría producido la “galerna de huelgas” que, en expresión de José María de Areilza (Conde de Motrico), hizo imposible la continuidad del franquismo sin Franco como pretendieron influyentes sectores del régimen. Ángel lo supo ver desde los primeros años de la década de los “60” y logró robustecer como nadie el movimiento obrero en Sagunto y en Valencia. Y lo hizo con el respeto escrupuloso y sin titubeos a los rasgos fundamentales de la Comisiones Obreras: su independencia de los partidos políticos (empezando por el suyo propio, el PCE) para garantizar su carácter unitario y pluralista.

Paradójicamente, nuestra independencia (que no indiferencia) es la que nos ha permitido ser más influyentes en el devenir político de España, porque lejos de ser correa de transmisión de partido alguno tuvimos que elaborar nuestros propios análisis de la realidad política en cada momento nutriéndolos de los saberes y aportaciones más diversas; las que en definitiva nos acercaban más a la realidad que queríamos cambiar, que era, es y será más rica que las visiones unilaterales por muy hegemónicas que se pretendan. Tan coherente ha sido siempre Ángel Olmos con estos principios que no se arredró para defenderlos ante propios y extraños por muy notables que fuesen si osaban enturbiar la independencia o la unidad del movimiento sindical. De experiencias como la suya aprendimos algunos que cualquier estrategia sindical por muy bien que parezca diseñada sobre el papel, no pasará de ser “papel mojado” si no tiene en cuenta la imprescindible unidad de los trabajadores; que sólo se logra desde el respeto a cuantos pareceres converjan en los objetivos comunes de procurar mejores condiciones de vida y de trabajo.

Ángel fue portavoz unitario del movimiento sindical saguntino en varias etapas, pero sobre todo demostró su capacidad representativa durante el duro proceso de la reconversión industrial de la siderurgia. Gracias a que supo que para sumar tantas voluntades como hacían falta para defender el empleo y el futuro industrial del Camp del Morvedre había que restarse previamente cualquier veleidad de protagonismo individual; y que la mayor prueba de firmeza en las convicciones es la flexibilidad en las formas con las que se defienden, la comarca de Sagunto salió mejor librada que otras zonas de España de aquél aciago proceso de desindustrialización. Las negociaciones que llevaron a cabo, con la destacada aportación de Olmos (junto a la de otros compañeros) al tiempo que desplegaron el más tenaz proceso de movilización, laboral y ciudadana, permitió abrir otras perspectivas de reindustrialización en Sagunto y su comarca.

También ha sabido como pocos plasmar el alcance de nuestro sindicalismo confederal que no agota la defensa de los trabajadores en los confines de los centros de trabajo, sino que la extiende a todos los espacios donde se puedan mejorar las condiciones de vida. Para Olmos, los llamados derechos sociales (a la sanidad, la educación, la vivienda digna, los transportes públicos, etc.) son Derechos de Ciudadanía; con los que hay que completar la redistribución más equitativa de la riqueza. De ahí que Ángel haya dedicado buena parte de sus esfuerzos a la lucha por la mejora de todos esos planos de la vida en lo que mayoritariamente pueden verse beneficiados o perjudicados los trabajadores y sus familias según sea el signo de las políticas públicas que se apliquen. Para él, para CC.OO. en general, un sindicato de clase no se limita a la defensa corporativa de intereses, sino que la practica desde unos valores de solidaridad, equidad y progreso indisociables de las condiciones materiales de trabajo más inmediatas.

Es conocida su participación en el Consejo Económico y Social de Sagunto y en cuantas Plataformas se ha gestado en la Comarca para mejorar sus infraestructuras e instalaciones sanitarias, educativas y sociales en general. Por estas razones, el reconocimiento que se le ha hecho concediéndole la Medalla de Plata de la ciudad, es el corolario de la trayectoria de un Ciudadano Ejemplar que empezó siéndolo como “delincuente” para conquistar la Libertad y sigue demostrándolo a diario con su contribución a profundizar la democracia en España para que sea cada vez más justa e inclusiva.

Antonio Gutiérrez Vergara
Secretario general de CC.OO. entre 1987 y 2000

 

 

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