Imprimir esta página

Abriendo caminos

Escrito por Carlos Gil Santiago
Viernes, 11 Junio 2021 21:04

Hace ya muchos años que pasé por aquella temible selectividad, en la que parecía que ibas a jugarte, a cara o cruz, el resto de tu vida profesional. El tiempo hace que todo se desdramatice y se vea las cosas con mucha más relatividad, pero he de reconocer que, siempre que oigo hablar de las Pruebas de Acceso a la Universidad, el gusanillo de aquellos días vuelve a recorrerme por dentro.

Mucho han cambiado las cosas desde aquel año, pero, a la vista está que el “susto en el cuerpo” sigue siendo la nota predominante. Realmente, algo determinante debe ser cuando un examen centra la atención de tus estudios durante varios años, aunque, al final, nos acabemos dando cuenta de que, ni mucho menos, era la cita de nuestra vida.

Caso curioso es, no obstante, la polémica que, año tras año, se suscita con determinadas preguntas y pruebas al alumnado. Cuando, en un momento de tensión sin precedentes, se tiene que afrontar una pregunta como “¿En qué consiste ser patriota?”, supongo que la vida debe pasarte ante los ojos en pocos segundos.

No es que la pregunta sea difícil. O sí, que no lo sé. Pero preguntas con tanta carga de subjetividad te hacen pensar que estás ante una trampa de la cual no existen medios objetivos para poder escapar. Imagino a ese estudiante avispado que, ante esa pregunta, acaba reflexionando sobre si le están preguntando qué significa para él o qué significa para el profesor, desconocido, que le va a corregir el examen.

Probablemente, si hiciésemos esa pregunta en cualquier grupo de personas, pocas coincidencias habría en sus respuestas, lo que hace pensar que el resultado será poco distinto entre los jóvenes que la han tenido que responder en su examen.

A la hora de diseñar una guía docente, en el sistema de evaluación, hay un apartado que se llama “pruebas objetivas” y que se refiere, cómo no, a los exámenes. Pues bien, esa objetividad la entiendo necesaria en todos los casos. No voy a entrar, al menos de momento, en que la pregunta pueda o no tener connotaciones políticas. Me da igual. Pero toda pregunta que no tenga una respuesta clara y de aceptación unánime no debería formar parte de ningún examen, y menos aún de una prueba tan trascendental como las PAU.

El patriotismo se nos está yendo de las manos. Desde que Zapatero acuñó aquello de antipatriotas para todos los que no pensaban como él, se han perdido de vista todas las referencias que marcaban la definición del término. Probablemente, si hubiese tenido que responder de forma objetiva a esa pregunta, hubiese acabado contestando que ser patriota es pensar como yo pienso. Ya imagino la nota que hubiese sacado y que, probablemente, mi acceso a la universidad se hubiese visto más que comprometido, pero creo que el concepto no anda demasiado lejos de lo que hoy se entiende por patriota.

El problema viene si tomamos el patriotismo como un concepto global, que puede ser compartido por quienes piensen de forma antitética. Al fin y al cabo, ser patriota no es más que respetar a nuestra Patria. Al menos, así lo entiendo yo, y tampoco voy a entrar en valoraciones de qué consideramos como “nuestra Patria”, que no era esa la pregunta del examen. Se puede ser patriota siendo de derechas y de izquierdas, moderado o extremista, activista o reservón. Da igual. Al final, lo importante es la identidad del patriota con su patria y no tanto la defensa activa o no que pueda hacer de ella o de sus símbolos. No lo es más quien más banderas luce, ni lo es menos quien no lo demostró ni siquiera cuando la selección de fútbol ganó el Mundial. Y, lo peor de todo, no creo que nadie esté en condiciones de poner etiquetas de patriota o antipatriota a nadie, y menos aún por no compartir línea de pensamiento.

En cualquier caso, volviendo al tema central de este artículo, someter a esa presión a un estudiante, en un día trascendental para su vida académica, me parece que es juego sucio. ¿Habrá preguntas para hacer? ¿Habrá formas de preguntar lo mismo? Los exámenes están para demostrar conocimientos y habilidades. Y no creo, por mucho que quiera pensarlo, que nadie haya planteado esa pregunta para que se demostrase la habilidad para salir airoso de ella.

Espero, y me gustaría pensar que es posible, que la selectividad, la PAU o como quiera que se llame en los próximos años, valore siempre el nivel académico del estudiante que se examina y, nunca, su capacidad para salirse por la ventana ante preguntas que suponen más un compromiso que una demostración de sus cualidades. Solo así podremos estar seguros de que son los mejores quienes mejores notas saquen. Y ese es, al final, el objetivo de estas pruebas: que quienes más preparados estén puedan avanzar abriendo caminos.

Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites