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Nosotros, los “Negacionistas”

Escrito por Ramón García Ortín
Viernes, 10 Septiembre 2021 21:04

Negacionistas, conspiranoicos, terraplanistas, ultraderechistas …, son algunos de los calificativos con los que, de manera insistente y despectiva, los servidores del régimen tratan de descalificar a los que se separan de la ortodoxia sobre la “pandemia”, a los que no asumen con fe ciega lo que dicen, mañana, tarde y noche, día tras día, su radio, su prensa y su televisión.

Nosotros “los negacionistas” no negamos la existencia de pandemias, siempre las ha habido, lo que cuestionamos es el tratamiento que se le está dado a la actual, al aprovechamiento político, social y económico de la misma.

Nosotros los “negacionistas” no negamos las conspiraciones, siempre las ha habido, desde la histórica contra Julio Cesar, hasta la que sufrimos los españoles con Franco, Mola y Cía. Han ocurrido y siguen ocurriendo tantas, que solo los necios o interesados se atreven a negarlas.

En los EEUU, ya en 1890 se promulgó la ley anti-trust, que declaraba ilegal las conspiraciones de las grandes corporaciones, que desde entonces han crecido en tamaño y poder, lógicamente van a jurar y perjurar que lo de las conspiraciones no va con ellas.

Nosotros los “negacionistas” no negamos que la nueva religión, la COVID, es un complot, porqué íbamos a negarlo, si lo afirmó Pedro Sánchez a comienzos del 2020: «después de la “pandemia” el mundo ya no será igual que antes, habrá una Nueva Normalidad». Se ha aprovechado la pandemia provocada por el Sars-Cov-2 para crear un nuevo estado autoritario, policiaco, neonazi, y para ello han sustituido las bases del Estado anterior, eliminando los derechos fundamentales sobre los que se asentaba. En esta nueva transición a la inversa, también “modélica”, no ha habido ningún tipo de consenso, ni diálogo, ni votación, otra excelencia de los demócratas exquisitos.

Para ello han necesitado dejar a la ciudadanía en estado de shock, para montar el espectáculo comenzaron por marginar a la comunidad científica y médica del proceso y como mensajeros echaron mano de esos “expertos científicos” que, por un módico precio, te hacen volar a los burros en menos que canta un gallo. Continuaron con una campaña abrumadora de informaciones cada vez más tétricas que culminó con la declaración del estado de alarma, con el encarcelamiento domiciliario de la población entera, incluido niños. Se clausuró la atención primaria sanitaria y se sacó al ejército a la calle, seguramente por si algún virus salía corriendo aplicarle la ley de fugas.

El éxito de las medidas fue espectacular, al poco de publicarse los primeros casos, el número de enfermos se disparó, pero milagrosamente la mayoría de estos enfermos no tenían el virus, como notificó el Boletín Epidemiolóxico de Galicia, que lo atribuye a la situación de ansiedad creada. Sobre el mismo fenómeno el Boletín Epidemiológico de Navarra, a finales de marzo del 2020 señaló que entre el personal sanitario enfermo con síntomas COVID, solo un tercio tenía el virus. La ansiedad y el estrés produjo más enfermos que el virus.

Si a esto le unimos el cierre de los centros de atención primaria, la saturación de los hospitales estaba garantizada en un sistema sanitario que se colapsa cuando dos cogen la gripe. Al espectáculo del caos solo le faltaban los muertos, de esto se encargaron fundamentalmente las residencias de ancianos: indefensos, sometidos a unas condiciones inhumanas y crueles, aislados, incomunicados, fuera de sus rutinas, abandonados a su suerte y sin atención sanitaria adecuada, la mortalidad en este sector de población ha sido horrible, algo previsto.

Pero los estragos en la salud pública provocado por las “medidas sanitarias” no se circunscribe a las personas ancianas, ha afectado a toda la población, los más vulnerables se han llevado la peor parte. Son significativas algunas cifras aportadas por la prensa: «Los ingresos de adolescentes por salud mental han crecido un 50%» (Gara). «Los suicidios de jóvenes aumentan un 30% en el primer año de la pandemia» (Levante). A quienes presentan como irresponsables y criminales contagiadores resulta que son las víctimas. Están matando a la gente en nombre de la salud.

Cardiólogos, neurólogos, psiquiatras, psicólogos, oncólogos…las sociedades médicas están denunciando a los gobiernos: «En salud ustedes mandan, pero no saben», clamaban al unísono en un comunicado.

Pero sí que saben, porque su objetivo no era otro que conseguir una ciudadanía completamente sumisa y acobardada, una nación que alguien ha calificado como «políticamente inmunodeficiente». Ya tienen el camino allanado para iniciar cualquier aventura económica, política o bélica.

Los “negacionistas” somos tan críticos con lo que está pasando, porque para nosotros, las libertades y los derechos fundamentales, la dignidad tienen un valor incalculable, y nos preocupa seriamente que el neoliberalismo campe a sus anchas, que nuestras condiciones de trabajo y de vida se degraden. Además, seguimos sin creer ni en dioses, ni en reyes, ni en tribunos, solo confiamos en la ciencia y en el método científico.

Postdata: Si alguien tiene curiosidad por ir algo más allá del sermón permanente de la radio, prensa y televisión, dejo una pincelada del Boletín Epidemiológico de Aragón, resaltando que en esa Comunidad, desde el inicio de la pandemia hasta el día 25 de agosto de este año 2021 no se ha registrado ningún fallecimiento, ni en el ámbito laboral, ni en el ámbito educativo, incluidas guarderías, atribuido al COVID, mientras que en las residencias se han producido 1.677. Y son cifras extrapolables a todo el Estado. Pero nada, la fiesta que no decaiga.

Ramón García Ortín